Sandra Mazarovsky fue una actriz nacida en Tánger a finales de los años 50 que, muy jovencita, despuntó en el cine español. Tenía apenas diez años cuando rodó con Pedro Lazaga El otro árbol de Guernica. Poco a poco fue creciendo en la industria del cine, pero ya con 16 años y con el cine de destape en auge, empezó a hacer papeles de este tipo. Algo que hoy sería impensable y denunciable.
Sea como fuera, se convirtió en una estrella. El problema es que la sociedad la cosificó. Los medios la veían sólo como un objeto para el deseo y nunca se preocuparon del impacto que tuvo eso en ella. Es más, se llegó al chantaje y a la extorsión. Ahora, Borja de la Vega reivindica su figura y retrata sus últimos días en La última noche de Sandra M.
La cinta, que ya está en salas, retrata una de las últimas entrevistas que concedió la actriz (interpretada por Claudia Traisac), a un periodista de la revista Semana, pero también las llamadas y visitas que recibió. Entre ellas, las de su amiga Inma, papel que cae sobre Georgina Amorós. Ella es de las pocas que trata de escucharla y verla al margen de su fama.
Crónica Directo tuvo el placer de hablar con la actriz catalana en la presentación de la película en el Festival de Málaga y hablar un poco de la esencia de la cinta: cómo ha sido el trato de la industria a las mujeres, si ha cambiado, así como el papel de los medios.
- 'La última noche de Sandra M.' viaja hasta el 1977 y nos habla de una actriz de la época, pero ¿qué cree que nos cuenta al espectador de hoy?
- Nos cuenta desde la ficción la vida de una actriz que existió en la vida real. Nos habla de todas las inseguridades de las actrices, todas las limitaciones, todas las cárceles que le pone la sociedad alrededor. Todo con una Claudia Traisac, que es fantástica, haciendo de Sandra Mazarovsky. En definitiva, es un homenaje a esta profesión y a las actrices en concreto.
- ¿Diría que es el retrato de una época y de una profesión como la suya o algo que sigue pasando?
- No, yo creo que una cosa bonita de la peli es que es un homenaje a las actrices, y se nota. Borja, el director, es también representante de actores, y desde niño siente un amor y cariño absoluto por las actrices, por cuidarlas, pero también por la profesión. Eso se plasma muy bien en la película y da paso a que la peli sea atemporal, en este sentido. Lo ves en mi personaje, las escenas y conversaciones que tengo con Claudia, no dejan de ser las inseguridades de unas actrices que, de repente, cuando la industria no confía en ti, te hace dudar a ti misma. Asimismo, lanza este mensaje de que la falta de oportunidades no significa que no tengas talento. Muchas veces la industria puede ser muy injusta, porque no te salen oportunidades como actriz y parece que haya algo mal contigo y no, simplemente es que la industria puede ser un poco caprichosa.
- Este año ha habido varias películas que hablan de la situación de las actrices en la industria y todas las presiones constantes que reciben. ¿Es por el hecho de ser mujeres que se les pide más? ¿Es porque hay una nueva mirada?
- Bueno, hay algo con la imagen, con el físico, que sí tiene mucho que ver con el hecho de ser mujer. Blanca Portillo lo dijo en su discurso del Festival de Málaga, cuando se presentó sin maquillar, con unos vaqueros y con una camiseta básica diciendo “esto es lo que soy”. Porque parece que al ser actriz una tenga la presión de tener que estar superguapa, que cada look tenga que dar algo a entender, o hacer una reivindicación. O sea, es parte de la promoción, que es importante, pero no debería ser la fundamental. Hoy en día estamos un poco perdidos en la escala de prioridades en esta industria, de qué es lo más importante ¿la imagen y lo guapo o guapa o femenina que estés o que estés haciendo un buen trabajo y haciendo proyectos interesantes? Esto siempre es algo que me revienta un poco la cabeza.
- En referencia también con la historia de Sandra, ¿qué papel juegan en este sentido los medios? ¿Han contribuido en parte a esa cosificación de la mujer? Porque cine y medios se retroalimentan.
