Andrea Jaurrieta tiene muy claro el cine que quiere hacer. No le va nada el cine de historias pequeñas, tampoco el que idealiza la vida de pueblo o que muestra una mujer como madre, santa y poco más. La suya es un poco la actitud de Nina, la protagonista de su homónima película, coge el toro por los cuernos sabiendo que tiene consigo un arma, la cámara.
Con ella, esta cineasta pudo sacar adelante una ópera prima que se autogestionó. Venía con la lección aprendida. Cuando presentó su proyecto al ESCAC de Terrassa, donde realizó un máster de cine, le dijeron que no. Y de esa puerta cerrada, llegaron varias ventanas abiertas.
La última película con la que ha abierto ventanales y casas enteras es Nina, una cinta con producción catalana que bebe del western para darle un giro. Para empezar, su protagonista es una mujer que regresa al pueblo que la vio crecer y donde fue abusada. Eso sí, guarda un arma en el bolso.
La premisa es prometedora, el visionado, sin duda, un espectáculo visual cargado de referencias que, si no se conocen, no impiden disfrutar de una cinta que contiene una potencia a punto de estallar. Crónica Global habla con Jaurrieta para descubrir más.
- 'Nina' es un Western particular. ¿Qué características diría que tiene?
- Yo creo que las características que diferencian a este western son, primero, que sucede en el presente; segundo, que es en Euskadi; y sobre todo la heroína que vuelve, quiere matar, se encuentra con un pueblo y su silencio. Un paisaje que habla de cómo se siente ella. Pero también va un poco más allá, se mezclan diferentes géneros como el thriller, el melodrama y el western.
- ¿Qué importancia tiene el pueblo en la película?
- Yo vengo de un pueblo y no me interesaba romantizarlo, porque hay algo en los pueblos que es muy claustrofóbico. Están esas miradas constantes cuando pasa algo y todo el mundo lo sabe, la gente puede criticar, pero no se enfrenta a eso, si uno es un poco diferente, como le pasa a Blas, por lo que sea tampoco encaja y hay comentarios, miradas. Además, el tiempo está muy detenido en los pueblos, el pasado y el presente son parecidos y van a ser iguales en el futuro. Es una constante que se mantiene. Ahí es donde Nina entra, con este objetivo de vengarse, y donde se va a dar cuenta de que, mirando de frente al pueblo, puede cambiar cosas. Ella puede que cambie esto, pero esa sensación de tiempo detenido es algo que me agobia mucho.
- ¿Y se pueden cambiar cosas como pretende Nina?
- Bueno, no lo sé, creo que sí. Empezamos a hablar de ciertos temas: el consentimiento, el abuso de poder, hay muchos temas ahí.
- Unas realidades que se enfrentan con el silencio de un pueblo. ¿Cuánto afecta a las víctimas?
- Hablé con psicólogas especializadas en abuso infantil. En este caso, lo interesante que quería poner en la película es que no es una niña y no es una adulta. Cumple el 16 al final de la película. O sea, está en el límite de edad donde el consentimiento es legal en España. Allí ya hay una lectura: ¿es porque ella quiere? ¿Cuáles son los límites? Y hablando con psicólogas y otras mujeres que se me han acercado me han dicho que les pasó esto. Ha sido muy fuerte para mí.
- Existe ese silencio, entonces
- Sí. Este tipo de relaciones durante toda la historia han estado justificadas. Son señores exitosos, cultos, atractivos y lo veían como que ellas quieren, ellas desean ir con ellos, ellos tienen el poder y ellas buscan algo de ello. Lo que pasa cuando das la vuelta a la perspectiva es ver que hay ciertas cosas que se tendrían que estar replanteando.
- Ese papel de hombre de poder lo interpreta Darío Gandinetti. Pero se presenta como un hombre al que todo el mundo ama, es amable. ¿Por qué?
- El personaje se llama Pedro y lo que trabajé con Grandinetti es esto. Es un señor que es querido por todos, escribe historias y da voz a los más desfavorecidos, como se dice cuando lo presentan en la fiesta. Aparentemente, es buena gente, y hemos jugado a que él realmente piensa que no ha hecho nada malo, pero porque estos señores no ven que haya hecho nada malo. Eso es lo que me interesa, estos lugares grises, porque si vamos al blanco y el negro se queda una cosa en maniquea horrorosa. En cambio, si juegas en esos espacios es más complejo.
- Pero hay quien critica que Nina vaya, incomoda su presencia.
- Sí, le dicen “déjalo estar, que ha pasado media vida”. Ahí ella se da cuenta de que va más allá no solamente esto, sino que va más allá. Ella se fue, y los del pueblo son los que se quedan. Entonces, él ha seguido viniendo, es un hombre ilustre de ese pueblo, por eso se extrañan al verla.
- ¿Qué presión sienten las víctimas en esos momentos?
