Por fin Laporta salió a dar explicaciones después de la polémica y surrealista destitución de Xavi. Ha sido tarde y en una entrevista hecha a medida, pero, al menos, hemos podido escuchar al presidente confirmar aquello que ya sabíamos.

El cambio de discurso de Xavi fue el detonante de su marcha, pero, el presidente, también nos dejó entrever que el de Terrassa no confiaba lo suficiente en la plantilla y quería hacer demasiados cambios. Cuando el entrenador no cree en sus jugadores ya no hay nada a hacer y, cuando pasa al revés, tampoco. El cambio era urgentemente necesario, pero la gestión de este, también era muy mejorable.

Por otro lado, Laporta también volvió a ofrecer una buena dosis de optimismo a los culés que no sé hasta qué punto es real. El presidente dijo que se podrá volver a trabajar con cierta normalidad en el mercato gracias al cumplimiento de la normativa del fair play, también que no habrá que hacer ventas dolorosas, que no peligra el modelo de club y que estamos llegando al último tramo de estos años de vacas flacas.

Insisto, no sé si todo esto será verdad, tampoco tengo claro que las palabras de Laporta se ajusten 100% a la realidad, pero lo que es obvio es que ahora, después de una temporada para olvidar, en la que se han acentuado los títulos del Real Madrid, el barcelonismo necesita aferrarse a algo para remontar el vuelo y volverse a ilusionar. Con algunos lo habrá conseguido, con otros no, pero lo que está claro es que Laporta envió el mensaje que todos los culés necesitábamos escuchar.

Manos a la obra

Ya sabíamos que unas obras de la magnitud del Camp Nou traerían muchos problemas y muchos quebraderos de cabeza. Que molestarían a los vecinos y que los planes no saldrían como inicialmente estaban previstos. Cero sorpresas, veremos si finalmente el curso que viene podremos volver a casa tal y como se nos ha dicho.

Urge poder volver a la normalidad por lo que supone jugar en el Camp Nou, en el estadio de siempre, pero también por lo que generará. Más allá de las bromas por su estética comparable a una lata de sardinas y de los problemas de insonorización, el nuevo Bernabéu funciona como un trueno. Sold outs en cada partido, conciertos, NFL, UFC, publicidad… Todo lo que genera es brutal y la gestión de Florentino avanzando las obras durante la pandemia fue un auténtico acierto.

Siento envidia sana de ver lo bien que está funcionando el nuevo estadio blanco y, deseo con todas mis fuerzas, que el nuevo Camp Nou esté a la altura. Que sea la casa de todos los culés en la que el equipo consiga muchos éxitos, pero que también suponga una fuente de ingresos básica para el club. Tan importante será una cosa como la otra.

Fumata blanca, demasiado blanca

El sábado la decimoquinta, el domingo la celebración, el lunes el fichaje de Mbappé y ahora, ¿qué? ¿Les tocará el Euromillón a todos los madridistas? Poco más pueden pedir a estas alturas los forofos del Real Madrid.

La llegada de Mbappé es una nueva inyección de moral comparable a un título, pero, dicho esto, que nadie se piense que el francés llega gratis ni que Taylor Swift pagará su fichaje. A Florentino Pérez le tocará rascarse el bolsillo. Y que nadie se piense tampoco que con Mbappé se ganarán los títulos antes de jugarlos. ¿Os acordáis de los Galácticos? El rompecabezas cada vez es más difícil de encajar, hay demasiados gallos en un mismo gallinero y tantos cromos no siempre es sinónimo de éxito.

Pero sí, está bien, no podemos hacer como si nada. Con Mbappé el Real Madrid asusta todavía más, aunque también prefiero fijarme en el proyecto de un Barça que necesita mejorar urgentemente. Una vez más, tenemos que fijarnos en nosotros mismos, mejorar en todos los sentidos y tener presente que nuestro principal rival somos nosotros mismos. Si conseguimos superar esta crisis ya pueden fichar a Mbappé, a Michael Jordan, a Hulk y a Superman, que lo único que sentiremos será indiferencia hacia ellos y una confianza absoluta en nosotros.