Lo reconozco, no vi la inesperada victoria del Barça en el Bernabéu, pero acabé en Canaletes. De hecho, ni siquiera seguí el partido por la radio ni por las redes sociales; tenía el teléfono apagado. Pero en cuanto terminó el encuentro estuve en el lugar de celebración del barcelonismo.

No había nadie. Y no había nadie porque no se ha ganado nada todavía, lógicamente. Para empezar queda el partido de vuelta, pero este es un triunfo meritorio, porque los azulgranas se presentaron en Madrid con bajas sensibles, con un entorno pesimista, y renunciaron a su juego –los blancos les hicieron renunciar, por lo que he leído–. Pero ganaron. El fútbol es así. Si esta frase es tan recurrente es por algo.

Visto lo visto, celebro haberme perdido el clásico, aunque en un primer momento me supo mal el hecho de no poder ver uno de los pocos encuentros que se emiten en abierto, y más uno de estas características. Pero elegí bien la alternativa. Disfruté del espectacular concierto del violinista Ara Malikian en el Liceo, más largo que el partido, más entretenido y, desde luego, muchísimo más emocionante. Estas dos últimas características son, de hecho, algunas de las que se echan de menos en el balompié actual. Lo de la duración no tanto, más bien al contrario, quizás es un espectáculo demasiado extenso para lo que se ve. 

Total, que entre estas carencias y la obligación del pay per view lo lógico es que las nuevas generaciones pasen del deporte rey tradicional y se fijen más en la Kings League. Sea como sea, bienvenida la victoria en el Bernabéu, ¡faltaría más! La clasificación no se puede escapar, y tampoco la Liga, aunque surjan algunas dudas tras el pinchazo en Almería.