Marc Artigau dedica un trimestre del año a dar clases, como mínimo. Le gusta el contacto con las nuevas generaciones, verlas crecer artísticamente, mientras ellos, a su vez, se nutren de sus conocimientos.
De este contacto con estudiantes, ha nacido L'última f**king nit, una revisión de la mitología griega, revisitada y revisada a partes iguales. Actualizada, pero igual de novelesca. El amor, el deseo, la muerte y el poder se dan cita en una fiesta infinita de la que nos muestra tan sólo poco más de una hora. Unos 70-75 minutos que sirven al dramaturgo para abrir el teatro a los jóvenes.
De dioses y público
El escritor tiene claro que el público es una parte esencial del teatro y este debe salir de la sala con ganas de volver. Especialmente, si es joven. La edad media del espectador del teatro suele ser elevada y él quiere cambiar eso. Para ellos es esta fiesta de 300 años en la que invita a los asistentes a usar el móvil y colgar lo que graben en redes. “Nosotros actuaremos en consonancia”, subraya a modo de advertencia.
Crónica Directo charla con Marc Artigau en los días previos al estreno de la obra que se presenta en el Teatre Lliure de Barcelona hasta el 29 de octubre. A pesar de ser ya un autor multipremiado y querido por el público, sigue nervioso, como un intérprete antes de salir a escena, como un hombre que teme la ira de Zeus.
- ¿Sigue teniendo nervios?
- Siempre. Aunque también depende mucho del proceso y cómo llegamos al estreno. Pero sí, suelo tener. Es diferente cuando escribo novela. Tú escribes y cuando entra a la edición ya no puedes entrar. Allí hay un momento de luto, de dejar ir, pero es más íntimo. Una obra la has escrito en casa, la transmites y ya es más de los actores que mía y provoca nervios.
- Además, estos actores son muy jóvenes. ¿Por qué?
- Tal vez ese sea un prejuicio, pero pensé que el público conectaría mucho más con la historia si los actores eran jóvenes. Además, me iba muy bien por el tema de la mitología. Me gustaba colocar los mitos en una plenitud física y vital que se tiene de los 20-30 años.
- ¿Por qué está voluntad de hablar de unos dioses antiguos?
- Hice un programa del Ayuntamiento de Barcelona que se llama Creadores en Residencia en distintos institutos. Empecé a trabajar con chavales de la ESO y cuando hablábamos de relatos y de historias salían Marvel, Game of Thrones y toda una ficción audiovisual muy asumida que, en muchos casos, nace de la mitología y que lo desconocían. Entonces, pensé que acercando estas historias de una manera mucho más llevadera, desde el hoy y aquí, tal vez conectarían. Porque, si tú coges la historia de Zeus y le pones otro nombre, es un culebrón. Y es interesante porque, en el fondo, algo que está escrito hace miles de años, tiene mucho que ver con lo que nos sucede a nosotros ahora y siempre, porque va a una pulsión muy íntima. Paralelamente, me estaba leyendo el libro Mitos de Stephen Fry, en el que baja la mitología a un lugar explicado muy ameno.
- ¿Cómo se relaciona esto con la historia metateatral que aparece en la obra?
- Sería un spoiler, pero ayuda a colocar a estos actores de una generación más joven a cuestionar lo que se cuenta, se evidencian las dudas e inquietudes sobre un espectáculo sobre mitología. Y también porque mi objetivo es que los chavales y el público joven que vengan, quieran volver al teatro. Que entiendan que el teatro es un espacio de placer, de diversión, que sí, que puedes aprender cosas, pero sobre todo también puedes gozar. Juan Carlos Olivares me citó que Nietzsche dijo que todo placer tiende a buscar la eternidad. Y eso me encantó. Por eso esto es una fiesta infinita de 300 años, que no termina nunca. Y la estructura de la obra tiene esto, repeticiones infinitas. Si los chicos y chicas que vienen salen con una sensación de placer y ganas de volver al teatro, hemos ganado, quiero decir.
- ¿Cree que el teatro se está olvidando también de ese placer que ha de ofrecer al público para tratar de hacer algo sesudo y político?
- Mira, todo autor es político. Todas las decisiones que toma son políticas. La obra tiene muchas decisiones políticas también, pero no es una obra didáctica. No decimos que está bien o mal. Nosotros contamos una historia y es evidente que hay puntos de vista y opiniones, pero para mí, es muy importante que no crean que vendrán aquí a que les peguemos la chapa. Y por otra parte, creo que hoy en día competimos con las pantallas, con una oferta audiovisual muy impresionante. Por tanto, el teatro debe tener sus armas. El teatro tiene algo de revolucionario o de antisistema: nos convoca a la colectividad cuando vamos cada vez más al individualismo. Esto ya es una decisión también política. Y hacer que los espectadores no entren por la puerta principal, también, como el hecho de no encontrar un espacio vacío, sino a los dioses bailando o de invitarlos a encender los teléfonos, grabar, hacer stories, pueden hacer lo que quieran. Ahora, nosotros responderemos desde la misma libertad. Nuestra voluntad es compartir una hora y diez que dura la obra y pasarlo bien.
