El Barça vive en un permanente estado de convulsión. Penalizado por la mala gestión de Bartomeu y la improvisación de Laporta, el club está en manos del equipo, como en tantas y tantas ocasiones. La anterior junta directiva, masexcesivamente generosa e irresponsable con los contratos que firmó a muchos futbolistas, cometió errores de bulto que castigan ahora a una entidad enquistada por el recuerdo de su pasado más glorioso. Laporta lo tenía todo a favor para ganar las elecciones del pasado 7 de marzo. No importaba que no tuviera plan alguno. Ni tan siquiera los apoyos económicos necesarios. Obviamente, arrasó en las urnas a dos candidatos de perfil bajo.
A Laporta nadie podrá cuestionarle su poder de seducción cuando se dirige a los medios de comunicación. Tampoco es rebatible que el club se encuentra en una situación económica muy delicada, ya sea por los efectos de la pandemia o por unos salarios desmesurados, vergonzosos. Su exposición de los males del club, sin embargo, fue sesgada. Cinco meses y medio después de ganar las elecciones, no tiene un plan para reactivar a la primera institución deportiva de Cataluña.
Laporta es hábil en la denuncia, pero no tanto en la proyección del Barça. De momento sabemos que el presupuesto del Espai Barça se irá de madre. Nada sabemos, en cambio, de nuevos patrocinadores y sus negociaciones para rebajar la masa salarial de la plantilla no son tan satisfactorias como quiere trasladar a los socios del club. La salida de Messi, no nos engañemos, era necesaria para ajustar las maltrechas cuentas de la entidad. Otra cosa fue que el máximo dirigente mareara la perdiz durante muchos meses.
La salida de Messi, como avanzó Metrópoli, fue mucho más crispada de lo que pretendía Laporta. El malestar de Jorge Messi fue importante. El padre del futbolista confió en la palabra del presidente y se sintió engañado y traicionado con el desenlace de unas negociaciones que auguraban un final feliz y acabaron en nada, con Leo frustrado y Laporta barruntando excusas para salvar el tipo.
El Barça, sin Messi, sigue siendo el Barça. Faltaría más. Su salida avanzará una revolución que se ha demorado demasiado. Koeman pierde al futbolista más talentoso, al jugador que lo monopolizaba todo, pero su equipo será más solidario en el esfuerzo y en la gestión. Sin Leo, por ejemplo, Griezmann jugará más liberado y no habrá futbolistas de primera y segunda clase. Ahora quien no presione quedará retratado y expuesto.
A menos de dos semanas para el cierre del mercado estival, el Barça todavía tiene muchos temas pendientes. Las mejores noticias, posiblemente, serían las salidas de Umtiti y Pjianic. Falta ver si llegará otro delantero, porque de juzgado de guardia fue el fichaje del Kun Agüero. Koeman no lo quería pero Laporta fichó al argentino para contentar a Messi en una jugada que parecía ser muy ingeniosa y ha acabado siendo otra chapuza. Esta de Laporta, quien tampoco debería olvidar algunos asuntos escabrosos de su primera etapa barcelonista como la compra de los terrenos de Viladecans, sus negocios en Uzbekistán y sus mentiras con Alejandro Echevarría, el cuñadísimo.