Hace seis meses me compré un piso sobre plano. La intención es que me entreguen las llaves durante el primer semestre del año 2026, pero viendo que las licencias para las obras ya llevan retraso, seguramente estaré durmiendo en el nuevo dulce hogar unos cuantos meses después.

Esta batallita mía inicial, me sirve para hablar del hecho de que todas las obras comportan siempre retrasos e imprevistos. Las del nuevo Camp Nou no son una excepción, pero la gestión comunicativa sí. El socio y la socia han perdido la cuenta de los momentos que ha salido el club para decir que la fecha programada sería otra. Esto hace perder credibilidad y paciencia. Pero detrás de estos anuncios, también es evidente que hay una segunda estrategia. Desgastar a aquella persona que, con su carné en mano, ansía sentar su culo en el nuevo estadio.

El último anuncio parece una broma de mal gusto. El Barça no descarta jugar en Mestalla, el Metropolitano o, incluso, en Cornellà. Si alguien encuentra a un culé dispuesto a esto, que me llame por favor. Lo más seguro es que sigan jugando en la montaña mágica (y helada) de Montjuïc. Y, ya de paso, tapen el malestar ocasional que puede generar ver lo mal que juegan ante rivales muy menores de la Liga.

Las evidencias son claras. Derrotas locales contra el Leganés o Las Palmas hubieran tenido más consecuencias y desgastado la directiva actual si se hubieran disputado en el Camp Nou. El estadio Lluís Companys tapa la gestión de todo ello. Y no me refiero al malestar de la grada de animación, esto es otro tema donde tampoco entraré ahora mismo. Duele más una pañolada general o unos cuantos silbidos repartidos por todo el campo que un grupo reducido animando, insultando o tocando el tambor. Esto es lo de menos.