- Yo no sé lo que sienten en ese momento las víctimas, pero lo que me cuentan ellas es que cuesta mucho aceptar que eso te ha pasado, que puedes contarlo y que no te van a juzgar. Es difícil, o sea, sienten tanta culpa por lo que pasó que se llegan a preguntar si lo provocaron ellas realmente.
- Vayamos ahora a la forma. ¿Con qué referentes juega 'Nina'?
- Sympathy for Lady Vengeance, westerns como Johnny Guitar y Duelo al Sol son las principales, un montón de western clásicos y spaghetti western como Hasta que llegó su hora, El Gran Silencio, Solo ante el peligro, Río Bravo, Centauros del Desierto.
- En cambio, hace algo contemporáneo con ello. ¿Cómo?
- Yo lo comparo mucho con la música. Y no quiero que suene pretencioso, pero si te fijas Rosalía, María Arnal o C. Tangana está cogiendo lo clásico y trayéndolo al presente, metiéndole electrónica, mezclando géneros, y están haciendo unas nuevas músicas. Yo lo que intento es un poco eso. He cogido cosas del pasado, formas de narrar clásicas que todos reconocemos y les he traído el presente con un ritmo mucho más actual, con mezclas y saltos de tiempos.
- Y cambios de los protagonistas. En este caso, una mujer, que no protagonizaron muchos western.
- He cogido esos arquetipos y les he dado la vuelta. El héroe aquí es una heroína, las que cuidan no son ellas, es Blas, que es el amigo. El motivo de la venganza es completamente contemporáneo y muy feminista.
- ¿Cuán importante es el mensaje feminista en la película?
- Yo lo que he intentado con esta peli es que dé el lugar a una reflexión. No me gusta nada obligar a la gente a pensar de una manera. Quiero que la gente cuando salga piense más en qué harían ellos y se planteen hasta qué punto hay una violación, hay un abuso. Hay muchos temas sobre la mesa sobre los que quiero que se genere debate. Si los temas se hablan, se pueden cambiar; si no se hablan, seguirá dándose el silencio del pueblo.
- En este sentido, en el retrato del pueblo, hay un toque casi neorrealista, dentro de esta fantasía, ¿no?
- ¿Te parece? Fíjate que no me interesa un neorrealismo, un realismo o un naturalismo como se está haciendo. No me interesa porque no es mi forma de narrar. O sea, me encanta, pero mi forma de hacer cine no va por ese canal. No me sale. A mí, cuando escribo, me vienen imágenes a la mente y dirijo según esas imágenes. Quizá mis referentes no sean los de este cine más naturalista actual, sino que miro más hacia otro tipo de cine.
- También se aleja del ESCAC, donde hizo el máster de cine. ¿Hace falta cambiar esa versión del cine español más intimista, pequeño, e ir con ambición, apostar por el género, la exploración?
- Hombre, yo te voy a decir una cosa. En el máster de la ESCAC cogían tres proyectos para volverse a rodar y yo me quedé la cuarta, o sea, que la ESCAC a mí no me quería. Entonces, cogí mi proyecto, que era Los años de Irán, y, como tenía mi propia productora, me la autoproduje. Saqué más dinero del que me iban a dar en la ESCAC y ahí empieza mi carrera.
- Con un no, curioso.
- (ríe). Exactamente, mi carrera empezó con un no. Quizás ya no encajaba en esa forma de hacer cine desde el principio.
- ¿Y cuánto cuesta la autogestión? ¿Cree que se debería apostar más por visibilizar ese tipo de cine?
- La autogestión tiene dos cosas, una muy buena y muchas muy malas. La buena es que tienes libertad absoluta para hacer lo que quieras, en todos sentidos. No tienes que encajar, puedes ser completamente libre visualmente, en la temática. La mala es que es mucho más complicado que te metan en un circuito comercial, claro. Yo estoy siempre muy a favor de las películas independientes. No esas que formalmente son mainstream, sino independiente de verdad. Mamantula me ha flipado, On the Go me ha gustado mucho. Tal vez son películas más imperfectas, claro, pero ¿y qué? La mía también. Todas son imperfectas. Por tanto, ojalá ese tipo de películas llegaran a más sitios. Ahora, hay que currárselo un montón.
- ¿Y ahora prepara algún proyecto?
- Sí, es una idea de una chica llamada Bárbara Magdalena, que se la queríamos producir, pero no la quiere dirigir y voy a hacerlo yo. Es su guion, ahora entro yo y se llama Macramé. Es una historia erótica de dos mujeres de la tercera edad que intercambian sus roles de poder a través de una relación masoquista con cuerdas de macramé.
- Otra vez mujeres fuertes. 'Nina' es víctima, pero…
- Viene con un arma.
- ¿Es para demostrar que las mujeres en el cine no tienen que ser siempre víctimas?
- Exacto. Eso es muy yo. No voy a coger una pistola, pero si me haces daño, cojo un arma: la cámara de cine.