El partido de este miércoles contra el Real Madrid en la Copa del Rey llega en un momento ciertamente complicado para el Barcelona. Un partido que tendría que ser una fiesta deportiva, donde el equipo de Xavi parte con la ventaja de un 0-1 en la ida, con la confianza de haber ganado los tres últimos clásicos y con la Liga prácticamente en el saco, tras aventajar en 12 puntos al club blanco a falta de once jornadas, se ha convertido en un auténtico atolladero para Xavi, por culpa del alud de problemas deportivos y extradeportivos que asolan la entidad catalana en estos últimos meses.

Para empezar, el técnico no podrá contar con cuatro de sus jugadores titularísimos, ya sea por una u otra circunstancia. Estamos hablando de Pedri, por culpa de un paso atrás en su recuperación cuando estaba apretando para jugar el Clásico de Liga de hace dos semanas, de Dembélé, que lleva ya casi dos meses y medio fuera de los terrenos de juego por una rotura en el aductor, de Christensen, por culpa del temido virus FIFA, y de Frenkie de Jong, que pese a sus esfuerzos por llegar al partido de este miércoles, todo indica que lo acabará viendo en la grada por una lesión en los isquiotibiales.

Pero estas bajas son sólo la punta del iceberg de los auténticos problemas que ahogan al club, con el caso Negreira como principal estilete. Este escándalo, publicitado a pecho descubierto por los altavoces de la caverna, ha servido para hacer escarnio de los éxitos del Barça en las dos últimas décadas y para poner en duda todas y cada una de las decisiones arbitrales, ya sean pasadas, presentes o futuras.

Y aprovechando la podredumbre de Negreira, se amontonan más moscas en busca de su porción de estulticia: las dudas en la financiación con el Espai Barça, donde algunos ven un acto suicida pedir un crédito de 1.500 millones a unos fondos de inversión americanos, la sombra de la Sociedad Anónima, que aparece cada vez que se habla de la situación económica del club, el problema gravísimo con el ‘fair play’ financiero, acuciado por un Javier Tebas más motivado que un Ultra Sur, el traslado a Montjuïc, con todas las pérdidas económicas y agobio que implicará a los socios, la posibilidad de quedar fuera de la Champions con el caso Negreira como excusa, la rajada del padre de Ansu, que deja en el aire incluso que su hijo acabe en el Madrid, la sombra de Leo Messi, que a veces ilumina el túnel y otras apenas lo hace visible, la campaña de Madrid contra Gavi y su forma de entender el fútbol, además del intento de descentrarlo, arrebatándole el dorsal 6 y volviendo a adjudicarle el 30, con el epílogo de una ridícula amenaza del Elche de alineación indebida, que cayó en saco roto a los treinta minutos de hacerse pública, con el consecuente ridículo de las partes implicadas, el ensañamiento contra el staff de Xavi Hernández, a los que llegaron a acusar de inexpertos y prácticamente de indocumentados, el agravio de algunos cuando oyen hablar del ADN blaugrana, el ajusticiamiento al VAR por tomar decisiones acertadas, pero que afectan al Real Madrid, las amenazas de la UEFA por la Superliga…

Y, pese a todo y contra todos, el Barcelona de Xavi está a 13 partidos de firmar un triplete de títulos: Supercopa de España, Liga y Copa. Un triplete que tendrá, sin duda, un sabor dulce de Champions, porque ganar en un escenario tan hostil convierten las victorias en gestas y a los protagonistas en héroes.