Nada es para siempre, era la historia de una serie de adolescentes de hace alguna década. Tampoco una historia de amor ejemplar y expuesta en redes sociales llega hasta el final y vemos cómo, mucho antes de lo esperado, se rompe de la noche a la mañana sin que nadie se lo pudiera imaginar... Tampoco sus propios protagonistas que solamente se dedicaban a pensar en el futuro conjuntamente. Una cosa similar es la que debe pensar y está viviendo el guardameta alemán, Marc André Ter Stegen.
Él, que pudo imponerse ante la mejor versión de Claudio Bravo en un momento pletórico del equipo, que se reivindicó pese a su juventud y su todavía anonimato mediático ante los seguidores azulgranas y que ha conseguido ser el único superviviente de las últimas vacas sagradas. Pero, pese a todo ello, un buen día, la vida te da un revés, te lesionas y caes en la irrelevancia.
Ter Stegen trató, como buenamente pudo, de no tener rivales, sin remar a favor de contar con un buen segundo a su lado y aprovechó la sequía del club y su crisis económica para imponerse. Pero un giro inesperado, como el del final de película que todos nunca esperamos, lo cambió todo. Ya de inicio sorprendió un Iñaki Peña que se quiso reivindicar, pero sabíamos todos, también él, que el fuelle sería corto. Lo que vino después fue mucho más inesperado. Un portero absolutamente retirado, fumador en activo, viviendo la buena vida en Marbella que decide protagonizar el último gran baile, the last dance, y volver a la élite del fútbol mundial: Wojciech Szczęsny.
Por si fuera poco, Flick se ha enamorado perdidamente del polaco y no se casa con nadie: de poco le servirá a Ter Stegen tirar de la emoción entre alemanes, o sea, entre él y el entrenador.
Pese a ello, en los últimos días, se ha constatado un cierto grado de desesperación por parte de él: ganas de volver a entrenar ansiosamente y aprovecharse de un foco mediático en el que hace cuatro días era, más bien, tirando a gran ausente. Los golpes en la espalda, a modo de camarada, que propina a sus compañeros cuando acaba un partido, no son casuales: salir al terreno de juego para que todos te enfoquen mientras vas haciendo de cheerleader, como en el último episodio que protagonizó con un Raphinha muy enfadado, está absolutamente buscado por parte del alemán. Así como abrirse en canal a través de un pódcast para hablar, con la excusa de que es un fan del café, sobre sus hobbies y meternos la falca publicitaria de su retorno y sus primeros entrenamientos.
Nadie duda de que Ter Stegen ha salvado partidos y ha sido decisivo, pero mientras escribo estas líneas lo hago en el tiempo verbal del pretérito. Que vuelva a ser una realidad en presente o futuro depende de él, pero ya no es una pieza imprescindible para decidir el cuándo ni el cómo.
Y a Ter Stegen, ya sabemos, que lo que nunca ha soportado ha sido la competencia. Aunque esta sea sana. Si el Barça avanza y consigue, como mínimo, otro título más esta temporada, será bueno que levante la copa, que sea como buen capitán, pero nada más.