¿Qué tocará este jueves? ¿Cara o cruz? ¿Los titulares de los medios de comunicación del viernes destacarán el renacimiento del Barça que desean todos los culés o habrá más páginas hablando de decepción y de un equipo poco convincente? La desconfianza se ha extendido en el Barça como el virus griposo que nos está atacando en este principio de año. La provocan los jugadores y contagia a los aficionados. Es lo que pasa cuando un equipo se convierte en imprevisible. Cuando se espera y no llega. Puede hacerlo bien, pero también puede cumplir una actuación que no colme la ilusión de muchos. Todo normal en un conjunto que nos acostumbró a verlo ganar casi siempre. Y no solo a saborear victorias y éxitos. También nos cautivó. A nosotros y al mundo. Nos enamoró tanto que vivimos nostálgicos de aquello y hay quien sigue vendiendo la idea de lo imprescindible que es mantener el modelo, el adn y las ideas de los que lo parieron. Es como esperar que alguien escriba como García Márquez o que alguien pinte o dibuje como Dalí o cante como Sinatra. De ese encanto, no me cansaré de repetirlo, hay que despertar ya. Aquella música celestial se acabó. Hay que inventar algo nuevo.

Es por ello que el barcelonismo está viviendo una etapa entre incrédula, escéptica y pasota. Parece huérfano de un revulsivo. No quedará contento el socio solo con triunfos. Este es un equipo que viene de ganar un título de Liga y ahora defenderá el de Supercopa que ganó hace un año. Pero nadie parece creer en él, y todo  por el sube y baja que practica. Tampoco encontraríamos locos que apostaran todo a una derrota azulgrana en esta competición. Es como si estuviéramos esperando un resurgir, pero sin fe, con nula confianza. Ganar en Riad significaría una inyección de moral tremenda para el club, el equipo y la afición. ¿Perder? No quiero pensarlo.