Jordi Alba, al fin, se va. Después del nacimiento de su tercer hijo, Paolo, ya lo tiene todo preparado para marcharse. En este caso, como en el de Leo Messi y Sergio Busquets, las mujeres han tenido un papel importante. El sueño dorado de las tres, Antonella Rocuzzo, Elena Galera y Romarey Ventura, se ha cumplido: volver a reecontrarse en Miami.
Ahora falta la cuarta de la película, Daniela Semaan, esposa de Cesc Fàbregas, que con la retirada del jugador con su último equipo de Como (Italia), seguro que tiene tiempo para coger más de un avión. Pero volvamos al tema. Jordi Alba se va habiendo hecho el check en su campus de verano, donde se queda al frente su hermano David. A diferencia de los Messi, Alba es como Busquets: personas tranquilas, lejos de hacer grandes inversiones y, a la vez, lejos también de arruinarse.
Pero algún pequeño negocio como el del campus sí conserva para tener a la familia contenta, ya de paso. Por cierto, es curioso cómo en la misma página principal de la web del campus ya figura el número de cuenta corriente para que padres y madres pasen por caja antes de inscribir a sus hijos.
En paralelo, también deja su casa en Barcelona. No la vende, pero sus vecinos seguro que descansan después de un periplo de meses donde, según cuentan, iluminaba toda la calle del selecto barrio de Pedralbes donde vivía porque tenía unos focos en el acceso que eran más fuertes que las propias farolas de la ciudad.
La contaminación lumínica, igual que la acústica, puede llegar a ser un verdadero dolor de cabeza para los ciudadanos. Y en este caso, después de unas quejas bien formadas desde la asociación de vecinos, logró entender que no vive solo y aislado del mundo para tener una especie de plató televisivo en la entrada de su casa.
Y así, con algunas curiosidades, llega su último destino como futbolista: el Inter Miami de David Beckham. A diferencia de Busquets, él ha sido el último en sumarse a la aventura. Como ya dije el pasado mes de septiembre en este diario, el de Badia buscaba un refugio dorado con Messi y todo estaba mínimamente planeado.
Pero a Jordi Alba le quedaba un último año de contrato que, ahora, rompe porque prioriza tener minutos, la familia, vivir del fútbol y estar cerca de sus amigos. Jugada maestra. Buen viaje y a rematar bien la salida económica con un Barcelona con el que, seguro, algunos flecos deberá matizar.