Una noticia removió este martes las entrañas del barcelonismo. El anuncio de la Fiscalía de acusar al Barça por corrupción continuada en el deporte por los pagos al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, Enriquez Negreira, y que además denunciará al expresidente Josep María Bartomeu y parte de su equipo directivo como responsables del delito.

El informe que maneja la Fiscalía dice que el exárbitro percibió de parte del club azulgrana entre 2001 y 2018 la cantidad de 6,5 millones de euros por supuestas asesorías arbitrales. Durante esas fechas dirigieron el Barça, Joan Gaspart (2000-2003), Enric Reyna (2003), dos Comisiones Gestoras (2003 y 2006), Joan Laporta (2003-2010), Sandro Rosell (2010-2014), otra Comisión Gestora (2015) y Josep María Bartomeu (2014-2020). Según el mismo informe, Laporta triplicó el sueldo pactado con Enriquez Negreira, pero solo Bartomeu será encausado porque los hechos no han prescrito. De todos, el único mandatario que se atrevió a cortar la relación con la empresa que dirigía Javier Enríquez, hijo del exárbitro, fue Bartomeu, en 2018.

Joan Laporta, que este martes cumplió dos años de haber sido elegido nuevamente presidente del club, reaccionó a la mala noticia con un desmentido rotundo: “El Barcelona nunca se ha dedicado a comprar árbitros, nunca, nunca”. Puede que toda la gestión de la Fiscalía al final acabe en agua de borrajas, y que no se demuestre delito alguno, pero el prestigio y la imagen de la entidad ya habrá sufrido un durísimo golpe.

En todo el mundo hablan del victimismo del club, de no dar una razón de peso sobre el tema, de que ninguno de los presidentes cuestionados haya dado argumentos convincentes. Y es verdad. Ni para este caso ha habido unidad en un barcelonismo siempre dividido. Todos prefieren ir por su cuenta, a la espera de que las investigaciones y los denunciantes prueben o no si hubo delito. No me parece la mejor postura de un club que siempre ha presumido de ser más que eso. Y ya no para demostrar a España o al mundo lo contrario. Los socios y toda la familia barcelonista quieren verdades y no más peleas intestinas.