Hansi Flick sabe mejor que nadie cómo se entrenan sus jugadores y quién merece salir en el once o qué jugador puede ser, estratégicamente hablando, clave para una posición y un rival concreto. No soy entrenadora ni pretendo serlo. Por eso, tampoco me atrevo a discutir la titularidad, ahora ya indiscutible, del portero fumador, Wojciech Szczęsny. Aunque no se compartan las mismas visiones, el míster sabe lo que se hace y por eso lidera esta posición. Pese a quien le pese.
Lo que no me parece normal es la gestión que se debe tener, más allá del equipo, con el club. Flick dirige a unos jugadores, pero también representa y debe remar a favor de los intereses del club azulgrana. Y, en estas, se ha equivocado. Es del todo inaceptable la gestión que se ha hecho con Ansu Fati. La evidencia de que el jugador es un juguete roto lo sabemos incluso antes de su vuelta al ruedo por la última lesión: una cronificación absoluta de sus problemas, malestar con el club, disconformidad de su padre, un manager que lo ha olvidado y él, en primera persona, que piensa más en la fiesta que en el fútbol. Todo esto lo sabemos, pero también Hansi debe saber que su ficha es una de las más altas y el Barcelona necesita sacarse el muerto de encima.
Por todo ello, no ir convocado en el último partido contra el Sevilla ha alimentado su mala imagen. En las convocatorias entra todo el mundo. Intentar, a estas alturas, castigarlo con esto es del todo innecesario porque no servirá de nada y acentúa, de cara a posibles interesados, que este jugador está totalmente perdido.
Es evidente que la gestión del míster y del club no ha sido la adecuada. Este domingo pasado, todavía quedaban dos días para cerrar el mercado de invierno turco. Una oportunidad perdida, la última, que se ha sumado a otras ventanas de mercado que se han ido desperdiciando. Y la contrapartida es comerse, aunque sea con patatas, a Ansu unos meses más. Una lástima.