Jules Koundé, teóricamente ayer, cometía su segundo retraso a una charla convocada por el míster, Hansi Flick. Posteriormente, al partido contra el Rayo confirmó que el motivo de su no convocatoria a última hora fue por ello. Un dato que, incluso, dudé cuando faltaba una hora para el partido, teniendo en cuenta que es el segundo jugador con más minutos disputados de todo el quipo azulgrana, solamente por detrás de Rapinha. A expensas de hacer rotaciones, la motivación era el castigo.
Pero es evidente que este castigo no funciona: perjudica al equipo y el jugador se permite descansar, mientras sigue cobrando. A Koundé, que ya lleva dos teóricas amonestaciones si sumamos la del día contra el Alavés, se suma Iñaki Peña y un Pedri que reconoció ser demasiado estricto. Es evidente que, en el momento que sigues castigando y la situación no cambia, el método no funciona. Sinceramente, teniendo en cuenta que hay jugadores que te reconocen no saber ni en qué campo juegan muchas veces, que uno se retrase cinco minutos me parece anecdótico.
Si ampliamos el foco de los jugadores en activo, los métodos tampoco funcionan con los suplentes o los ya olvidados. Flick da por perdido a un Ansu Fati que viene de darle oportunidades y comerle el cerebro con la disciplina. ¿Resultado? Un fracaso absoluto. Ni el psicólogo que pretendía enchufar Luis Enrique a sus jugadores es la solución, ni los castigos del siglo XV.