Magda Puyo/  GALA ESPÍN CG

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Magda Puyo: “La necesidad de ser políticamente correctos no nos lleva a ninguna parte"

La directora apuesta de nuevo por la narrativa inglesa y traslada la última obra de Martin Crimp al Teatre Nacional de Catalunya

12 febrero, 2023 00:00

Magda Puyo (Móra la nova, 1960) lo ha vuelto a hacer. Ha regresado al Teatre Nacional de Catalunya (TNC) donde formó parte de su consejo asesor de 1998 a 2001, pero esta vez con una obra bajo el brazo que sacude conciencias.

Si ya en el Teatre Lliure apostó por la dramaturgia británica con I només jo vaig escapar-me de Caryl Churchill, al TNC lo hace de la mano de Martin Crimp para dar un puñetazo al estómago del espectador con Quan ens haguem torturat prou. El título ya indica por dónde irán los tiros.

'Quan ens haguem torturat prou'

Amante de los riesgos de un teatro que sacuda la conciencia del público, la catalana arriesga con un montaje fragmentado, episódico, descarnado y reflexivo y en el que la directora de escena se atreve a poner incluso momentos musicales. El objetivo es claro: “da un respiro al espectador para luego volverle a golpear”.

Puyo entiende que esa es la función del teatro, especialmente, el de uno público, el que debe arriesgar, según ella. ¿Y si el público no está preparado? Así responde a Crónica Global.

--Pregunta: ¿Por qué escribió este texto?

--Respuesta: Primero cogí al autor. En este momento la literatura dramática británica es la más desgarradora. Anteriormente, hice a Caryl Churchill y ahora a Martin Crimp. Este es el último texto que ha escrito. Me pareció muy complicado y a la vez muy sugerente, con muchas capas dice muchas cosas y, de algún modo, es subversivo. Crimp es un poco como Sarah Kane o la propia Churchill. Son de esta generación que consideran que el teatro o es subversivo o no es. Y yo también lo pienso.

--¿Y en esta época lo es?

--Yo creo que estamos en una situación en la que se hace un teatro, por un lado, complaciente y después se hace un teatro de buenismo, que habla de lo buenos y buenas que somos. Yo no digo que no tenga que hacerse, solo que a mí no me interesa. A mí me interesa sacar la oscuridad y enfrentarnos a ella. La oscuridad que tiene cada uno y que es de lo que habla la obra. La única forma de cambiar las cosas es enfrentarse con el propio fantasma y el propio demonio, con los propios prejuicios que tenemos todos.

--En este sentido, y ya que ha abierto este melón, ¿qué sentido tiene, que papel juega una apuesta como esta en un TNC?

--Es que, si no apuesta por esto un teatro nacional, ¿quién apuesta? No podemos pretender que el teatro privado haga según qué. Hay teatro privado que se arriesga, sí, pero no es que tiene sentido que un teatro público apueste por ello, sino que tiene la obligación de hacer textos, autores, como éste.

--¿Y el público está receptivo a este tipo de textos, teniendo en cuenta que se le ha acostumbrado a un buenismo, como dijo?

--Sí, pero también debemos luchar para que el público esté receptivo a este tipo de teatralidad. Y ya lo está más de lo que pensamos. Debemos insistir un poquito, simplemente.

Magda Puyo/ GALA ESPÍN CG

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--Para volver a la obra y relacionando con lo que dijo: usted ha escogido a Anna Alarcón que en su día ya protagonizó una obra de Sarah Kane, pero ¿cómo se trabajan estos textos con los actores?

--Primero, profundizando mucho en el sentido del texto. Es algo lento y de mutua confianza. Hemos ido trabajando y encontrando el sentido, sobre todo, de las relaciones entre los personajes, que no son fáciles. Son muy incómodas y las hemos hecho cómodas para trabajar, no para el espectador.

--Pero las relaciones quedan reflejadas de una manera muy cruda.

