La segunda etapa presidencial de Joan Laporta en el FC Barcelona está siendo una sucesión de episodios al límite de cuanto uno pueda imaginar. La cancelación de los conciertos de los Rolling Stones en Montjuïc, en la primera quincena de mayo, ha sido el último episodio de coquetear con el desastre y salvarse por la campana.

Cuando todo el barcelonismo estaba ya con el corazón encogido pensando que el clásico del mes de mayo no podría jugarse en Montjuïc, por finalizar a finales de abril el contrato de alquiler con el Ayuntamiento de Barcelona, ni tampoco en el Camp Nou, por el evidente retraso de las obras, Mick Jagger, líder de la banda británica de edad más que provecta, decidió anular su gira europea, lo que ha facilitado que la celebración del clásico en Barcelona no peligre, ni tampoco el último encuentro en casa contra el Villarreal, así como una hipotética semifinal de la Champions League.

El reguero de sobresaltos del mandato de Laporta comenzó con el show de la constitución del correspondiente aval, una obligación ya eliminada de la Ley del Deporte, tras haber ganado las elecciones el 7 de marzo de 2021.

La llegada en el último minuto al despacho del notario Ariel Sultán, de una persona que ocultó su identidad tras un paraguas y aportó los últimos 10 millones necesarios ante el Banc Sabadell, hizo posible el aval de 124,6 millones, correspondientes al 15% del presupuesto. No fueron los directivos los principales avaladores, sino José Elías y Jaume Roures que aportaron 70 millones. Dado que los directivos tampoco quisieron pagar el mantenimiento de los avales, se pegó un sablazo a ISL (unos 350.000 euros), una empresa norteamericana que organizó dos amistosos de pretemporada y que ha reclamado inútilmente dicha cantidad. "Ya cobrasteis lo vuestro por la comisión de los partidos", fue la respuesta de mal pagador.

En el aspecto económico, Laporta ha realizado auténticos números de circo. Tengo para mí que ignoraba qué era y qué suponía el Fair Play financiero de LaLiga, lo que no existía en su primer mandato (2003/10). Si no, no hubiera ordenado al auditor la atrocidad de devaluar todos los activos del club, lo que ha sido la causa de los problemas económicos y no la "herencia nefasta" de Bartomeu, como se dice. Un hecho lo demuestra: muy a pesar suyo, Laporta no pudo instar una acción de responsabilidad, en reclamación de posibles pérdidas, por haber cerrado Bartomeu su mandato con 90 millones de superávit, sin contar la merma económica causada por el covid-19, que no fue debida a su gestión, sino por tener cerrado el club durante 16 meses por razones sanitarias.

Esa devaluación de activos, propició que no le salieran las cuentas por su incapacidad de rebajar los gastos y Laporta, aparte de vender el club a trozos, se inventó las célebres palancas que fueron un fiasco monumental por falta de inversores. Así, entre él y el tesorero Olivé tuvieron que avalaron 12 millones en 2022 para poder inscribir a Lewandowski y Koundé en el último minuto. En 2024 fichó a Dani Olmo por 55 millones sin tener la certeza de poder inscribirle en la Liga por falta de Fair Play financiero. Gracias a la lesión de larga duración de Christensen, Olmo pudo ser inscrito tras las permanecer en la grada las dos primeras jornadas de Liga por falta de la preceptiva licencia.

La última pirueta fue una especie de triple mortal sin red. La situación de Olmo en agosto se repitió a finales del pasado mes de diciembre, cuando caducó su primera inscripción. Ya fuera de plazo, pudo ser inscrito en LaLiga por una decisión política del CSD y tras vender Laporta 475 asientos Vip a dos empresas que nadie conoce de Dubai y Qatar, que aportaron los 100 millones necesarios para cumplir con las normas de inscripción de jugadores. El asunto está aún en un juzgado mercantil de Madrid que podría revocar tal inscripción. En ese empeño está ahora Tebas.

Como funambulista sobre una cuerda floja, Laporta parece feliz y convierte sus errores y negligencias en victorias. La próxima pirueta puede llegar si se confirma que la empresa italiana que ha de instalar la cubierta del nuevo Camp Nou ha pedido disponer del recinto sin público durante cuatro meses y medio como mínimo.

Pero no nos precipitemos. Por el momento, gracias a que Jagger y compañía prefieren seguir en el geriátrico se ha evitado otro ridículo histórico, como hubiera sido llevar el clásico fuera de Barcelona o quizá de España. Eso sí, todos los que criticamos el caos que causan los despropósitos y la irracional manera de gestionar el Barça de Laporta somos antibarcelonistas.