El president Joan Laporta ha convocado una nueva asamblea de compromisarios para el próximo 19 de octubre y, a pesar de los rumores, nuevamente será una asamblea telemática, que tendrá la misión de aprobar los números de la junta directiva y elevar diferentes cuestiones a los dirigentes del club.
Este formato ha vuelto a abrir el debate sobre el máximo órgano de control del Barça, un club que es propiedad de sus socios, sobre si una asamblea es suficiente para fiscalizar la acción de la junta directiva del club, más cuando una vez más la junta será telemática y no recupera la presencialidad de otras épocas.
Para el recuerdo quedan algunos momentos míticos de las asambleas de socios, donde presidentes como Núñez, Gaspart, Laporta o Rosell han tenido la complicada misión de convencer a la masa social blaugrana para que les dieran su confianza a sus proyectos, a parte de algunas intervenciones memorables que han copado programas enteros del APM?, preguntando sobre el precio de los frankfurts del Camp Nou o demás cuestiones de poca importancia.
Las últimas veces que se ha reunido el máximo órgano de representación de los socios han sido con la aprobación de cuestiones de elevada importancia, como las obras del Espai Barça y su presupuesto o incluso, la votación en contra del cambio del escudo del club, cuestiones importancia y que deben ser debidamente debatidas, con todos los argumentos posibles.
Evidentemente el formato de la asamblea de compromisarios no resulta el más adecuado para favorecer la participación del máximo número de socios ni tampoco para tener debates de importante calado de la mejor forma, por lo que los dirigentes del club, actuales y futuros, tienen la difícil tarea de actualizar estas fórmulas para encontrar el mejor encaje en la forma de dirigir y controlar un club, con la efectiva participación de sus socios, donde la información debe ser totalmente transparente y con canales de preguntas, cuestiones o incluso sugerencia que funcionen de manera efectiva.
Seguramente quedan cosas a mejorar, el paso de los años siempre obliga a actualizarse en todo momento, pero es importante recalcar el fuerte carácter democrático que tiene un club tan grande como el Barça desde sus orígenes.
Que la propiedad del club deba ser de sus socios es un principio fundamental que la gran mayoría de socios y aficionados comparte y defiende a ultranza, aunque ello no quiera decir que deben encontrarse mejores métodos de participación de los mismos, que augmenten la presencia de la masa social, hoy limitada a una asamblea al año.
Que la asamblea vuelva a ser telemática cuando la pandemia ya es sólo un mal recuerdo no ha sentado demasiado bien a la masa social culer, que reclama volver a la presencialidad o, como mínimo, que la asamblea sea en formato híbrido, para favorecer mayor participación y especialmente, evitar que una pantalla evite a la dirección actual dar respuestas a los socios tras un año donde ha quedado patente que la propiedad exige muchas explicaciones.
En los últimos meses hemos visto como aparecían grupos de oposición a la junta directiva de Joan Laporta, como son los grupos de Víctor Font, ‘Som un Clam’ o ‘Suma Barça’, grupos de socios críticos o descontentos con la actual gestión que están presentando sus inquietudes y propuestas a la masa social blaugrana para que sean escuchadas, al fin y al cabo, el club es de sus socios y no de la junta directiva.
Seguramente al equipo de gobierno del club puede no gustarle que aparezcan opiniones contrarias, pero realmente es una buena muestra de la buena salud democrática que tiene el Barça, donde un grupo de socios pueden organizarse para mostrar su preocupación o sus propuestas para unas eventuales elecciones, que pueden incluso forzar mediante una moción de censura.
La democracia está muy arraigada en el ideario blaugrana, que defiende totalmente el modelo de propiedad, la crítica y las voces discordantes, unos valores que en el día de hoy no resultan habituales y que, por poner un ejemplo, en otros clubes serían totalmente inimaginables, lo que hace todavía más grande en valores y espíritu el modelo del Barça.
Debemos encontrar mejores fórmulas para garantizar la participación de los socios en la gestión y control del Barça, pero lo que no podemos perder nunca es este espíritu crítico y democrático que tenemos implantado en nuestro ADN desde el día que nacemos.
El Barça es así, mejorable, pero profundamente democrático. Y que siga siendo así.