No, ni siquiera con la esbelta silueta de Busquets alzando al cielo la copa de la Liga como capitán del Fútbol Club Barcelona fue suficiente. Ni así se ha disipado de este aire, trufado de confeti, que asiste la respiración de una prematura solaz blaugrana, la sensación de eterno principio que sigue pegada como una sombra a los pies de Xavi Hernández desde que asumió como técnico del equipo de su vida. El entrenador egarense ya ha escrito su nombre en la peana del título que más aprecian los profesionales, y lo ha hecho en su primera temporada completa en el banquillo del Camp Nou. Pero al final del verano, tras la vorágine del mercado, le aguarda un nuevo reto iniciático. Consumando todo un tirabuzón de lo paradójico, se enfrenta nada menos que por tercera vez a su Año Uno.
Sí, el bueno de Hernández Reus tiene razón cuando lo dice, y no lo dice precisamente poco: el Barça es el club más difícil del mundo para un entrenador. Sobre todo porque no se le amerita el sello 'misión cumplida' ni se le trata de usted sin que el lirismo del juego y la prosa del resultado engendren títulos en apasionada cópula. Pero nunca pudimos sospechar que la aventura sería aún más rigurosa para el técnico más deseado. Hasta ahora, Xavi ha afrontado en su singladura al timón azulgrana una odisea digna de Ulises, un aventurarse a circunnavegar el globo en un tiempo donde los mapas rezan 'hic sunt dracones' sólo unas pocas millas después de abandonar el puerto.
Y lo ha hecho con una plantilla descompensada y remendona, excedida en sueldos y bisoñez, avasallada en múltiples debacles, ahíta de jugadores imprecisos y escasamente formados en la propuesta futbolística planteada por el mejor centrocampista del siglo. El balance no es insustancial: en su media campaña de debut consiguió no inmolarse, en la que ahora culmina puso en pie a un equipo arrodillado y en la próxima deberá desafiar al vértigo en un trapecio engrasado y sin red. Los fichajes serán parcos y algunos, en exceso sentimentales. Las salidas, turbulentas y difícilmente satisfactorias. Y La Masia lo tendrá difícil para reivindicarse, con un prometedor niño de 15 años como estandarte.
Por supuesto, el exilio en Montjuic aportará una dosis de extrañamiento que puede ser anecdótica o hacerse inabarcablemente angustiosa. ¿Se imagina usted tener que remontar unas semifinales de Champions en la muntanyeta? Y todo esto, en un fútbol donde se hacen chascarrillos con la muerte de un expresidente de los árbitros, se invade un campo con intención de agredir al equipo que celebra un título, el público llama "mono" a un rival impunemente y dar un puñetazo en un parking a un compañero futbolista no tiene castigo un mes y medio después. Vamos, lo de toda la vida pero mucho peor, porque estamos en 2023 y ya se ve que no hemos avanzado ni un centímetro. Por todo ello, opino que Xavi es la encarnación del lema 'un crit valent', y además es mejor que quien esto escribe, porque igual yo le pedía la cuenta a Laporta mañana mismo y me iba de vacaciones perpetuas con las mismas Ligas que Ancelotti en la vitrina.
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