El entrenador del Barcelona, Hansi Flick, celebró el cuarto gol de su equipo en el Metropolitano casi al mismo estilo que lo hace el técnico del Atlético de Madrid, Diego Simeone. A Flick solo le faltó correr hacia el vestuario como hace el argentino cuando obtiene una victoria. El alemán, en cambio, pegó varios saltos demostrando la alegría de un triunfo merecido y que entierra las ilusiones que podía tener el Atlético en la Liga. Después en la conferencia de prensa quitó hierro a la victoria, solo habló de tres puntos más y de continuar de forma sólida liderando la clasificación. Pero realmente los saltos de Flick tuvieron el mismo efecto que contagió a muchos aficionados culés en Barcelona, Nueva York, Miami o Panamá. Toda una muestra que el Barcelona vuelve a ser un equipo universal, que enamora a todo el mundo. Saltos que contagian, provocados por un equipo que todo lo que genera es positivismo.
La loca alegría del técnico alemán estaba justificada. Había vencido en su casa al rival que no había podido vencer ni en el Estadi Olímpic. Pero además lo hizo de una forma contundente. Y hoy en día puede el Barça decir que se ha paseado por tres de los cuatro estadios de Primera de Madrid saboreando triunfos y goleando. Al Madrid le endosó un 0-4, al Atlético un 2-4, y al Rayo un 1-2. Solo el Getafe puede vanagloriarse de haber conseguido un empate a un gol.
Puede que la historia recuerde dentro de unos años la celebración de Flick y la compare con aquella que un día hizo Leo Messi cuando se sacó la camiseta y la enseñó al público del Bernabéu tras marcar el gol de la victoria. Pero para celebración, la del portero Szczesny, sorbiendo tranquilamente agua al lado de uno de los postes. Todo un detalle de un hombre que elogia el fútbol bonito que hace el Barça y la alegría contagiosa del vestuario.