Los culés están muy ilusionados con la construcción de su nueva casa. Pero eso no quita que todo el proceso de licitación, adjudicación y construcción llevado a cabo por la directiva de Laporta ha estado lleno de opacidad, irregularidades y mentiras que solo hacen que levantar fundadas sospechas. Cuando la nueva junta llegó se encontró casi todo hecho para empezar las obras.

Había un proyecto elaborado por uno de los despachos más prestigiosos del mundo, Nikken Sikkei, escogido por una comisión formada por expertos independientes, cuyo coste ascendería a los 890 millones de euros para todo el Espai Barça, incluido un nuevo Palau, y que no implicaba el derribo de la tercera grada, que era la construida más recientemente y no presentaba ningún problema de visibilidad ni de estructura. El proyecto permitía compatibilizar las obras con jugar los partidos y no obligaba a ningún traslado. Las licencias y los permisos ya estaban concedidos. Incluso el club, con Bartomeu, ya había hecho y pagado obras preliminares. Y hasta la fórmula de financiación con Goldman Sachs estaba acordada para que el préstamo se devolviera con el incremento de los ingresos que generara la nueva instalación para que no afectara a las inversiones en el proyecto deportivo. Pero todo quedó parado por la pandemia.

Cuando llegó Laporta, lo primero que hizo es cambiar el proyecto y encarecerlo hasta que costara casi el doble. Concretamente, 1500 millones en lugar de los 890, y solo para construir el nuevo Camp Nou. Engañó a la asamblea de socios, que había autorizado el endeudamiento de esa cantidad para todas las obras del Espai Barça, incluido la construcción del Nuevo Palau, que ha quedado olvidado, y no solo para el Camp Nou.

Cambió los requisitos que debían reunir las empresas para adjudicarle las obras a una constructora turca, sin experiencia en grandes estadios, que no estaba ni entre las 30 mejores constructoras del mundo, fuera de la Unión Europea, y, por tanto, libre de los sistemas de control y fiscalización. Y como directora de obras escogió a Torrella Ingeniería, sin experiencia en estadios y que estaba especializada en naves industriales, hasta el punto que tuvieron que fichar de fuera al arquitecto responsable de las obras del Camp Nou cuando les escogieron, Fedde Huistra, que fue incorporado en abril de 2022. Huele fatal, no, lo siguiente.

Testigos aseguran que la vicepresidenta, Elena Fort, presumió: "Nos hemos petado a todo el Ibex 35". Todas esas irregularidades llevaron a dimitir a Jordi Llauradó, al reputado directivo responsable de patrimonio, y a Ramón Ramírez, director del Espai Barça para que Laporta colocará a sus amigos de la infancia con los que hundió al Reus. "Hemos adjudicado las obras a los turcos porque lo hacen con menos tiempo y por menos dinero" dijo el actual presidente del Barça. Pues resulta que no están cumpliendo los plazos. Es decir, las otras constructoras más reputadas tenían razón.

Laporta aseguró que por cada día que se retrasara la entrega de obras, el Barça cobraría un millón de euros. A día de hoy, ya deberían ser 15 millones pero no se sabe por qué no se reclama el dinero a la constructora turca, con la que debe tener unos buenos tratos y, en cambio, prohíbe la entrada a los socios de la Grada de Animació porque no pagan 21 mil euros de sanción. Laporta perdona al proveedor externo y castiga al socio-propietario del club, que tan legítimamente lo escogió como tan legítimamente le puede cantar "Barça, sí, Laporta, no".

Los turcos están ahora modificando aquel proyecto para rebajar los costes. Cualquiera puede ir al perímetro de las obras y comprobar como hay el típico cartel con la foto donde se ve cómo quedará la obra final. Resulta que la cubierta no será la de la foto, sino una más económica de cable tensado. Y tampoco habrá el marcador 360 grados que también estaba proyectado.

Ayer empezaron a instalar unas cabinas prefabricadas para la prensa. En cuanto a los plazos, también nos han mentido. Laporta dijo hace un año: "Inauguraremos el nuevo estadio para el 29 de noviembre coincidiendo con el 125 aniversario". Hace solo dos meses, al mismo tiempo que el club emitía una nota asegurando que el traslado no se haría hasta marzo del próximo año, la vicepresidenta Elena Fort aseguraba en rueda de prensa que "el club está trabajando para tener el estadio preparado para volver antes de final de año".

Viendo el estado de las obras ya se ve que esa fue otra gran mentira. La directiva solo cobró la mitad del abono en Montjuïc contando que volverían en febrero. Ahora a los abonados les hace pagar dos partidos más porque dicen que la vuelta, con un incremento de precio de hasta un 70% en algunas localidades, será en marzo, aunque muchos de los proveedores trabajan con la previsión de finalizar las obras en julio.