Deco ha reconocido públicamente algo muy grave. Como representante de Raphinha pactó con el Barça cobrar entre el 5% y 10% del sueldo anual del jugador brasileño, que rondaría los 12 millones de euros brutos, por cinco años de contrato. Esto son unos cinco millones para Deco, quién ha admitido en la SER que el club se comprometió contractualmente a pagarle la totalidad del dinero. Los servicios que ha prestado no quedan claros: ¿Atender, representar y defender los intereses del futbolista o intermediar en la operación de traspaso? Nadie lo ha aclarado.
Laporta, en una entrevista a Mundo Deportivo, también ha ratificado que "Deco hizo una única factura por el tema de Raphinha por la totalidad (los 5 años) y luego la vendió a un fondo de inversión". Y, evidentemente, cuando el club aceptó esa única factura por la totalidad se obliga a pagarle por los 5 años que firmó Raphinha sin esperar a ver si realmente los cumple en el club. Según la opinión de diversos juristas consultados, esta conducta podría ser compatible, presuntamente, con la de un delito de Administración desleal, dado que Laporta facilita que el club pague a Deco, que curiosamente es socio y amigo íntimo de su excuñado, Alejandro Echevarría, la totalidad de sus "teóricos" servicios prestados como representante de Raphinha por los 5 años de contrato, desconociendo en el momento de obligarse, si el futbolista los cumplirá.
Lo normal es que esa obligación de pago se vaya generando cada año siempre que presta el servicio y Raphinha siga en el club, y no asegurarle, inicialmente, al representante el cobro de la totalidad de los 5 años. Que se pague a plazos no tiene importancia. Además, esa obligación de pago devenga una obligación de comunicación a la Liga porque afecta al límite salarial. Podría darse el caso de que Raphinha se marchara traspasado a otro equipo este verano, tras haber cumplido solo 2 años de contrato, dejase de ser un activo del club y, aún así, el Barça le habrá pagado a Deco, su representante, los 5 años correspondientes al 5% o 10% del salario del jugador.
Esto Laporta ya lo hizo con Ibrahimovic y Mino Raiola. El delantero sueco solo estuvo un año en el Barça, pero el club le pagó la comisión anual al representante italiano por todos los años que había firmado, aunque el futbolista dejó de ser un activo del club en el primer año. También se abonó una comisión de 10 millones, presuntamente en favor de Pini Zahavi, por el fichaje de Lewandowski y otra menos cuantiosa a Darren Dein por intermediar en el patrocinio de Spotify. Eso no es gestionar con diligencia la economía del club cuando precisamente está tan perjudicado. Por eso no es un buen síntoma para los intereses del Barça que los representantes estén tan contentos con Laporta y hablen tan bien de él.
Pero volvamos a que Deco cobra por defender los intereses de Raphinha durante los 5 años de contrato que firma con el Barça. Al segundo año, resulta que el club contrata a Deco, pero, esta vez, como director deportivo. En lugar de dejar de cobrar la compensación por defender los intereses de un jugador de la plantilla, Deco admite en el programa radiofónico Què t’hi jugues! que vende esa factura de los 5 millones a un fondo de inversión, que algún día se sabrá quién hay detrás y a quién distribuye, al que el Barça le seguirá pagando el 10% del salario de Raphinha para hacer ver que no hay un conflicto de interés. Pero todavía está más claro que lo hay. Porque si el fondo, que cobra del Barça, le ha comprado a Deco su factura, el portugués cobra igualmente del Barça, aunque sea con ese fondo interpuesto. Y se hace porque, precisamente, están admitiendo el conflicto de intereses.
Y esa factura cobrada por Deco a través del fondo se genera porque, en teoría, y como representante de Raphinha, estará defendiendo los intereses del jugador durante esos 5 años. Pero es que al mismo tiempo, en esos mismos años, Deco también cobra del Barça por defender los intereses, en este caso, del club, como director deportivo.
Y lo reconoce tranquilamente en esa entrevista en la SER, en la que también dice que no ha cerrado sus empresas de representación dedicadas al mundo del fútbol y que, si el club le obligase a cerrarlas, preferiría dejar su cargo en el club. Increíble. ¿Cómo se puede cobrar del Barça por defender los intereses de un jugador de la plantilla durante 5 años y en esos mismos años cobrar también del Barça por otra parte para defender los intereses del club? Esto nunca lo permitiría el Compliance de cualquier empresa.
En el Barça, ostenta ese cargo Sergi Atienza, que en teoría tiene la obligación de evitar estos conflictos de intereses y/o la comisión de posibles delitos en las conductas de directivos y trabajadores del club. El caso es que su independencia para controlar eso es muy dudosa desde el momento que fue socio de despacho de Laporta y amigo íntimo del presidente, hasta el punto que pidió el voto y recogió firmas para Laporta en campaña electoral. Y entonces se comprende todo. Se entiende esto y que tampoco le parezca un conflicto de intereses que Guim Laporta, el hijo del presidente, sea el representante del jugador de la cantera Marc Bernal, a quién el club piensa potenciar y firmarle un nuevo contrato en breve.
Y se entiende que este mismo Compliance dijera que no había conflicto de intereses en los fichajes de Aubameyang y Marcos Alonso porque Guim Laporta, el hijo del presidente, no cobró directamente del Barça sino que lo hizo a través de Fali Ramadani, que es socio de Raúl Verdú y del propio hijo del presidente. Así funciona el Barça actual. Ahora se comprenden mejor el porqué de tantas dimisiones internas. Y, mientras, el directivo responsable del Barça de basket, Josep Cubells, reclama en otra entrevista que los directivos deberían cobrar cuando saben de siempre que, en teoría, es un cargo honorífico. Lo incomprensible es el silencio mediático.