Dejando aparte la hasta ahora exitosa trayectoria del equipo de Hansi Flick, cabe abordar otros asuntos inherentes al Barça no menos importantes, por cuanto afectan al momento real de puertas adentro, esas cosas que el ocultismo permanente a que tiene sumidos Joan Laporta a socios, seguidores y opinión pública pretende obviar.
A cuatro años largos de haber tomado posesión, Laporta sigue arrastrando un asunto pendiente de solución, que es la economía en sus diferentes apartados, cuando los demás clubs españoles ya han superado las consecuencias del Covid-19.
Lo que se sigue calificando como “herencia nefasta” nunca ha sido tal, si se refiere a la gestión de Josep Maria Bartomeu, ya que el propio Laporta se delató en su día cuando no pudo cumplir uno de sus objetivos electorales, como fue instar una acción de responsabilidad a su predecesor. La razón no fue otra que Bartomeu cerró su gestión con beneficios y no procedió, por tanto, reclamarle nada, a diferencia de lo que ocurrió en 2010 con el propio Laporta, que cerró su primera gestión con casi 50 millones de pérdidas, lo que sí motivó que se le instara, durante el mandato de Sandro Rosell, una acción de responsabilidad. Fue el propio Bartomeu el que la frenó, al desestimar la presentación de un último recurso de casación ante el Tribunal Supremo.
Cabe puntualizar que, por decisión lógica de la Liga Profesional, las pérdidas de más de 400 millones ocasionadas durante los 16 meses de cierre de instalaciones por culpa del Covid-19, no fueron atribuibles a la gestión de club alguno.
¿De dónde proviene, pues, eso de “herencia nefasta”? Del tiro al pie que se autodisparó Laporta al devaluar todos los activos del club en más de 450 millones, al tiempo que pidió y obtuvo de Goldman Sachs un préstamo de 520 millones nada más tomar posesión. Por cierto, ese préstamo se ha de comenzar a devolver en 2026, lo que, dada la precariedad de ingresos actual, supondrá un nuevo estrangulamiento en las cuentas de un Barça que se está vendiendo a trozos.
Cuatro años después no se ha corregido el declive económico y se cerró el último ejercicio con más de 90 millones de pérdidas, consecuencia de las famosas palancas que no fueron sino una simulación de ingresos que el auditor se negó a obviar en su último informe anual.
Cuatro años después siguen celebraciones por “éxitos” como poder inscribir a Olmo y Pau Víctor en la Liga Profesional, cuando se trata de una vergüenza sin paliativos porque ha tenido que ser un tribunal político, como es el Consejo Superior de Deportes, el que solucione un problema que se arrastraba desde hacía cinco meses. La venta de otro trozo del club (475 palcos VIP/gallinero) por 100 millones colocó a Laporta en la lista de héroes de Catalunya. La última celebración ha sido poder inscribir a Íñigo Martínez para la próxima temporada. Toda una “hazaña”, sí señor, pero de incompetencia en la gestión.
Como dijimos en un artículo reciente, uno está convencido de que Laporta no sabía de qué iba eso del límite salarial y el “fair play” financiero, que no existían con la severidad actual por parte de UEFA y LFP respecto de su primer mandato. De lo contrario, no hubiera devaluado voluntariamente el valor de los activos del club, plantilla profesional incluida, lo que ha sido la causa de todos los problemas, aumentados por la precariedad de ingresos que ha supuesto el error del traslado a Montjuïc. Pero, cuando van mal las cosas, Laporta opta por echar las culpas a los demás. En eso, se le ha de reconocer el mérito de convertir derrotas en victorias y victorias en efemérides.
En otro orden de cosas, Laporta debería dar las gracias a Bartomeu, porque la generación de canteranos que figuran en la plantilla de Flick se incorporaron durante el mandato de aquél. Jordi Roura y Aureli Altimira, directores del fútbol base, descubrieron los Cubarsí (Girona), Fermín (Betis), Fort (Penya Anguera), Lamine (La Torreta), Balde (Sant Gabriel), Casadó (Damm), Gavi (Betis) y Eric Garcia. Pedri y Araujo, aunque no de la cantera, también se ficharon antes del retorno de Laporta. En cambio, Gerard Martín (Cornellà) sí entro en el Barça con Laporta en la presidencia.
La cantidad de millones que se tendrían que haber invertido de no disponer de una cantera con jugadores de calidad contrastada, hubiera supuesto un dispendio imposible para una gestión caótica y, por tanto, una merma deportiva para el primer equipo. Ahora, tras la tomadura de pelo que supusieron las palancas de Bridgeburg (antes Barça Vision), que permitieron fichar a Lewandowski y Koundé, entre otros, el club sigue bajo vigilancia de la LFP.
Con la perspectiva de tener que devolver el primer plazo del crédito con intereses de Goldman Sachs a partir de 2026 (unos 35 millones) y como contraste de tanta penuria, en Can Barça sigue la fiesta y se regalan alegremente decenas de millones en comisiones a intermediarios cuyo trabajo se desconoce. Vamos, como hay tantas y tantas cosas bajo sospecha ya no viene de una.