La semana grande del barcelonismo arrancó el sábado con Laporta dando un paseo triunfal por la asamblea. El presidente aprobó, sin despeinarse, un presupuesto con 91 millones de pérdidas. Como era de esperar, la junta directiva expuso la depreciación de Bridgeburg Invest como un criterio de prudencia y los socios compromisarios validaron unas pérdidas millonarias. Atrás quedó la lectura divergente de los números de Víctor Font, que calificó las pérdidas en unos 350 millones de euros y la deuda en 2.500.

También quedó atrás la presentación en sociedad de Som un Clam, grupo de oposición a la junta directiva y con claros tintos electorales, pese a la insistencia de su líder, Joan Camprubí Montal, en disimularlo. Este grupo juntó a unas 1.500 personas en la Fira de Barcelona. Algunos de ellos, personas ilustres del entorno del club. Exdirectivas como Maria Teixidor, extrabajadores como Juanjo Brau o Jordi Roura, así como Jordi Jacas, reputado chef del Molí de l’Escala. Este grupo también juntó en la sala ejecutivos de la primera época de Laporta, de Bartomeu y hasta anteriores a la junta que en 2003 cambió la historia del club.

Pese al ajetreado movimiento del entorno, Laporta aprobó las cuentas en una asamblea en la que aparecieron conceptos tan variopintos como Taylor Swift, La que se avecina o chumba-chumba, en la que no faltó Joan Gaspart y tampoco Xavier Sala Martín defendiendo que la contabilidad es subjetiva y que donde pone 91 millones de pérdidas, podría poner perfectamente 100 millones de beneficio.

La semana grande siguió en Montjuïc, con una goleada de escándalo al Sevilla y el retorno de Gavi, vivido por todos como la vuelta a casa del hijo pródigo. La imagen icónica que nos brindó Pedri, entregándole el brazalete de capitán a un chaval de La Masía que volvía 348 días después ya es uno de los momentos más importantes de la temporada.

La tarea de Flick ahora es convencer a Gavi de que hasta enero debe tomárselo con mucha calma. “Ahora lo aguantábamos entrenando, pero a ver quién le aguanta ahora en el banquillo”, bromeaban desde la Ciudad Deportiva. El regreso de Gavi supone, con permiso de Dani Olmo, el fichaje de la temporada. En época de vacas flacas en cuanto a fichajes, recuperar un jugador como el de Los Palacios es maná caído del cielo para el Barcelona.

Pero la prueba de fuego llega hoy al Estadi Olímpic. El Bayern medirá el nivel real del Barcelona de Flick y dictará si el equipo ya es suficientemente maduro para competir por la Champions o debe seguir en proceso de evolución. Lo hará sin De Jong en el once. Es un caso conflictivo el del neerlandés. Los médicos dicen que está bien, pero él va renqueante de una molestia física. Según nos consta, no está para ser titular hoy ante el Bayern y estará a punto para el partido del Madrid. Otra cosa es que, ante la magnitud del encuentro, decidan forzar.

Con De Jong o sin él, el Barcelona visitará el Bernabéu después de enfrentarse al Bayern de Munich en esta Champions Frankenstein que nos han regalado. Los blancos volvieron a tirar de épica para superar al Borussia de Dortmund, que se desmoronó en cuanto empezó a cabalgar Vinicius y a rugir el Bernabéu. El único equipo que resiste a las embestidas blancas es el Barcelona y a los únicos colores que temen en Chamartín es al azulgrana. Aún vive el recuerdo fantasmagórico de Messi entre las gradas del ruidoso Bernabéu, recuerdo del que quiere apoderarse Lamine Yamal.

En el ecuador de la semana grande, el Barça lo tiene todo de cara para dar un golpe encima de la mesa. Cuanto más apocalípticos son los vaticinios sobre los números, aparece el tesorero Oliver para defenderlos a capa y espada. Cuando hay tambores de guerra en la oposición, más cuaja el discurso de estabilidad institucional que reclama Laporta. Incluso aparecen Flick y Xavi en una fotografía para recordarnos que aquí, lo primero es el Barça. Ante Musiala y Vinicius, Lewandowski, Raphinha y Lamine Yamal. Así se escribe la semana grande del barcelonismo.