La Liga española está cada vez más devaluada. Por mucho que Javier Tebas y compañía se empeñen en vender el crecimiento global del torneo español, la sensación que se transmite al mundo es que estamos ante un campeonato de pandereta. La última antiexhibición del VAR es un claro ejemplo.
En esta Liga de egos, donde cualquier decisión que se debe tomar conjuntamente con la Federación Española que preside Luis Rubiales se convierte en episodio de comedia, escarnio y ejemplo de vergüenza ajena, el VAR no podía ser menos.
Entre unos organizadores que se dedican a hacer caja con torneos en países dictatoriales que se pasan por el forro los derechos humanos y otros que son el hazmerreír por, entre otras cosas, tratar año tras año de exportar la Liga a Estados Unidos en la eterna demostración de que el único interés que tienen es el bolsillo (y el de cubrir las elevadas exigencias de su propio ego), lo normal es que el VAR sea otra broma.
Mientras la Premier League aventaja irremediablemente a la Liga en todos los apartados salvo en uno, el de tener al mejor jugador de todos los tiempos, Leo Messi, asistimos con asombro a la pérdida de glamour del torneo que preside Tebas. Con más equipos de segunda que de primera –entre ellos el Getafe, luchando por estar en Champions– y unos árbitros rupestres que fracasan estrepitosamente en el uso de las nuevas tecnologías. Y es que lo del VAR es una broma.
Este sábado en el Real Sociedad-Barça el espectáculo ofrecido por Alberola Rojas fue esperpéntico. De juzgado de guardia. Dio una exhibición lamentable de lo que significa carecer absolutamente de criterio interpretativo arbitral. Porque se puede ser un mal árbitro, como Mateu Lahoz, pero errar de manera sintomática con sentido, en una misma dirección.
En cambio, Alberola Rojas mostró lo que significa la indefinición al decidir señalar como pena máxima un agarrón de los que casi nunca se pitan y, en la segunda mitad, al término del partido, actuar de manera opuesta con otro agarrón como mínimo igual de claro que el primero que fue sancionado. O se sancionan los dos agarrones o ninguno.
Más allá de esta vagamente sorprendente falta de criterio en el arbitraje español, lo que puso en evidencia el deficiente sistema de arbitraje fue la sala VOR. Gil Manzano obvió avisar al árbitro de que se había producido un agarrón en el área de dimensiones siderales. Su obligación era avisar para que el árbitro, al menos, se acercase a la pantalla a visualizar las imágenes y poder decidir. Pero no lo hizo.
Suspenso para Alberola Rojas por la falta de criterio. Suspenso a Gil Manzano por no actuar de manera diligente en el desempeño de sus funciones. Y suspenso al VAR, por escenificar que sigue siendo un sistema de pandereta.