El frío, la cuesta de enero y rivales poco atractivos (Levante, en la Copa del Rey, y el Leganés, en la Liga) han vaciado un Camp Nou que necesita reformas urgentes. El Barça ha registrado las dos peores entradas de la temporada en los dos últimos partidos: 42.838 espectadores y 50.670 aficionados, respectivamente. Esos son los datos oficiales. Pero escucho en la radio que el club los hincha “una media de 3 o 4.000 por partido”.
¿Qué interés tiene el Barça en maquillar estos datos? No lo sé. Pero algo está cambiando, porque ni siquiera el mejor futbolista del mundo llena el estadio si no se dan ciertas circunstancias como un buen rival o una eliminatoria de Champions. Resulta curioso que el Barcelona más global de la historia, el que cuenta con Leo, se quede con papel en las taquillas jornada tras jornada. Kubala hizo pequeño el campo de Les Corts.
Eran otros tiempos y, aunque el campo estuviera lleno a rebosar, seguro que tenía menos público que hoy, pero la sensaciones son distintas. Las nuevas tecnologías y plataformas permiten seguir los partidos y las mejores jugadas desde cualquier lugar del mundo. Porque el público objetivo del Barça es ese, todo el mundo. Así, no es de extrañar que el feudo azulgrana sea uno de los lugares más visitados de la ciudad y del país. Y que el club potencie, o cuide, al turista.
Ello tiene una parte negativa: se han llegado a escuchar “oh” de admiración a Isco y Marcelo (hoy tan cuestionados en el Bernabéu) en un Barça-Madrid disputado en agosto. Pero ahora estamos en enero y, en teoría, hay menos visitas a Barcelona. Sin olvidar que la inestabilidad del procés influyó negativamente, al menos la temporada pasada –según coinciden varios medios–, en la venta de entradas para ver el fútbol. Estamos en un momento en el que no tourism, no party. Y el turista, en cualquier caso, no animará como lo hace un verdadero culé.
El delantero del Barça Leo Messi (d) se escapa del nigeriano Kenneth Omeruo, del CD Leganés, en un Camp Nou con muchos asientos libres / EFE
Otro de los motivos que pueden ahuyentar a los aficionados es el exceso de partidos. ¿Quién puede –y más en los tiempos que corren– destinar una treintena de tardes en ir al Camp Nou? ¿Y, en muchos casos, pagar la respectiva entrada? Los aficionados eligen bien los encuentros que quieren presenciar.
Además, si bien es cierto que el ambiente de un partido todavía no se puede reproducir en la pantalla –tampoco el olor a césped–, también lo es que el fútbol se ve muy bien desde el sofá. O desde la cama. Otra razón para no ir al estadio. Así, se gana tiempo, se está calentito y se pueden ver las mejores repeticiones, como el gol de Luis Suárez ante el Leganés (hay que reconocer que era falta del 9, y que el árbitro y el VAR se la tragaron).
La tendencia a la baja no es nueva. Hace años que los medios recogen este goteo. A pesar de todo, el nuevo estadio contempla una ampliación del aforo, hasta los 105.000 asientos. Supongo que el Barça está trabajando en la manera de dar un plus a los aficionados que paguen sus entradas (más caras que el abono televisivo), alguna experiencia añadida para que valga la pena animar al equipo en vivo. Porque, ahora mismo, ni Messi llena el Camp Nou.