Hansi Flick sacó a sus niños a jugar en la Champions, ante el asombro de Belgrado, que vio cómo un puñado de chavales, mucho de ellos aún sin la edad para conducir un vehículo o ir a las urnas a votar, se ensañaron contra un Estrella Roja venido a menos. El campeón serbio fue sometido por una banda de adolescentes, que parece que jueguen todavía en el patio de la escuela, arropados con un desparpajo sobrenatural y una voracidad pantagruélica. Hasta nueve canteranos --si somos estrictos ocho porque Pau Víctor no es canterano pese a jugar el año pasado en el filial-- acabaron en el Pequeño Maracaná dando un recital de fútbol y demostrando que el fútbol no tiene edad sino talento.

El kindergarten (guardería en alemán) que se ha sacado de la manga Flick es digno de elogio. La mayoría ya estaban el curso pasado --algunos como Pau Cubarsí o Lamine Yamal incluso triunfando--, pero había como una empanada general entre la chiquillería, ejemplarizada en un Marc Casadó, que era convocado sistemáticamente para luego acabar arrinconado en el banquillo. Otros como Balde o Gavi estaban viviendo su calvario particular por culpa de las lesiones, mientras que Pau Víctor se estaba ganando las lentejas en el filial blaugrana. Y qué decir de Gerard Martín o Sergi Domínguez, debutantes con Flick, pero que ya empiezan a asomar la cabeza, o Dani Olmo, un fichaje estratosférico, que ha convertido los 60 millones que costó en la mejor inversión de la última década, con permiso de Jules Koundé, ahora mismo el mejor lateral derecho del mundo.

Y entre todo este marasmo de felicidad culé, destaca por encima del resto un renacido Pedri. El canario, tras acabar la temporada sin pena ni gloria, ha cogido los mandos de la nave de Flick para liderar un Barça temible en todos los sentidos.

Mientras tanto, a seiscientos kilómetros de Barcelona, un club está viviendo su particular travesía del desierto. Víctima de su soberbia y prepotencia, el Real Madrid se está desangrando por momentos ante la mirada atónita de Ancelotti. La gran estrella, Kylian Mbappé, se encuentra en un estado comatoso, futbolísticamente hablando, más que preocupante, mientras el equipo busca desesperadamente un líder donde agarrarse. Con Vinicius en fuera de juego tras la humillación del Balón de Oro y Bellingham más seco que la mojama, todas las miradas se dirigen a Modric, un jugador que lleva tiempo pidiendo tiempo muerto.

La imagen del Real Madrid ante el Milan, cayendo en el Bernabéu, con un solo canterano en el campo (Lucas Vázquez), deja claro que la Masía ahora mismo le saca los colores a la Fábrica. Y decirlo ahora mismo es un eufemismo, porque desde la época de la 'quinta del Buitre' --finales de los ochenta y principios de los noventa--, que los canteranos que han acabado jugando en el primer equipo del Real Madrid se cuentan con los dedos de una mano.