Pablo Iglesias se hizo célebre hace diez años cuando en un Congreso de Podemos acuñó una proclama que hizo levantar a todo el auditorio: "El cielo no se toma por consenso, sino por asalto". Esta frase, que parece ser extrajo de Karl Marx, le persiguió con éxito durante la campaña electoral, sacando un rédito importante en las urnas, hasta el punto de convertirse en aquel momento en la tercera fuera política.
Extrapolando al mundo del fútbol, un entrenador alemán, que hasta este verano estaba en paro, también se ha empeñado en asaltar el cielo. Aunque en su caso, no sería tan sorprendente: lo logró con el Bayern de Múnich hace un lustro. Y siendo el Barcelona una de sus víctimas, al que desalojó de la Champions con una goleada (2-8), que sigue emborronando los libros de historia de la entidad catalana.
Con suma educación y sin estridencias, Hansi Flick se ha convertido en el ídolo indiscutible de la afición y el líder absoluto del vestuario. Desde su aparición en el escenario blaugrana, el entorno ha decidido remar a favor, Laporta ha dejado de bajar al vestuario, los jugadores se han transformado en 'Terminators' y Montjuïc en la gran catedral del gol.
Sus ruedas de prensa son modélicas para cualquier asesor de imagen -ninguna palabra altisonante ni gesto irascible-, pero aburridas para los periodistas: encontrar un titular ante tanto topicazo se ha convertido en una gesta. Todo transcurre con tanta normalidad y naturalidad, que seguir la actualidad blaugrana empieza a tener pocos renglones torcidos.
Con Flick como gran pigmalion, el FC Barcelona está viviendo una epifanía. Todo lo que toca el alemán huele a éxito. Ha convertido a un chaval de 17 años, en el jugador franquicia de su proyecto, a un brasileño desahuciado, en la gran esperanza para conquistar el triplete, en un canario agraviado, en el genio de la lámpara, a un central vasco represaliado, en un muro inexpugnable, a un delantero con casi más años que Matusalén, en el mejor goleador del momento, a un francés resabiado, en el ejemplo de sacrificio y trabajo y a un canterano 'casado' en el banquillo el año pasado, en la reencarnación de Sergio Busquets.
Con este grupo de apóstoles -son más de doce-, el mesías alemán está muy cerca de asaltar el cielo. El miércoles hizo un milagro que ríete tú el de multiplicar los panes y los peces -ganar al Bayern tras ocho años de miserias y humillaciones-, y el sábado tiene la posibilidad de convertir el jardín de Messi en el paraíso definitivo para los culés. Como decía Pablo Iglesias, al cielo se llega sin preguntar ni pedir permiso, dando patadas a las puerta si hace falta. Flick está punto de asaltarlo ante los nuevos 'galácticos' blancos, a lo bruto, sin anestesia, con un grupo de imberbes con ganas de comerse el mundo. Como diría aquel, quien avisa no es traidor.