Le han dado por todos lados, pero Valverde ha demostrado un sinfín de virtudes, especialmente en su segunda temporada en el Barça. Tras un primer año impecable, aunque con la eterna mancha que supuso la eliminación en cuartos de la Champions League en Roma, conquistó un doblete y mostró otra forma de jugar alejada del clásico e innegociable 4-3-3.
Ya asentado en el club y el vestuario, el Txingurri es el líder. El dueño de la conciliación, la gestión y la paciencia. Otras virtudes más que necesarias en un vestuario como el azulgrana que pese a estar totalmente compenetrado, con Messi al mando, es un mismo bloque unido en busca de un objetivo claro: el triplete.
Sus cifras también le avalan. Tres derrotas en 72 partidos disputados; el resto 52 victorias y 17 empates. Valverde ha hecho del Barça un equipo intratable, con una fiabilidad defensiva envidiable, una pegada aniquiladora, aunque con un juego menos vistoso dada las ausencias de Xavi e Iniesta y el paso y peso de los años en las piernas de Busquets, Rakitic o Suárez.
El triplete es posible, pero no está conquistado y Valverde continúa abogando por la calma, mientras algunos continúan cuestionando sus métodos.
La crítica de los más eruditos
El Txingurri es un técnico conservador. Aprende de sus errores, pero se le acusa de cambios sistemáticos, tardíos y sobre todo de falta de oportunidades a la cantera. Una cantera repleta de talento que espera pacientemente (o no) una oportunidad que casi nunca llega. Pero, ¿se ha equivocado Valverde?
El análisis final lo marcarán los títulos a final de temporada, como cada año, pero las prisas nunca son buenas. Si Valverde considera que Riqui Puig, Chumi, Oriol Busquets o Wagué no están preparados para estar en el primer equipo será por algo. Todos los culés queremos que luzcan y brillen en el Camp Nou, pero todo requiere de un procedimiento que, en su último caso, está cumpliendo con los tempos y las expectativas.
Se trata de Carles Aleñá. Al canterano estrella del filial la temporada pasada le ha costado entrar en el primer equipo, pero finalmente ya tiene su sitio. No en el once de gala, pero sí en el once alternativo. Un ejemplo claro de la buena gestión de Valverde. Quitar presión deportiva y mediática a jugadores que están formados futbolísticamente, pero no están acostumbrados a la presión mediática que conllevan los focos.
Una foto de Carles Aleñá y Luis Suárez celebrando el gol del canterano / FCB
Aleñá ha cumplido en todas sus apariciones. Poco a poco. Con escasos minutos ha sacado a relucir el fútbol que sorprendió al Mini. El partido ante el Alavés fue el claro ejemplo de su irrupción continuada. Unos primeros minutos de pase horizontal, sin arriesgar, para entrar en el partido. Una opción constante para sus compañeros y con la fluidez del juego que aporta el sistema del Barça, entrar en el partido hasta llegar a abrir la lata.
Valverde se alegró como nunca de un tanto azulgrana. Reaccionó efusivamente al tanto del futbolista de Mataró, con los puños cerrados y una sonrisa de oreja a oreja. Un claro gesto de orgullo y alegría por un jugador que por momentos pareció que había formado él mismo. Está claro que Valverde no cierra la puerta a la cantera, pero elimina todo tipo de prisas. Los jóvenes talentos empujan con fuerza, pero el extremeño es cauto. No quiere que el talento se le escape de la capital catalana, pero tampoco que decaiga en escenarios inciertos y hostiles.
La adaptación es fundamental así como la confianza. Valverde ha dado cuerda a Aleñá cuando ha debido y hará lo propio con Riqui Puig, que ya debutó en Liga ante el Huesca, la próxima temporada. Valverde es el gestor. Lo que se hace con precipitación nunca se hace bien. Y la calma del Txingurri va camino del sobresaliente colectivo.