Esta semana sin fútbol de clubes la tarjeta roja de Culemanía es compartida. Sin que sirva de precedente, y de manera excepcional, va dirigida a un colectivo brasileño que de alguna forma representa unos valores muy similares y muy negativos. Ellos son Dani Alves, Vinicius Jr y Neymar Jr.
Dani Alves se lleva la palma. Su condena a cuatro años de cárcel por violación le convierte en delincuente y le aleja irremediablemente de los otros dos, cuya actitud altiva, burlona y conflictiva siempre ha sido muy similar, pero no son sospechosos de haber cometido ningún delito. Alves se ha convertido en el blanco de las críticas por culpa del sistema judicial español, que le ha permitido salir de la cárcel a penas dos semanas después de ser condenado culpable tras pagar una fianza de un millón de euros. ¿Y por qué? porque la condena no es firme todavía y se ha recurrido en apelación. Su mirada altiva y chulesca el día en que salió de la cárcel no ayuda a que pueda mejorar la mala imagen que se ha labrado, donde muy pocos confían en su inocencia.
Vinicius también ha vuelto a quedar retratado por ese afán de protagonismo que le nubla y destapa su carácter menos amable. Las lágrimas de cocodrilo que soltó en rueda de prensa antes del España-Brasil quedaron como una nueva farsa de un polémico personaje que utiliza su color de piel para victimizar unos ataques que recibe en todos los estadios de España debido a su carácter impertinente. La gente le llama "tonto" y solo algunos tontos le llaman "mono" de manera injustificable y del todo reprobable. Pero que no sea lo segundo, no significa que tampoco sea lo primero.
Neymar Júnior completa el trío calavera porque las salidas de tono le han acompañado durante toda su carrera. Futbolista majestuoso cuando se dedicaba a competir, ha destacado todavía más por ser un profesional del todo deleznable. Sus malos hábitos fuera de los terrenos de juego echaron por tierra a una promesa que iba camino de ser el mejor del mundo. Las lesiones acabaron con su fútbol y ahora, para colmo, vuelve a insistir en esa eterna obsesión de vestir la camiseta del Barça. Su buena relación con personas afines a Laporta podría acercar posiciones, pero el presidente sabe que no le conviene tirar más piedras sobre su tejado.
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