Todo el mundo aplaude a Gerard Piqué. Que si lo ha dado todo por el equipo para volver a jugar antes de lo previsto tras una grave lesión, que si es el único que pega gritos para espabilar a sus compañeros, que si es el único que da la cara y habla claro... Parece que esté llamado a ser el salvador de un Barça que en los últimos partidos ha vendido su alma al diablo

Si hablásemos de estadística, los datos son demoledores en su contra. Dos partidos en el Camp Nou desde que regresó; dos trompazos contra el PSG y el Cádiz. Dos encuentros en que el equipo baja los brazos, se da por vencido y pierde la agresividad que le venía caracterizando. Piqué se lesionó la rodilla de gravedad el pasado 22 de noviembre. 86 días de baja en que el Barça disputó 22 partidos (16 victorias, dos empates y cuatro derrotas) y pasó de la depresión futbolística a la euforia, para regresar al bajón justo el día en que volvió Piqué, contra los parisinos. 

El fútbol nos enseñó hace tiempo a no ser resultadistas. Sería injusto y ventajista decir que la culpa es de Piqué, especialmente porque otros jugadores han quedado mucho más retratados que él, como por ejemplo Lenglet. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, por mucho que mediáticamente así se venda. No es normal que el equipo se venga abajo justo cuando regresa uno de sus líderes. Y que ello coincida con una serie de broncas que, aunque sean normales en el fragor de la batalla y hasta el propio Koeman haya confesado que le gustan, pueden servir para sacar a un compañero del partido, para restarle confianza. Broncas que estos 86 días no se estaban viendo, ya que el equipo desprendía ganas, ilusión y alegría. 

Hay muchos jugadores en este Barça, como Griezmann o Dembelé, que necesitan la confianza de sus compañeros. Y Piqué, como líder y capitán de este equipo junto a Messi y Busquets, debe velar porque así sea y hacer autocrítica aunque fuera le regalen los oídos. 

Recordemos que estamos hablando de un jugador con mucho peso en el vestuario, pero que fue acusado de traidor por alguno de sus compañeros tras la rebaja salarial que negoció el club con los futbolistas y criticó a la directiva a pesar de haber pactado la renovación con Bartomeu. Un jugador que pegó un palo en público al candidato Víctor Font y que, en cambio, permite que Laporta desvele detalles de sus conversaciones privadas con él. Menos aplausos y más trabajar para que estas contradicciones no se produzcan también en el vestuario, que necesita un saneamiento urgente. Carácter, sí, pero desde la humildad, compañerismo y espíritu de equipo