--Estamos en un modelo patriarcal, heterosexual, colonialista y capitalista. Cuatro conceptos de los que habla la obra. Un modelo, por eso, que está muriendo, no va a ninguna parte. El autor te lo pone sobre la mesa, te lo enseña, y de alguna manera dice, “si esto no va a ninguna parte, quizás que hagamos otra cosa". Para mí no es un espectáculo que se hunde en el infierno. Es un espectáculo que nos enseña el infierno para que reaccionemos y vayamos hacia otro sitio. Así, habla mucho de lo absurdo de creer que el género es algo natural y de que los roles de género deben ser los que son, cuando nos los hemos inventado nosotros y, por tanto, podemos destruirlos. Pero, como ocurre también con los personajes, a veces nos enganchamos a ellos en toda su perversión, en todas sus contradicciones, en toda su vertiente maléfica. Pero es que realmente los grandes personajes de la historia del teatro son personajes que odias, quienes te muestran la parte oscura y te trastornan. Y el teatro, si no te trastoca, ¿para qué sirve?

--Claro, pero venimos de una línea complaciente del teatro.

--Es que no sirve. Es mucho mejor que te pongan espejos en frente y te avergüences de ti misma.

Magda Puyo/ GALA ESPÍN CG

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--Tanto como hombre como mujer en esta obra, porque aquí pocos se salvan.

--Claro, porque la obra habla mucho del abuso de poder. Y en el patriarcado, el abuso de poder se produce del macho hacia la mujer. Pero hay otro, el de la clase social. En la obra, la mujer pertenece a una clase social y termina siendo abusadora de otra mujer y de otro hombre, de otro chico. Por eso es interesante la obra, porque ves varias formas de abuso. A mí hay una frase que me trastorna mucho: "cómo puede una mujer culpar a un hombre de los límites de sus propios pensamientos". Chicas, no. No, no, no. Nos los cargamos, pero no aceptamos esta sumisión, ¿sabes? Si tenemos ese poder no lo hagamos igual. La ruptura de este modelo pasa por el feminismo. Es que no hay otra. Por tanto, pongámonos, pero bien. Y creo en la cohesión de feminismo. Ahora unas dicen una cosa, otras otra. Y cuidado, porque quieren eso, que nos dividamos. Yo creo en el feminismo inclusivo, sin ninguna exclusión.

--Pero, hablando de buenismo. ¿No hay cierta visión buenista también de la mujer? O sea, cierta idea de que eso te hace buena de por sí

--Sí, y claro. De hacer de la mujer algo estupendo. Lo somos, no cabe duda. Pero tenemos contradicciones y debemos ponerlas sobre la mesa, discutirlas y superarlas. Yo creo mucho en la dialéctica y hay opiniones aparentemente opuestas que pueden llegar a puntos de encuentro y a partir de allí seguir adelante.

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--Y en el teatro, ¿se produce una dialéctica? ¿Se lucha para conseguirla?

--Se está escarbando y haremos agujero. Ha habido una época de ser políticamente correcto y esa necesidad de serlo no nos lleva a ninguna parte. El arte es políticamente incorrecto por naturaleza. Debe serlo, ¡enfrentémonos a eso! Porque si no, realmente no estamos visualizando, ni reflexionando sobre la realidad, sino sobre una realidad idealizada. Esto no sirve para nada.

--De hecho, esta obra expone las aberraciones.

--Claro, toda la cuestión también del subconsciente. Se plantea cómo las mujeres han sometido su poder, su sexo, al poder y el placer masculino, y, por otra parte, la cuestión de si el deseo y la norma son compatibles, porque muchas veces no sucede. Virgine Despentes plantea que las fantasías masturbatorias de las mujeres muchas veces consisten en ser forzadas y violadas. Eso tiene que ver a menudo con el hecho de que el patriarcado, durante siglos, ha hecho creerles que, al no poder disfrutar de su placer lo han de disfrutar desde la sumisión. ¿Se pueden llevar a cabo los deseos sin romper las normas? Pongámoslo sobre la mesa. Y planteémonos por qué a veces se desea según qué.