'Búho': el viaje de dos catalanes por la memoria a través del teatro físico
Diego Lorca y Pako Merino regresan con su fusión de periodismo, escenografía y dramaturgia tras un descenso a las alcantarillas
6 octubre, 2023 22:40¿Qué pasa cuando la memoria falla, cuando el cerebro se convierte en un gran agujero negro que absorbe los recuerdos? Entrar allí es todo un mundo desconocido, todavía a día de hoy. Es sumergirse en lo oscuro.
La compañía de teatro catalana Titziana, formada por Diego Lorca y Pako Merino, han tratado de hacer ese viaje en Búho. Han estado con pacientes de la clínica Guttmann, especializada en este tipo de trastornos, para saber qué sucede en esos momentos y cómo conseguir salvar esos recuerdos, si es que se puede.
De lo concreto a lo particular
Pero con Titziana las historias no son sólo narrativas, tienen todas un componente físico. Es allí, cuando decidieron bajar a visitar el alcantarillado de grandes ciudades españolas, entre ellas Madrid. Han vuelto a hacer periodismo de investigación para llevarlo al escenario. Y de la mezcla de todo ha salido su nueva obra.
Búho habla de Pablo, "quien transita por recuerdos de una vida, de lo que él ha heredado, lo que hemos heredado, y vamos a transitar por ahí", en palabras de Lorca. "Habla de una persona concreta como excusa para hablar de la mente y cómo funciona", prosigue. "Así, esta búsqueda de la memoria del antropólogo que interpreta Pablo se convierte en esa búsqueda de la memoria antropológica", concreta.
Una vez más, Titziana hace de su obra algo universal, pero es su manera de entender el medio en el que llevan desde su fundación en 2001. Para Lorca, "el teatro, las artes nos dan una distancia, un posicionamiento para entender la vida", desde siempre. "Desde el origen del tiempo cuando un artista trazaba una línea, lo que hace es condensar, de esencializar y darle una dimensión a un sentimiento universal, diferente que el resto de personas que tienen otras profesiones en la vida", recuerdan impregnados del tema antropológico de su obra.
Crónico Directo mantiene una conversación con Diego Lorca sobre esta manera de entender la cultura, el teatro y la vida. Pero también del peso de la memoria, del olvido y de la búsqueda de la identidad. En definitiva, de todas las temáticas de Búho, que, en su gira nacional, aterriza en el Teatro Abadía de Madrid hasta el 22 de octubre.
- ¿Por qué ese título? ¿Por qué esa bajada a las alcantarillas?
- Es nuestro sello como compañía. No hay viaje aburrido, sino que es complicado, pero esta ha sido nuestra esencia. Es como un periodismo documental. Nosotros nos planteábamos el tema de la oscuridad y la memoria para trabajar la creación del espectáculo. Eso nos llevó por lugares del cotidiano que queremos observarlo para adaptar la realidad a la ficción mediante un texto y un lenguaje teatral. También intentamos entender el mecanismo de la mente a partir de la convivencia con pacientes que tratar de recuperar su memoria en el centro Guttmann, de Barcelona y de Badalona. Todo ese viaje, la documentación, inspiración, todo ese posible relato se enfoca claramente hacia lo que sería la propuesta teatral, conservando lo que es lo cotidiano, la belleza, la tragedia que comporta la pérdida de la memoria, la parte onírica y metafórica.
- ¿Cómo entrelazan eso con un teatro físico?
- Y el teatro físico es primordial. Nosotros damos gran importancia al teatro más allá de lo que serían las palabras y el conflicto argumental. Escénicamente, es muy importante para nosotros la belleza y el lenguaje corporal nos permitía evocar todo ese universo onírico del personaje. Porque en definitiva, Búho es un gran viaje a través de la mente, donde las palabras se fusionan con la parte visual y ambiental de ese transitar por el interior de la mente humana.
- ¿Y es tan oscuro como viajar para al subsuelo? ¿Hemos de ir tan lejos a esas partes tan oscuras para encontrar nuestra identidad?
