Casi todos los entrenadores coinciden en que el VAR es necesario y representa una ayuda de mucha importancia para el árbitro central. Estamos de acuerdo, pero siempre y cuando el equipo de colegiados sea honesto, y no sea como el que escondió imágenes trascendentales en el partido del Bernabéu que ha dado la vuelta al mundo no precisamente por la excelencia del juego sino por los flagrantes errores arbitrales.

Pero igual de  imprescindible para la decencia del fútbol sería que los jugadores tomaran conciencia y también actuaran de forma digna, tuvieran un respeto por el público, por el rival y por ellos mismos. Fingir faltas está muy alejado de ser sinónimo de honradez. Marcar goles con la mano y celebrarlos como si hubieran sido marcados de forma legal abraza la inmoralidad y besa la deshonra. Por mucho que encuentren genios de los micrófonos que los bauticen la mano de Dios, como el de Diego Armando Maradona en el Mundial de 1986 contra Inglaterra. Hasta el propio Leo Messi le marcó uno al Espanyol con la mano, y Paul Scholes, y Raúl González, y Kun Agüero, y hasta un hombre que fue un abanderado del fútbol elegante y del juego limpio como Thierry Henry en algún momento de sus vidas ha violado las reglas básicas del deporte.

Ninguno comparable a Miroslav Klose que, jugando con el Lazio contra el Nápoli (2012), marcó un gol con la mano y luego tuvo el valor de reconocerlo ante el árbitro "Fue con la mano. Anúlalo", le dijo. Del vestuario ya tendrían que salir los jugadores con la consigna de demostrar su honradez, y de la misma forma que corren a protestar una jugada desfavorable tendrían que hacer lo mismo cuando son favorecidos. Claro, que yo a Vinicius no lo veo adoptando una conducta semejante. Él, sin duda, para mi es el jugador más antipático y maleducado, por decirlo suavemente, del fútbol español.