Piensa mal, y acertarás. Este refrán popular español que induce a la desconfianza fue una tabla de salvación para dos de los mejores futbolistas del mundo. Leo Messi desconfió de la palabra de Joan Laporta en el verano de 2023 y acertó. Tenía la lección aprendida, tras haber confiado en el pesidente del Barça durante el verano de 2021.
Mientras Laporta daba abrazos a maniquís y prometía asados para convencerlo, se ganaba la confianza de Messi. Más fuerte era su ánimo de venganza contra la junta de Bartomeu, que cuando estaba liderada por Sandro Rosell llevó ante la justicia a toda la anterior directiva de Laporta mediante una acción de responsabilidad. Laporta nunca perdonó aquello. El rencor era más fuerte que retener a Messi y decidió inflar las pérdidas del Barça para ensuciar (todavía más) el legado recibido. Sin ser consciente de lo que esto le supondría, Laporta hipotecó la situación del club y rompió su promesa con el astro argentino, mejor futbolista de la historia, que se quedó tirado. Llorando.
Dos veranos después, en 2023, Laporta intentó reconducir las relaciones con Messi. Contactó con el progenitor del crack, Jorge Horacio, a través de un amigo común, Alejandro Echevarría, y trataron de hacer realidad el regreso de Messi a Barcelona tras confirmar su salida de París. Messi quería volver al Barça antes de fichar por el Inter Miami y estaba dispuesto a poner mucho de su parte, pero en cuanto su padre se reunió con Laporta la conclusión fue clara: "Nos vamos a Miami". Los Messi no se fiaban de la palabra de Laporta y el tiempo les dio la razón. El Barça fichó a Gundogan, con la carta de libertad, y tuvo que constituir un aval de la junta directiva para inscribirlo, igual que a los Joaos --Félix y Cancelo--, que llegaron con un salario reducido y entraron por los pelos. Si Messi hubiese decidido comprometerse aquel verano con el Barça no habría podido ser inscrito. ¡Se habría vuelto a quedar tirado!
Nico Williams fue prudente. Su amor por el Athletic Club y los consejos de su entorno familiar le llevaron a tomar la decisión correcta: desconfió de Laporta. Pensó mal y acertó. Hoy puede jugar sin problemas en su Athletic, donde compite por la Europa League y se medirá al Barça en la Supercopa de España de Arabia. Si hubiese cogido el tren que le ofrecía el Barça, Nico no habría podido comenzar la temporada 2024-25 de azulgrana, habría sido inscrito de carambola a finales de agosto y ahora estaría sin licencia, sin poder jugar y sin saber qué hacer con su futuro. Eso sí, tendría la posibilidad de hacerse muy rico a costa del Barça.
Esclavos de su amor al Barça
Dani Olmo pagó el pato. Tras rechazar Nico la espinosa oferta del Barça, el club acudió al internacional español de Terrassa, formado en la cantera azulgrana. La diferencia con Nico es que Dani tenía el sueño de vestir la camiseta del Barça desde hacía muchos años y no podía dejar escapar la oportunidad. Tanto la quería que asumió el riesgo fatal de confiar en Laporta. Ahora le toca pagarlo.
La junta de Laporta pudo salvar in extremis su inscripción en agosto, gracias a la lesión de larga duración de Andreas Christensen. Hizo lo más difícil y ganó cuatro meses de margen para solucionar una situación económica que tenía más que hablada con la Liga, de la que era perfectamente consciente y cuya solución conocía. Sin embargo, la descarada irresponsabilidad del presidente del Barça le llevó a descuidar sus obligaciones, a dejar los deberes por hacer desde agosto a diciembre y ahora deja tirados en la cuneta a Dani Olmo y Pau Víctor, dos jóvenes futbolistas que pusieron su amor por el Barça por encima de las dudas que les pudiera generar la situación del club.
Ellos son esclavos de su decisión, pero Laporta es culpable de que se hayan quedado colgados, sin poder ejercer su derecho al trabajo. Y la excusa de que el Madrid mueve los hilos desde la Liga ya no cuela. Llevaba cuatro años jugando con fuego y, al final, el presidente se ha quemado.