- Puede ser, pero que acudir al teatro sea revolucionario, que la experiencia colectiva sea transgresora, ¿basta? ¿Hemos de conformarnos en hablar siempre de los mismos temas porque son tendencia porque lo revolucionario es venir a ver teatro?
- Es una buena pregunta. La verdad es que no sé. Hablo desde mi experiencia. Yo en cada espectáculo intento hacer algo diferente a lo anterior que he hecho. Incluso quizás por pasármelo bien, por no aburrirme. Vengo de hacer una especie de dramedia y ahora me pongo con la mitología con los dioses en una fiesta.
- ¿Qué sucede en esta fiesta?
- La que cuenta es que Hera y Zeus se casan, invitan a unos cuantos dioses y, a partir de ahí, nace la idea de a ver qué pasa. Pero lo hacemos incluso para un público que tenga cero información. Y para conocerlos a todos, empiezan a jugar al “yo nunca, nunca”. Así vas viendo sus relaciones. El resumen delgado es que esta fiesta, esta obra, va sobre el deseo. Pero con la capa del ensayo de teatro, aparecen las representaciones, las apariencias… Porque en el fondo, el espectáculo va de la identidad, de quiénes somos y quién representamos ser. Con un giro final.
- En cualquier caso, vuelve a romper la cuarta pared, como hizo ya en 'L’illa deserta'.
- Sí, no sé. Es cierto que ahora me cuesta escribir una obra de teatro sin tener presente el hecho teatral que implica al público. De alguna forma no puedo evitar pensar que esto es un hecho que se consume, deviene y se celebra con la presencia y pertenencia de otros. Cuando escribo novela, evidentemente, articulo la historia como de otra forma. Pero sí que en estos dos o tres últimos años, hay algo en la escritura que me lleva al pensar esto, que esto va a estar compartido por un grupo de gente y no la puedo obviar.
- ¿Es eso el vértigo?
- Sí, porque en el teatro el modelo de recepción es completamente distinto al de la literatura. Porque en la obra ves si el público ríe, llora, se va y te recoloca. Es una cura de humildad que va muy bien. Y cuando va bien, va muy bien.
- Y ahora que ha escrito una obra inspirada en lo que ha visto de los jóvenes, con gente joven y para gente joven. ¿Cómo ve su relación el teatro? ¿Hay futuro y esperanza?
- Yo creo que sí. No me gusta tener una visión derrotista, por el contrario, pienso que son la esperanza absoluta. Creo que están mucho más formados, evidentemente les falta experiencia, pero como todos a su edad. En cualquier caso, tienen la capacidad y un acceso al arte y a la cultura mucho mayor que yo a su edad. Con el hecho de tener este abanico, supongo que debemos educar desde otro sitio, que es de la capacidad de ser crítico, de saber en qué centrarse entre todos los inputs que reciben.
- El problema es: ¿tienen esa capacidad crítica? Usted mismo dice que en las clases hablaban de héroes de Marvel sin saber que algunos beben directamente de la mitología. ¿A qué tipo de cultura acceden?
- Para mí, las películas de Marvel son cultura… o entretenimiento, tampoco sé exactamente dónde está el límite. Pero, si una película de Marvel también te sirve para que dentro de un tiempo te intereses por la mitología, pues bueno. Yo mismo me pongo películas para evadirme. En esta obra, incluso hemos asumido discursos audiovisuales y los llevamos al teatro, como lo del 'Previously, en L'última f**cking nit' y hacemos una especie de trailer de escenas.
- Eso le puede llevar a ser criticado por los puristas.
- ¡Claro! En la obra todo está muy pervertido y los puristas de la mitología griega me esperarán fuera porque les hago hablar y tener opiniones.
- ¿Hay voluntad de reconstruir los mitos?
- Sí, de llevárnoslos hacia nosotros.
- ¿Y que nos explican entonces esos mitos de entonces ahora?
- Una de las conclusiones que he llegado es que la mitología es muy adolescente. Y que los mismos pecados que nos condenaban hace 4.000 años, son los que nos condenan hoy. En el fondo esto es una rueda que cambia el canal, pero nuestras miserias, nuestras angustias, nuestros miedos son los mismos que entonces y pasan de generación en generación como una herencia que parece inescrutable, que es definitiva.
- Ahora ya no se le ve tan optimista.
- No, no, no. Yo soy muy pesimista, por eso intento ponerle humor, que es como yo miro la vida.