Pese a que Joan Laporta intentara rebajar la euforia este miércoles, realizando unas declaraciones más que comedidas, sobre la posibilidad de que el equipo conquiste por tercera vez en la historia un triplete (Copa, Liga y Champions), "hay que tener los pies en el suelo; es posible, pero aún queda mucho camino", lo cierto es que se ha instalado una euforia desatada entre la culerada, que incluso ha llegado al vestuario del primer equipo.
La mayoría de seguidores barcelonistas, por no decir todos, están convencidos que este año 'sí toca'. Una encuesta realizada por El Chiringuito, antes del partido contra el Mallorca en el estadio Montjuïc, arrojaba un espectacular 93% de socios que se manifestaban convencidos de ganar el triplete. Seguramente, después del 1-0, el resultado hubiera sido un 100%.
Dentro del vestuario no se han escondido nunca que el triplete es el gran objetivo de la temporada. Lo curioso es que han sido los más jóvenes, aquellos que apenas han podido disfrutar los dos anteriores -Pep Guardiola (2008/09) y Luis Enrique (2014/15)-, los primeros en pronunciar sin rubor la palabra triplete. Ante tanta osadía, incluso los más veteranos han tenido que claudicar y unirse a este 'tsunami' de euforia colectiva, sin precedentes en la historia reciente del club.
Ni tan siquiera Hansi Flick, un hombre cauto y comedido donde los haya, ha sido capaz de frenar esta oleada de optimismo, recordando seguramente su etapa en su primer año en el Bayern de Múnich (2019/20), donde fue capaz de levantar un triplete, y con el FC Barcelona como una de las víctimas que más se ensañó (2-8).
Muy pronto se sabrá si este Barcelona va de farol o si, por el contrario, cuenta con todos los ases en la manga o incluso alguno más, como buen tahúr. El sábado se abre la posibilidad de dar el primer paso hacia el triplete, con la final de la Copa ante el Real Madrid. Un triunfo sería prácticamente matar dos pájaros de un tiro: para empezar, se reafirmarían las opciones de hacer el pleno de títulos este curso, y por otro, se dejaría prácticamente tocado y hundido a un Real Madrid, que está ya inmerso en una crisis de identidad galopante desde la humillación ante el Arsenal en Europa, con Carlo Ancelotti como el gran señalado y damnificado.
De los tres títulos que hay en juego, evidentemente LaLiga es la que los hombre de Flick ya rozan con la yema de los dedos. Dependen sólo de sí mismos para ganar el título, al tener un colchón de cuatro puntos más el 'goal average' ganado, a falta de solo cinco jornadas, con el factor campo a favor, al visitar el Real Madrid el estadio de Montjuïc dentro de dos jornadas. Ni tan siquiera una hipotética victoria blanca en el feudo blaugrana les garantizaría el título, ya que aún tendría el Barcelona un punto por delante y, teóricamente, con el 'goal average' ganado.
Donde aún no ha llegado a la final es en la Champions. Ahora afronta una eliminatoria de semifinales durísima contra el Inter, jugando además la vuelta en Milán. En todo caso, en estas últimas semanas,  el campeón italiano está dando síntomas alarmantes de fragilidad tras perder los dos últimos partidos del Calcio: Bolonia (1-0) y Milan (0-3).
Se presenta, sin duda, unas semanas apasionantes, donde el Barcelona puede tocar el cielo o rozar el infierno. Lo que está claro es que las puertas de la gloria están abiertas de par en par para un equipo que huele a campeón, plagado de chavales barbilampiños, que aún no tienen ni tan siquiera edad para conducir un vehículo, pero que pilotan el club a una velocidad de vértigo hacia la autopista del éxito, acompañados de unos veteranos, empeñados en retardar todo lo posible su jubilación y comandados por unos futbolistas que estaban hace un año a las puertas del desahucio y ahora disfrutan desde la mansión del triunfo. Y todo ello gracias a un alemán, que aterrizó sin hacer ruido este verano, y que para muchos ha logrado más éxitos que el 'milagro alemán' de la década de los sesenta, cuando el país germano fue capaz de renacer, cuál ave Fénix, de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial.