La actual junta del FC Barcelona es especialista en crear problemas donde no los hay con el único objetivo de fabricarse una excusa para aniquilar cualquier vestigio culé del pasado y poder así someter a todos los agentes sociales del club a su exclusivo control y servicio.

Desde que volvió a la presidencia, Laporta, demostrando un carácter sectario y dictatorial, está llevando a cabo una especie de “depuración étnica” en el barcelonismo, dividiendo y castigando a la masa social del Barça, repartiendo carnets de buenos y malos barcelonistas en función de si están entregados a su causa, no a la del club. Ha atacado la buena reputación de los socios a los que acusó injustificadamente de revender su carnet cuando fue la propia directiva la que vendió 30.000 entradas a los aficionados del Eintratch de Frankfurt.

Ya dijo en su última rueda de prensa que los socios que le criticaban eran oposición que “actuaban con mala fe” y les acusó de “querer desestabilizar a la entidad”. Todo muy propio de un tirano. Cuando llegó arrasó con todos los buenos entrenadores, directores o ejecutivos que había en el club. Era igual si habían demostrado ser los mejores, no eran los suyos y punto. A la mayoría los sustituyó por amigos o familiares sin preparación ni experiencia pero absolutamente rendidos a su voluntad. Poco a poco, ha ido distanciando a los socios de la vida del club para que no vayan al estadio, no viajen en los desplazamientos del equipo -eliminó la agencia de viajes del club- y no tengan voz ni voto, sustituyendo las asambleas democráticas por las telemáticas, mucho más opacas y menos participativas. 

Ha dejado el área social a la mínima expresión, eliminando servicios básicos. Y en el exilio a Montjuic, ha sustituido a los socios por turistas porque prefiere clientes que no se quejen a propietarios que le fiscalicen

Ha intentado destruir la Confederación Mundial de Peñas cuando era la más modélica organización peñística que todos los clubs envidiaban. En la sala de prensa, ha sustituido a los periodistas incómodos por youtubers amables. Y ahora se ha cargado la Grada d’Animació culé, creada los últimos años bajo la supervisión, el filtro y el control de los Mossos d’Esquadra, que era un ejemplo de apoyo permanente al equipo y de buen comportamiento.

Estaba formada por socios jóvenes y pacíficos del Barça que nunca protagonizaron ningún episodio de violencia. Incluso, mereció los elogios de Joan Laporta durante la campaña electoral del 2021 cuando aseguró que “la grada es un ejemplo de pasión, con animación positiva e inclusiva. Estamos con ellos”. Especialmente, esta temporada la comunión entre la Grada de Animación y el equipo era cada vez mayor. Los jugadores se acercaban a celebrar los goles con ella como reconocimiento a que esos jóvenes fueran los únicos que rompieran el silencio sepulcral que hay habitualmente en Montjuic.

Pero todo cambió cuando cantaron “Barça, si. Laporta, no” como medida de protesta. Desde ese momento, el presidente se propuso atajar cualquier atisbo de protesta sobre su persona aunque ello supusiera pisotear el más elemental derecho del socio a la libertad de expresión. Y utilizó una excusa mezquina y ruin, como una multa de 21.000 euros por unos insultos que nadie sabe quién protagonizó, para expulsar a toda la grada de Animació del Estadio, de lo que era su casa.

El dinero no era el problema. Incluso se informó que Raphinha estaba dispuesto a pagar de su bolsillo la multa. Ni diálogo, ni negociación, ni buena predisposición, lo que quería Laporta era acabar con un colectivo libre e independiente para sustituirlo por uno nuevo formado por las marionetas de la que siempre se acaba rodeando para que no haya ni un solo atisbo de protesta, disidencia o deserción.

Laporta los quiere a todos sometidos a su adoración aunque su tirana medida suponga dejar al equipo sin su mayor apoyo en este tramo decisivo de la temporada. 

Lo más alucinante es que el club haya anunciado que externalizará un proceso participativo para crear un espacio de animación permanente en el nuevo Spotify Camp Nou. Una directiva de un club que no se ve capacitada por sí misma para interlocutar, negociar y llegar a acuerdos con sus socios y con los diferentes colectivos sociales de la entidad demuestra su incapacidad e ineptitud para dirigirlo.