Leo Messi prepara su salida del Barça. O eso parece. El astro argentino ya no disimula su frustración. Sentenciado Bartoméu, Messi está con la mosca detrás de la oreja con Hacienda y tolera muy mal las críticas que cuestionan su rendimiento con el equipo. Su futuro es incierto, pero parece más fuera que dentro del Camp Nou. Ya sea en el Manchester City o en el PSG. Ni tan siquiera el desenlace de las elecciones parece motivar a Messi.
El contrato de Messi caduca el 30 de junio de 2021. Entonces, Leo tendrá 34 años. Es posible que todavía le queden dos o tres años, pero ya no será aquel futbolista letal que asustaba a sus rivales. Hoy, no intimida, pero él aspira a otro contrato millonario. A ganar los 100 millones de euros anuales que ingresa actualmente. Porque Messi, futbolista decreciente, quiere mejorar su salario. O, en el peor de los casos, prorrogarlo unos años más.
Messi, de momento, flirtea con el Manchester City. En 2012 acabó harto de Guardiola, pero ambos han rescatado su buena sintonía. El problema es si él encajaría en Inglaterra, donde la actitud y el esfuerzo no se negocian. En la Premier corren que se las pelan y van siempre al choque, sea uno Mohamed Salah o un futbolista del montón. Y Messi, lo sabemos todos, ya no está para según qué trotes. No es el prototipo de jugador sacrificado.
Excelso técnicamente, Messi tal vez debería pensar en un retiro dorado. En Qatar o Estados Unidos, donde podría jugar sin mucho desgaste y maravillar a todo quisqui. Y, sobre todo, donde viviría de maravilla, con un salario maravilloso y todo tipo de atenciones.
El 1 de enero, Messi será libre para negociar su futuro. Para comprometerse con el mejor postor. Entonces todavía no se sabrá quién es el nuevo presidente del Barça. Entre los precandidatos, todos, o casi todos, sueñan con seducir al crack argentino, que podría convertirse en el mejor reclamo electoral. Al club, sinceramente, le conviene más una despedida amable. Es el momento de iniciar un nuevo ciclo y ahorrarse un salario estratosférico.
El Barça, campeón de todo en los últimos 15 años, ha sido el Barça de Guardiola, Luis Enrique o Valverde, pero sobre todo ha sido el Barça de Messi. Ahora toca otra cosa. Empezar de nuevo, con una tesorería muy castigada por la puñetera masa salarial y el coronavirus. El Barça del futuro será distinto. Más equipo y menos individualidades. Más cantera y menos cartera.
El Barça, posiblemente, no encuentre otro futbolista del talento de Messi, que suma muchos años en la élite. En la cima. Espectaculares son sus registros futbolísticos, pero también sonada es su cuenta corriente. Nadie se atrevió a calmar sus deseos económicos. Nadie no. Sí lo hizo Javier Faus, vicepresidente económico del Barça con Sandro Rosell en la presidencia.
Faus simplemente dijo que no se podía renovar cada dos por tres el contrato de Messi. Nada más. En 2015 ya visualizó que las cosas no irían bien y optó por abandonar la nave azulgrana. Él dejó atada y bien atada la renovación del contrato con Qatar, pero Bartomeu se pasó de listo y la historia acabó muy mal. Con Messi pasó algo parecido, sobre todo tras liderar al Barça del triplete que facilitó la elección de Barto en 2015. Y desde entonces, despropósito tras despropósito, con fichajes erráticos pagados a precio de oro, todo tipo de concesiones a la plantilla y un equipo cada vez más frágil. Faus tenía razón. Y no solo con Messi.