Xavi Hernández Creus es el entrenador del FC Barcelona. Es mi entrenador, es tu entrenador. Es el entrenador de todos los culés. Xavi Hernández se merece todo el crédito del mundo por quién es. Por lo que fue como canterano, como jugador del primer equipo del Barça y como capitán azulgrana. Xavi Hernández también se ha ganado todo el crédito del mundo por méritos propios. Su labor al frente del primer equipo es encomiable. Ha puesto paz a las tensiones, ha sacado agua del bote cuando arreciaban las tormentas y ha rescatado a grumetes que habían saltado por la borda. En Culemanía defendimos a Koeman en su momento, un mito viviente de la historia del Barça, y estamos a muerte con Xavi Hernández. Olvídense de Arteta o Míchel, por bien que lo hagan al frente de Arsenal y Girona. Nuestro hombre se llama Xavi. 

Y no tiene sentido discutirlo. No tiene razón de ser el dudar sobre la figura de Xavi porque deja pruebas patentes y fehacientes de su implicación de valor incalculable con el Barça. Tanto él, como su staff técnico, con el papel imprescindible que juegan su hermano, Òscar Hernández, y Sergio Alegre. A muerte con todos ellos. 

No hay debate sobre su continuidad, no hay debate sobre su futuro ligado al Barça. Lo queremos donde debe estar, en casa. Y cualquier barcelonista que sea partidario del cambio, se equivoca. A nivel deportivo no hay mejor opción en estos momentos. 

Dicho esto, y obviamente nuestra postura de defensa sobre la figura de Xavi queda fuera de cualquier duda, lo que no podemos hacer es obviar la realidad o eludir cualquier tipo de crítica. El barcelonismo es exigente por naturaleza y la esencia del espíritu tribuneru consiste en decir lo que se hace menos bien y lo que se puede mejorar. Y este Barça de Xavi ha mejorado mucho, pero todavía tiene mucho a mejorar. 

No podemos comprar ese discurso de "cuando ganamos, se quejan porque no jugamos bien y cuando jugamos bien se quejan porque no hemos ganado". No se trata de llevar la contraria o de buscar siempre la crítica, se trata de que queremos la excelencia. Y excelencia, en el Barça, se escribe así: ganar jugando bien. 

En el Barça reinará la crítica cuando no ganemos. Y abundará la crítica cuando no juguemos bien. Y arreciarán nuevamente las tormentas cuando no ganemos y encima tampoco juguemos bien. Pero estaremos felices y comeremos perdices si somos capaces de ganar volviendo a jugar como los ángeles. 

Esa es la dura misión de Xavi. No se consigue en dos días ni en los dos años y pico que lleva. Vamos por el camino. Pero para alcanzar esa cima, la crítica es necesaria. Y si llevamos dos partidos jugando con cinco defensas como titulares, hay que decirlo sin rasgarnos las vestiduras. Cancelo y Balde son muy buenos, pero son extremos. Araujo, Iñigo y Koundé/Christensen son centrales puros. El Barça que aspire a la excelencia difícilmente podrá conseguirla con cinco defensas sobre el verde como punto de partida. Una cosa es jugar a ganar y otra muy distinta es jugar a no perder.