- Claramente, es un pez que se muerde la cola, llevan muchos años funcionando así. ¡Bueno, toda la historia de la humanidad! No sé si es por una estrategia de distracción, se les ha exigido a las mujeres cómo ser. En el siglo XVII era vestir con corsé, ser devota y estar rezando, y, así hasta ahora, se han construido maniobras para que no tengamos tiempo para pensar en las cosas importantes o para estar en los asuntos que realmente son importantes y así poder cambiar cosas y pedir derechos. Como que de repente estamos un poco distraídas, maquillándonos, poniéndonos la ropa…
- Y luego precisamente parece que si se arreglan o se visten de determinada manera se les critica por ello y estar pidiendo derechos, ¿no?
- Exacto. Pero me gusta porque, ahora, cada vez estamos pidiendo menos permiso y simplemente lo estamos haciendo. Nos hemos cansado de pasarnos toda la historia pidiendo que se nos escuche y ahora ya estamos cogiendo los derechos por nuestra propia mano y haciendo un poco ya lo que nos da la gana, como los hombres llevan haciendo toda la vida.
- A Sandra no la dejaron. La tenían encasillada en el papel de actriz del destape y se le pedía siempre eso. Pero a día de hoy también puede pasar cuando se participa en una serie o película juvenil o de humor. ¿Es una tendencia que continúa?
- Has de luchar contra ello, sí. Creo que al principio es normal que cada uno, con el físico o con el idioma, se den ciertas limitaciones a nivel de cómo la gente te puede ver. Pero hay que luchar cada vez más para demostrar que podemos hacer muchas otras cosas. Hemos de ayudarles a hacer el ejercicio de imaginación para que te vean en un rol en el que no están acostumbrados.
- ¿Pero no es duro que un físico o un papel haga que tengas que justificarte o defender que puedes hacer otros roles?
- Básicamente, entiendo que es normal que a mí me vean como la niña buena y dulce. Soy consciente de lo que proyecto y hay personajes que me quedan más lejanos, pero sí debo trabajarlo para que vean que también soy actriz y a lo que me dedico es a crear personajes y que puedo hacer personajes que son completamente diferentes a mí.
- Y hablando de la dulzura que proyecta y de defender de las capacidades de cada uno, en esta película usted hace el papel de esa persona empática que, en momentos que nadie te escucha, lo hace. ¿Es difícil encontrar en este mundo de la fama a estas personas? ¿Qué papel juegan?
- Para mí es fundamental. Para mí, por ejemplo, es superimportante tener mis pilares cerca y son mi familia y mis amigos. Es la gente que te mantiene con los pies donde deben estar y te recuerdan las prioridades y todo.
- Pero ellos también, como se demuestra en la película, tienen una responsabilidad enorme, porque a veces no ven que uno, como le paso a Sandra, está al borde del precipicio. ¿Cómo se puede ver eso?
- A veces, es difícil ver que otras personas están pidiendo auxilio, pero igual una de las formas para evitar caer es dejar de estar tanto en un teléfono y su burbuja, y estar más en el presente, con la gente que te rodea, mirándolos de verdad.
- Claro, porque a Sandra le pasó antes de las redes. ¿Ahora es más complicado aislarse de todas estas demandas de la industria, del público, de los comentarios?
- Sí, es cierto que con las redes sociales viene todo esto, pero a la vez te dan la opción de ser tú el dueño de la imagen que quieres proyectar. Antes eran los medios los que hacían de ti lo que querían y creaban tu imagen y lo que salía al mundo y cómo se te venía. Al menos, con las redes tú puedes proyectar la imagen que te dé la gana.
- ¿Qué podemos hacer del público para que esas actrices no se sientan cosificadas?
- Valorar realmente lo que es importante, que al final es el trabajo de las actrices y no tanto el físico. Es muy fácil, hoy, protegerte detrás de una pantalla y decir cualquier cosa por redes sociales y juzgar, y juzgar, y juzgar, y tirar mierda, sin ser conscientes del daño que puede provocar eso. Entonces, también está bien, como siempre, tener un poco de empatía.