- Bueno, metafóricamente cuando eres privado de tu memoria, sí, es necesario. Además, cuando aceptas que parte de lo que tú eres, de tu identidad, que está en esa profundidad de la mente, en la recuperación de esos recuerdos, has de escarbar en tu interior, en esa parte fosilizada de tu mente. Eso sucede en las terapias. El personaje de Pablo es obligado de forma casi involuntaria a evocar una memoria ancestral que él no sabe que le pertenecía, pero es así. Es una necesidad desde el inicio de la historia del hombre, que quiere meterse, adentrarse en las cuevas o cuando la gente quiere recorrer de forma ilegal los subsuelos de la ciudad.
- Está esa necesidad, ¿pero estamos obligados a buscar allí?
- Si uno piensa en el porqué de lo que uno hace, verá que parte de lo que ha vivido, de la familia, del entorno más próximo le pertenece. Pero también hay algo como sociedad y como especie que te pertenece. La no adaptación al medio oscuro de la cueva forma parte de la especie humana, no estamos adaptados como especie a esto. Nos sigue pasando cuando bajamos a esas cuevas y cuando tú enciendes una luz y aparece ante ti una pintura rupestre de hace 40.000 años un trazo de un ser como tú, reconoces algo muy tuyo que a lo mejor nunca te has parado a pensar. Por eso, Búho te permite adentrarte en esta memoria más colectiva. El público llega olvidar el drama personal de Pablo y transita por una memoria colectiva y ancestral de la que no somos conscientes. Por esta razón, tratamos de que la música creada para la obra, toda la parte clásica, todo el juego físico, todo el diseño del espacio escénico, los elementos escenográficos, trabajen con esa velocidad de la mente para adentrándose en un espacio.
- ¿Y cómo lo recibe el espectador?
- Y lo que hacemos es conectar con algo muy lejano, ir hasta 30.000 años atrás y sentirnos reconocidos. Eso es muy fuerte. Porque como público haces un ejercicio de músculo evocativo muy potente.
- ¿Es el arte una manera de conectarnos con ese pasado, con esa identidad pasada, con ese pasado colectivo?
- Tenemos una obligación que va más allá del entretenimiento. Tenemos la obligación, más allá de entretener al público, de adquirir un compromiso. Somos un altavoz, una parte fundamental de la evolución del entorno, de la cultura y tienes que ser responsable. Nos gusta tener esa responsabilidad de trascender.
- ¿Su voluntad es apartarse de allí, de ese teatro mainstream dedicado al entretenimiento?
- Bueno, Paco y yo nacemos creativamente en Lecoq, donde su forma de hacer es explorar los límites de la forma, donde cualquier lenguaje es apto, donde todo tiene la misma importancia. De allí, das por hecho que las caras nunca han sido importantes, porque al final lo que importa es el todo, es el proyecto y la capacidad de compartir ese momento. Da igual quién y cómo lo haga. El yo tiene toda la importancia para nosotros, estamos al servicio de contar una historia y la historia es lo que manda. La música es una manera matemática de hacerte vibrar por dentro, el lenguaje es otra y ver dos cuerpos como los tuyos encima del escenario, también. Es la magia del teatro a diferencia del cine, aunque con el conflicto sea igual. Todo está al servicio de la historia. Intentamos ser honestos y rigurosos en esa búsqueda de los límites de cada lenguaje.
- ¿Qué papel juega allí al público?
- Es parte fundamental, pero no venimos a dar una moraleja o una fórmula de finalizar una historia concreta. Somos un catalizador para que explote algo en el espectador, pero siempre con la voluntad de que el espectador participe. No creemos en un espectador pasivo, literal y sin aristas. El público que ve nuestras obras es exigente porque se le interpela a que relacione todas las piezas del puzzle en su cabeza y que realmente se deje romper o transitar para modificarlo todo. Pero al final es él quien compone la historia, porque hay muchos elementos que están trabajando todo el rato y no hay una forma única de entender la obra, como nunca nadie recibe una obra de arte de una forma única. Los diferentes lenguajes que usamos también permiten eso. Pero trabajamos por y para él.