Las obsesiones, ya sean personales o laborales, nunca son buenas. Nunca. Más nocivos todavía son los complejos de inferioridad o las envidias. En la última década, y con Leo Messi como eterno guía espiritual, el Barça ha ganado más que nadie, pero no ha sabido digerir las cuatro Champions del Real Madrid desde 2014. Vasos comunicantes eternos, los éxitos madridistas debilitan a los barcelonistas y viceversa.
Club que en un pasado no tan lejano celebraba las Copas del Rey y las Recopas, ahora vive amargado cuando gana la Liga y la Copa si el eterno rival triunfa en la Champions. En esta locura que no respeta la historia, el único remedio que puede consolar a los barcelonistas pasa por la conquista de Europa o, en su defecto, por un batacazo madridista. Del juego, de la propuesta futbolística, del modelo, cada vez se habla menos. Vivimos en la época del resultadismo y las comparaciones.
El Barça, como el Madrid, parece haberse cansado de ganar la Liga. Ya no se motiva en el torneo doméstico. A Messi, Suárez y compañía no les va la vida cuando se enfrentan a Leganés, Rayo Vallecano o Betis. La motivación solo la encuentran en Londres o Milán, en París o en Manchester. Es decir, en los grandes escenarios europeos.
Persona de pocas palabras, Messi no engañó a nadie en la presentación oficial de la actual temporada. En su esperado discurso, el astro argentino aireó el gran reto de ganar la Champions. Sin regate alguno, el 10 fue muy claro al admitir su frustración por el fiasco de Roma del curso pasado.
El Barça combina su talento futbolístico con su talante más competitivo en Europa, lejos de la versión cicatera de la Liga o la Copa. Valverde, un técnico tan comedido como pragmático, ya no sabe cómo seducir a los suyos domingo tras domingo, como si la nota final dependiera única y exclusivamente de la Champions. El único examen que interesa es el del 1 de junio.
Tradicionalmente, las desconexiones pasan mucha más factura al Barça que al Real Madrid, habituado a fracasos sonados en la Liga que culminan con otro éxito en la Champions. La historia dice que el club azulgrana solo triunfa en Europa si ese año gana la Liga. Las medias tintas no valen para el Camp Nou y el Barça de Valverde está jugando con fuego. El todo al rojo es una apuesta de mucho riesgo.