Corría el verano de 1917, el Barça no pasaba por su mejor momento, Gamper acababa de regresar a la presidencia (por tercera vez) para enderezar el rumbo y, sin embargo, todos querían enfrentarse al club decano. Y cuando digo todos, son todos. La entidad azulgrana recibió más de veinte peticiones de distintos equipos para competir durante el estío. Las rechazó todas con pretexto de preparar a conciencia la siguiente temporada.
Han pasado más de 100 años –se dice pronto– y las cosas han cambiado. Más equipos, más competiciones (y más largas) y el fútbol, convertido en negocio. En definitiva: los futbolistas de primer nivel pueden jugar hasta 70 partidos por temporada incluidos los compromisos con las selecciones y contando que disputan todas las competiciones hasta el final. Una auténtica salvajada.
Hay que añadir que el Barça de ahora no puede renunciar a ningún partido, porque cada amistoso supone un ingreso extra y un acercamiento a nuevos mercados, tan necesarios para poder pagar los salarios de Leo Messi y todos los que le rodean. Así las cosas, los jugadores son los primeros que se dosifican –Piqué ha dejado la selección y Messi se ha tomado un tiempo de descanso con la Albiceleste–.
Leo Messi en el banquillo del Camp Nou / EFE
Valverde también tiene prioridades. No es ningún capricho el descanso que le está dando a su mejor jugador. Messi es el séptimo futbolista más utilizado de la plantilla. ¡El séptimo! Y, a pesar de todo, el equipo es líder en la Liga y afronta con optimismo los octavos de la Champions League ante el Olympique de Lyon. Si la Liga es casi una obligación con este equipo, la Champions es la obsesión, sobre todo después de los últimos triunfos del Real Madrid. Todo lo que descanse ahora Leo son éxitos asegurados a final de temporada.
En cuanto a la Copa, como dice Piqué, si remontan al Sevilla “bien”, “si no, otro año será”. Esta competición es la menos atractiva para un Barça global, aunque tiempo atrás levantar este trofeo salvó más de una temporada nefasta, y siempre la ha respetado y peleado hasta el punto que es el Rey de Copas.
El dinero y el reconocimiento están en la Liga y, sobre todo, en la Champions. Y no duden de que con otro formato –eliminatorias a un partido–, Valverde no reservaría a sus vacas sagradas en la Copa. Pero mandan las televisiones: por dos partidos ingresan más que por uno. Hasta que los grandes equipos decidan que juegan este torneo con los suplentes y los futbolistas del B, porque no les sale a cuenta otra cosa. Entonces, solo entonces, tal vez reformen la competición. De lo contrario, se perderán a Messi.