El documental Laporta Gate, que puede verse en abierto en YouTube, está muy bien hecho. El joven y valiente periodista Andreu Rauet se puso a investigar y demostrar la implicación de Joan Laporta y Joan Oliver en la mala gestión que condujo al Reus a la desaparición a través de la empresa Core Store SL, de la que también eran socios Xavier Sala-Martín y Rafa Yuste. Y acabó descubriendo que Laporta y Olivé deben responder de 5 querellas por un presunto delito de estafa agravada, interpuestas por algunos de los inversores, que llegaron a poner 7 millones de euros, con una escandalosa implicación del Barça.
El documental recoge el testimonio en primera persona de algunos estafados, extractos de las declaraciones judiciales de Laporta y Oliver, que rechazaron dar su versión en el documental, y la confesión de Sandra Solé y Fernando Oliveira, los colaboradores de Laporta que se llevaban una comisión del 1,5 % por captar inversores. La justicia decidirá si Laporta y Oliver son culpables, pero muy buena fe no parece que hubiera cuando al inversor catalán, acertante de la lotería que puso 4 millones de euros, le hicieron firmar un contrato en inglés, sabiendo que no lo entendía, y estipulando en una cláusula que si surgían divergencias debían resolverse en los tribunales de Hong Kong.
El caso más sorprendente es el de las hermanas Tartas, que se sienten estafadas después de perder los 450.000 euros invertidos con la promesa de recibir un 6% de intereses, porque les vendieron las bondades del proyecto "ya que detrás está Laporta". En el documental, aseguran que para recuperar el dinero les propusieron simular ser contratadas por Laporta en el Barça, sin tener que ir a trabajar. En el caso de su hermano, que era pintor, afirman que la propuesta era que el Barça le compraría diferentes cuadros para recuperar los 50.000 euros que invirtió.
La clave es que esta versión está confirmada por la colaboradora de Laporta, Sandra Solé, quién afirma inequívocamente en el documental que algunos inversores sí que acabaron aceptando la propuesta de Laporta, citando al exintegrante de La Trinca, Toni Cruz, (contratado en Barça Studios), y Bryan Bachner, (actual Director de las oficinas del Barça en New York y Hong Kong). Con esta confesión, Sandra Solé no solo está inculpando a Joan Laporta, sino que además le está acusando de cometer otro delito. En este caso, de administración desleal, con el Barça como estafado y todos los socios del club, como los perjudicados. Si Laporta no presenta, inmediatamente, una querella contra su ex colaboradora, Sandra Solé, estará validando su acusación, de la que se han hecho eco muchos medios de comunicación, y en ese caso no podría seguir siendo presidente del Barça ni un minuto más.
Si Sergi Atienza fuera un Compliance del club que cumpliera con su obligación de controlar, en lugar de adular, al presidente, con el que compartió despacho de abogados, ya habría anunciado la apertura de una investigación para esclarecer si Cruz y Bachner, trabajadores actuales del club, invirtieron o tuvieron implicación en el Reus, y si existen más empleados actuales del Barça relacionados con el caso del club catalán desaparecido. Seguro que es pedirle demasiado. O quizás, lo que ocurra, es que haya tantos casos que suenan a presuntas irregularidades de Laporta que no le da tiempo a averiguarlas, como la reciente venta de los palcos Vip y la elección como "nuevo Oficial Telecom Operator" del Barça a un empresario moldavo, Rusian Birladeanu, a pesar de no tener ninguna experiencia en el mundo de las telecomunicaciones ni en la comercialización de localidades deportivas.
¿No será un testaferro del verdadero comprador de los palcos vendidos por Laporta, cuya identidad se quiere seguir ocultando? Por no hablar de la escandalosa comisión de 50 millones pagada al intermediario Darren Dein que provocó la dimisión del vicepresidente de marketing, Juli Guiu. Son demasiados casos ya. Las irregularidades, los escándalos y las mentiras, como los plazos y la penalización de un millón de euros por los retrasos de las obras del Camp Nou han dejado a Laporta muy tocado y sin credibilidad. Cuando sus encubridores mediáticos dicen que si la pelota entra lo demás no importa, ¿están validando que cualquier presidente del Barça pueda malversar siempre que el equipo gane algún título? La demostración de que al barcelonismo no solo le interesan los éxitos deportivos es que los dos anteriores presidentes tuvieron que dimitir a pesar de haber ganado 22 títulos bajo su mandato de 10 años.
Tiene suerte Laporta de que, hasta el momento, nadie haya actuado como aquel mal culé que, tras aliarse con el Estado español y el sindicato ultraderechista Manos Limpias, buscó a un farmacéutico para ponerle una infundada querella al entonces presidente del Barça, Sandro Rosell, con el objetivo de desestabilizar al club y hacerle caer de una presidencia que algunos anhelaban recuperar.