Todo el mundo sabe que el Barça está mal. Que los números no acaban de salir, a pesar de la venta de activos patrimoniales y derechos futuros de cobro en forma de palancas. Que el presidente Laporta y sus hombres de confianza en materia de números deben hacer todo tipo de ingenierías para seguir reforzando el primer equipo de Xavi Hernández al tiempo que vuelve el equilibrio a las cuentas de explotación. Hay que reconocer que se están haciendo grandes esfuerzos en este sentido.
Por este motivo, en ocasiones, cuesta mucho de entender algunos movimientos promovidos por la junta directiva de Laporta. Hay un sentir común entre muchas personas dependientes del Barça que no comprenden, ni comparten, la gestión.Y crece un sentir generalizado: se cuida más a los de fuera que a los de casa.
Como decíamos, es una obviedad que la institución que preside Joan Laporta atraviesa tiempos de crisis y toca tomar algunas decisiones drásticas. Pero... ¿Hasta qué punto? ¿Por qué en algunas operaciones se opta por la racanería y en otras, especialmente cuando hay agentes exóticos de por medio, curiosamente, reina la generosidad?
Sirva como último ejemplo el fichaje de Oriol Romeu. El Barça paga los 3,4 millones de la cláusula de rescisión y se niega a un traspaso sensiblemente superior para un 'club amigo', casi hermano, como es el Girona, con todos los esfuerzos que debe hacer para mantenerse en Primera. Tan es así, que el propio Romeu decide abonar una parte del dinero para llegar a un traspaso de 3,9 millones y evitar ir a Madrid a depositar la cláusula de rescisión. Todo por salir bien del Girona (sin la ayuda de su Barça).
Paralelamente, el presidente apuesta por un fichaje brasileño, Vitor Roque, que triunfa en Brasil pero nunca ha jugado en España. Dice la historia que los precedentes en este tipo de fichajes no son porcentualmente optimistas. Aún así, el Barça se mete en una operación de 30 millones fijos + 31 millones en variables. Sin tener un euro en la caja. Sin el permiso para inscribir a Araujo, Gundogan o Iñigo Martínez. Y en Brasil aseguran que la operación se va a los 74 millones: 40+21+13 en tasas y comisiones.
Esta operación es posible, como lo fue la de Raphinha hace un año, o la de Ferran Torres en enero de 2022. Sin embargo, hay que cerrar Barça TV porque cuesta 14 millones; hay que despedir a Nikola Mirotic porque no se le puede pagar sin ni siquiera sentarse a negociar una rebaja; hay que vender a Nico González por menos de 10 kilos; hay que dejar marchar a jóvenes promesas como Ilias o Barberà y tratar de hacer caja con otros chavales como Ángel Alarcón o Estanis Pedrola.
El Barça de la incomunicación, de la falta de transparencia, de los cambios de rumbo en 24 horas es también el Barça de la doble moral. El de metemos un fragmento de la declaración de los derechos humanos en los estatutos mientras convertimos a los autoritaristas mandamases de Qatar y Arabia Saudí en nuestros principales aliados económicos.