Los más viejos del lugar seguramente recuerdan aquel tiempo en el que entre las huestes barcelonistas contrarias a la junta directiva que llevaba diecinueve años dirigiendo al Barça surgió una “guerrilla” conocida como el Elefant Blau. Maltrató al nuñismo de una forma despiadada, lo acusó de pretender transformar el Barça en una Sociedad Anónima y le planteó en 1997 hasta un voto de censura, el primero en la historia del barcelonismo, tras conseguir el apoyo de Johan Cruyff.
Aquel Elefant Blau aparecía por todos los frentes. Sus barritos se escuchaban en el Camp Nou y en todos los medios de comunicación. Muy pocos periodistas lo criticaban. Lo integraban un grupo de “yuppies” de la época. Poco a poco se hicieron con la defensa y el apoyo de barcelonistas que estaban decepcionados con los resultados obtenidos por el primer equipo. El dream team había pasado a la historia. Y el barcelonismo solo podía contentarse con los triunfos en las secciones.
Exactamente como hoy. Pero hoy quien celebra solo triunfos del fútbol femenino y de otras secciones es el protagonista principal del Elefant Blau. Ver a Joan Laporta levantar la Champions de balonmano me recordó aquellos viejos tiempos en los que el presidente Núñez se jactaba de tener el club más importante del mundo en todos los deportes. Pero pese a eso, que hoy vuelvo a leer y escuchar, fue criticado hasta lograr su dimisión. También lloraba Núñez, como hoy hemos visto llorar a Laporta.
Pero hoy el presidente hace y deshace, pierde ejecutivos importantes, y ficha todo lo que sus representantes amigos le aconsejan. Hasta a un entrenador alemán –ay, si Johan levantara la cabeza-. Es la tristeza del Barça actual. Sin oposición válida ni creíble. Sin voces convincentes y con el socio cada vez más descontento y menos orgulloso de un club que parece ir para atrás y no para delante. Ya no hay elefantes azules, ni de otros colores.