Mal ha comenzado Antoine Griezmann la temporada con el Barça. Él lo sabe y lo asume. Está en proceso de adaptación, pero a estas alturas se esperaba un poquito más del gran fichaje del verano. Solo lleva cuatro goles (celebra uno cada 258 minutos, cifra impropia de un delantero estrella de su nivel) y, lo que es peor, en la mayoría de partidos da la sensación de que está desconectado del resto de compañeros. Anda un poco perdido.
El Barça, que recoge un buen puñado de estadísticas de sus jugadores, asegura que la precisión de disparo de Griezmann es del 42%. Está muy lejos de sus socios de ataque, Luis Suárez (58%) y Leo Messi (62%), aunque supera por mucho a Ousmane Dembelé (22%), visto lo cual la situación del Principito podría ser peor. Sin embargo, como a perro flaco todo son pulgas, el mal momento de Antoine va más allá. Todo le sale al revés.
Griezmann protagoniza estos días un anuncio de su patrocinador principal, que se promociona en todas las redes sociales. En él se ve al 17 del Barça esquivando con el balón una serie de rayos virtuales que caen en el césped y que dribla con soltura. Unas imágenes que producen de todo menos convencimiento entre los aficionados. Los comentarios lo ponen a caer de un burro. Le reprochan en tono burlón que a la hora de la verdad no se va de nadie, que es incapaz de regatear a un rival. Al tiempo.
Tampoco ha tenido suerte Griezmann con la empresa catalana que convierte a personajes famosos en caganers. Antoine es de los pocos jugadores del Barça con una figurita de cerámica en posición de cuclillas –Messi tiene tres diferentes–. Sin embargo, va vestido con una camiseta azulgrana tradicional, con rayas verticales, cuando lo propio sería que luciese la zamarra de cuadros de esta temporada. Tal vez lo tenían preparado para la Navidad anterior, pero como tomó La Decisión… No le sale nada al pobre Grizi.