La Supercopa de España es el patito feo de las competiciones españoles. El título menos valorado, aunque el formato actual es tan acertado como equivocado el escenario. Ni el argumento del dinero se sostiene para trasladar el torneo a Arabia Saudí en lugar de escoger una ciudad española que congregara durante cuatro días a los mejores clubes nacionales. La Supercopa, sin embargo, puede ser la tabla de salvación del Barça de Xavi o el principio del fin.
El Barça vive tiempos muy convulsos, marcados por una crisis económica que atormenta a todos los estamentos del club. La desesperación de Laporta en la búsqueda de nuevos ingresos coincide con las urgencias de Xavi para gestionar una plantilla corta y acomodada. Muchos futbolistas saciaron su hambre con la pasada Liga y el equipo deambula como un alma en pena.
Xavi sabe que se la juega en los próximos meses. También conoce el ruido mediático de un club ciclotímico por definición, con personas próximas al presidente que cuestionan sus decisiones y critican su dirección.
El partido contra el Real Madrid tendrá consecuencias a corto plazo. Siempre las tiene. Llega mejor el equipo de Carlo Ancelotti, líder en la Liga y autoritario en la Champions, pero sabe Xavi que una victoria ante el eterno rival es el mejor ansiolítico para un Barça que busca su punto de inflexión.
Xavi está tocado y, de morir, quiere hacerlo con sus armas. Quiere que su Barça sea atrevido y, sobre todo, fiel al adn del club. El balón será el gran aliado del equipo. En el último duelo, disputado en Montjuïc, el Barça fue mejor durante una hora, pero no supo encajar el primer golpe que recibió.
El Barça necesita la pelota y el Real Madrid, un ritmo alto. El equipo de Xavi está con los justo, lastrado por lesiones capitales como las de Ter Stegen y Gavi, su futbolista más combativo. El grupo de Ancelotti, mientras, confía en el desequilibrio de Vinicius y la pegada de Bellingham, dos buenos argumentos en un equipo mucho más físico y cohesionado. Menos necesidad tiene el Madrid, mientras que al Barça le va casi la vida.