Laporta se congratula, cada vez que comparece públicamente, de haberle devuelto la ilusión al barcelonismo. Pero si volvemos la vista atrás, 2024 ha sido el peor año para el club desde que el presidente tomara las riendas de nuevo en 2021.
Enero arrancó con la llegada de un delantero brasileño, Vitor Roque. Se le anunció soltando un tigre por la banda de Montjuïc pero resultó ser un lindo gatito acurrucado en el banquillo, sin las oportunidades ni la confianza que requiere un fichaje de su calibre: costó 30 millones fijos más 31 en variables.
El Madrid vapuleó al Barça en la final de Arabia y el Athletic, ni gato ni tigre sino león, eliminó al Barcelona de la Copa del Rey. El mes acabó con Xavi dimitiendo en diferido tras recibir cinco goles en casa contra el Villareal.
Tan solo la Champions subió la autoestima de un equipo a la deriva. La esperanza que generó la victoria de los azulgrana en la ida de los cuartos de final en París se disipó rápidamente con el duro golpe de realidad que supuso la expulsión de Araujo en la vuelta. El resultado final, 4-1 en contra, tiró por el desagüe las aspiraciones de la temporada. Fue otra semana maldita que acabó con una derrota por 3-2 en el Bernabéu y que finiquitó la temporada a dos días de Sant Jordi.
Lo que parecía un adiós cantado, el del entrenador, dio un giro de 180 grados en la famosa noche del sushi, uno de aquellos momentos icónicos que se recordará durante años. Laporta miró a los ojos a Xavi, le abrazó y le ratificó. Brindaron con cava, comieron makis y fumaron puros. A más de uno de los presentes se le atragantó el sushi y en Girona, tras encajar ocho goles (cuatro en la ida y otros tantos en la vuelta) descubrieron que el salmón tenía anisakis.
Se paralizó la planificación de la temporada siguiente cuando Xavi pidió el adiós de Lewandowski. Laporta mandó a Deco y a Bojan a conocer a Hansi Flick a Londres, la relación entre Laporta, Echevarría, Deco y Xavi se acabó de pudrir y pocas horas antes de que el equipo femenino ganara su tercera Champions en Bilbao, Laporta echó a Xavi y contrató al alemán.
Julio fue el mes de Nico Williams, con quien el Barça tuvo un amor de verano que acabó con el último helado de agosto. Sin embargo, se fichó a Dani Olmo, que se pasó dos partidos sin jugar por no tener suficiente Fair Play financiero y al que inscribieron hasta ayer. Se tomó las doce uvas sin saber si seguirá jugando con el Barça.
Para más inri se han lesionado de gravedad Ronald Araujo, Frenkie De Jong, Christensen, Marc Andre Ter Stegen y Marc Bernal y el cuadricep de Pedri le ha llevado por la calle de la amargura. El de Tegueste ha vuelto a sentirse futbolista en el tramo final del año y es una de las piezas claves del equipo junto a Lamine Yamal, el polluelo de los huevos de oro.
El Flick team arrancó como una moto y logró su punto álgido con dos maravillosas goleadas contra el Bayern y el Real Madrid. Tras disparar la ilusión de Montjuïc, el equipo se paralizó y empezó a perder partidos como si no hubiera un mañana. Cayó contra Las Palmas el día después de la gala del 125 aniversario, una celebración a la que no acudieron la mayoría de mitos vivos del club. Ni rastro de Puyol, Ronaldinho, Rivaldo, Iniesta, Busquets, Eto’o, Luis Suárez, Neymar, ni por supuesto, Leo Messi, enemistado con quien dirige el club de su vida.
El Leganés y el Atlético de Madrid provocaron que el Barça haya pasado sus vacaciones tercero, tras el Atlético y el Real Madrid, a los que llegó a sacarles nueve y diez puntos. Si bien las sensaciones futbolísticas son buenas, los números en la Liga son preocupantes.
Más allá del deporte, la situación del club en el ámbito económico también es deficiente. El Barcelona cerró su ejercicio económico con 91 millones de pérdidas y la depreciación total de Barça Studios. Incluso el auditor externo, Grant Thornton, una empresa externa al big four de los auditores, le dio un tirón de orejas al Barcelona por imputarse menos pérdidas de las que debía. Por no hablar del próximo presupuesto, elaborado con la idea de regresar al Camp Nou en una fecha en la que ya está claro que no regresará. O lo que es lo mismo, el Barça partirá con una desviación presupuestaria de decenas de millones de euros. Uno de los motivos de fijar una fecha irreal de regreso fue formular unos números que no empeoraran todavía más el límite salarial del equipo, desviado en 153 millones de euros según el juez que examinó la demanda de las medidas cautelares para inscribir a Dani Olmo.
Es cierto que el Barça ha logrado un mega contrato de esponsorización con Nike que le da oxígeno económico y alivia las cuentas, ya que ingresará, de media, más del doble de lo que estaba ingresando hasta ahora. Para obtenerlo tuvo que “mediar” un viejo amigo del barcelonismo, Darren Dein, que se embolsó una comisión de 50 millones de euros por participar en una renovación de un proveedor que acompaña al club como main partner desde finales de los años 90. Por no hablar de los preocupantes aspectos turbios que han ido aflorando a la luz pública, como el aval de la directiva sufragado por un proveedor del club o el pago de un millón de euros en una cuenta en Chipre a Fake Zahavi.
Con todo ello hemos llegado a 2025 inmersos en el culebrón Olmo. En can Barça y en La Liga cambiaron la última cena del año por un Glovo con pizzas, las uvas por intercambio de contratos millonarios y el carillón por la campana de inscripciones. Se confundieron con los cuartos y ahora han pedido una licencia federativa que La Liga no ha validado.
Laporta cacarea haber devuelto la ilusión al barcelonismo pero más que de ilusión se trata de ilusionismo.