Hace más de 27 años, a finales de diciembre de 1997, apareció en el firmamento barcelonista un grupo que, bajo la denominación de Elefant Blau, tenía como objetivo desbancar a Josep Lluís Núñez de la presidencia del Barça. Dicho grupo estaba encabezado por Joan Laporta y Sebastià Roca y comenzó su actividad a los seis meses de unas elecciones, que reafirmaron a Núñez en la presidencia, al superar a Àngel Fernández.
El objetivo de Laporta fue el de instar un voto de censura, que sería el primero en la historia del club, y basó en el escrito de motivación una falta de cultura democrática al convocar las elecciones de 1996 en el mes de julio, en las erráticas decisiones en el apartado deportivo y en la delicada situación económica del club, que, según Laporta, había pedido un crédito bancario de 6.000 millones de pesetas.
Cabe apostillar aquí que hechos posteriores certificaron la inexistencia de dicho crédito y que Laporta convocó elecciones en 2006 no en el mes de julio, sino en la tercera semana de agosto tras su primer mandato y que en 2010 cerró su último ejercicio con pérdidas de 47,5 millones, lo que motivó que la Asamblea aprobara una acción de responsabilidad en contra suyo y de su directiva.
Hecho curioso fue que, antes de dejar la presidencia en 2010, Laporta contrara con la compañía Zurich una póliza de responsabilidad civil (cuyo coste de 84.000 euros lo pagó el club) para cubrir errores y negligencias de su gestión, tales como “incumplimiento del deber, error de declaración incorrecta o engañosa o cualquier acción u omisión ilícita” e incluso “incumplimiento de obligaciones legales”. Se curó en salud porque sabía que tenía los pies de barro.
Volviendo a su carrera como “elefante”, Laporta montó un entramado de mentiras, falacias e insinuaciones contra Núñez, que contaron con apoyo entusiasta del gobierno de Convergència (ahora Junts) del presidente Pujol, que se la tenía jurada a Núñez desde las elecciones de 1978. Los medios oficiales TV3 y Catalunya Ràdio, además de otros medios, colaboraron generosamente en ese empeño de embarrar todo y presentar una situación caótica.
Instalado en la mentira y con los altavoces citados, el abogado Laporta comenzó sus ataques a Núñez cuando pidió al club el listado de socios, a sabiendas de que eso era imposible por la Ley de Protección de Datos. El Juzgado de Primera Instancia número 49 de Barcelona, ante el que interpuso demanda, dio la razón al Club. Por cierto, el propio Laporta negó ese listado en 2008 a los promotores del voto de censura en su contra, que perdió, aunque no por la mayoría necesaria.
Enrabietado por la derrota, fue más lejos y presentó denuncia ante la Agencia de Protección de Datos por supuestas irregularidades en el censo. Tras ocho meses de investigación, dicho ente estatal no halló nada de lo que Laporta había denunciado y conminó al club a seguir protegiendo eficazmente los datos de sus asociados.
El tercer fiasco de Laporta llegó ante el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, que dictaminó que el plazo de recogida de firmas para un voto de censura debía ser el mismo que para recoger los avales para ser candidato a la presidencia; es decir, 14 días. Laporta pretendía recoger firmas “sine die”. Fue tan contundente la resolución judicial, que incluso el proboscídeo Laporta fue condenado a pagar las costas.
No cesó en su empeño de hallar cualquier resquicio y al respecto Laporta aprovechó que los directivos del Barça habían puesto a disposición del presidente sus cargos, en un gesto de confianza, para reclamar ante la Secretaria d’Esports de la Generalitat que aquello había sido una dimisión grupal y, por tanto, había que convocar elecciones. La Generalitat le negó la razón porque poner un cargo a disposición no significa necesariamente abandonar el cargo.
La quinta derrota llegó cuando instó a la Generalitat a ejercer un control efectivo del club y de sus procesos electorales. La Generalitat le respondió que no había motivo alguno para semejante intervencionismo, en algo que es privativo de la Junta Electoral.
Pero, aparte las vejaciones e insultos que dedicó a Núñez, lo más sonado fue cuando en su intento de demostrar pérdidas en los balances del club, contrató tres firmas auditoras (González y cia. Auditores SLR, Fornés, Salas y cia. SRC y Basic LS) para que emitieran informes catastróficos sobre las cuentas del club, pero sin haber tenido acceso a las mismas, ni haberlas contrastado con las dos firmas auditoras.
La reacción de Núñez fue denunciar el montaje ante el Colegio de Censores Jurados de Cuentas y el Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas (ICAC). El colegio profesional abrió un expediente deontológico y amonestó a las tres firmas citadas por falta de ética en su trabajo. Además, se quejaron de que Laporta les traicionó al divulgar su trabajo, cuando tenía que ser confidencial y de uso privado. Dos años después el ICAC emitió su informe tras no haber hallado incumplimiento alguno y destacar la calidad y el rigor del trabajo de los auditores del club.
Todo lo dicho, debidamente alimentado y manipulado desde los medios de comunicación oficiales, logró dar la sensación de un club en permanente estado de zozobra. Pero en el momento de acudir a las urnas y ejercer el voto de censura, Núñez ganó el plebiscito de forma clara.
Ahora Laporta se queja de que los medios hablen de sus errores, algo cierto y demostrado, cuando él en su momento fabricó falsedades, como demostraron los tribunales en los seis casos citados. Pero él, eso sí, se cree un gran barcelonista.