Pablo Rivero: "Los riesgos más grandes de mi carrera los he corrido encima de un escenario"
El actor se lanza a las manos de David Selvas y La Brutal en 'La importancia de llamarse Ernesto'
9 febrero, 2023 00:00Pablo Rivero (Madrid, 1980) regresa al teatro y no a uno cualquiera, al Español, el lugar donde debutó sobre las tablas. Lo hace con un clásico de Oscar Wilde completamente rejuvenecido, La importancia de llamarse Ernesto.
La Brutal y el director catalán David Selvas trasladan el éxito que triunfó en Barcelona hasta la capital de la mano de grandes actores como Rivero y María Pujalte. Lo hacen en un tono desacomplejado, con mezcla de musical, humor y mucha mala baba, como la de Wilde.
Clásico renovado
La obra escrita a finales del siglo XIX “es de rabiosa actualidad”, recuerda la actriz, porque “seguimos viviendo en un artificio. La sociedad siempre es un artificio”, prosigue. Tanto como el teatro, pero eso no quita que sobre el escenario se puedan lanzar flechas que llegan directas al cerebro del espectador.
Selvas lo hace desde el humor y, además, lo mezcla con el musical y hace atractiva y contemporánea la reflexión del británico. Un artefacto perfecto con el que Pablo Rivero está encantando.
--Pregunta: La historia es de sobras conocida, ¿qué pensó al recibir la propuesta?
--Respuesta: Bueno, pues nada, dije: "Me ha venido Dios a ver". O sea, menudo regalo, es lo primero que pensé. Además, volver al Español, para mí una casa que es una referencia para cualquier actor, es un sueño. Empecé con ellos en La caída de los dioses. Para mí el regreso es muy especial, porque la última vez que hice teatro también estrené aquí, con El sirviente, con Eusebio Poncela. Por otro lado, conozco el proyecto de La Brutal, compañía de Barcelona. El teatro que hacen me fascina. A David Selvas lo conozco antes de conocerlo, antes de trabajar con él, y me encantaba, y además admiro mucho su labor como director y ahora que lo he disfrutado, aún más. Encima es Oscar Wilde, me pasaron un vídeo de la función con el repartazo que tiene en el TNC y cuando lo vi dije, "pero ¿qué locura es esta?" Es la esencia de Wilde en un off-Broadway, en el que te puedes permitir hacer algo más alternativo y hacer que los actores se pongan a cantar sin ser un musical. Tiene algo de indie. Y como actor me parecía que era una suerte porque hago de todo en el escenario.
--¿Le ha supuesto un reto tanto este nuevo enfoque como ponerse a cantar?
--Ha tenido parte de reto y de diversión. Yo intento quitarle importancia al trabajo, si bien me tomo muy en serio lo que hago. Y curiosamente en esta función, donde era muy difícil lo que tengo que hacer y se podía haber atascado desde el principio, es de las que más sencillas me parecen, porque todo fluye. David lo ha dirigido desde un sitio en el que las verdades se llevan a muerte y estamos muy intensos en determinados momentos porque no hay que pasar por encima de las cosas, pero la parte divertida es muy divertida. Y con las coreografías pasa un poco igual. Nacen desde una verdad, desde un estado de ánimo de los personajes. O sea, no es musical propiamente dicho en el sentido de que tengamos que cantar espectacularmente.
--Comentaba que tiene algo de difícil.
--Porque también hay mucha sinceridad, mucha mentira… Me parece difícil por el recorrido. El arco era bestial, pero también es una suerte. Es un personaje que tiene una doble vida. Él desde pequeño no sabe quién es. Lo encuentra un señor, es adoptado, no sabe quiénes son sus padres biológicos ni de dónde viene. También se inventa un hermano en la ciudad que siempre está en líos y dice que tiene que ir a verle y ahí es donde entra la acción. Su amigo Algernon le dice de sentar cabeza y que ya no puede llevarse a doble, pero él hace lo mismo. Esa es la crítica social, porque incluso hoy muchos hombres y mujeres lo hacen. Todos nos inventamos un alter ego de alguna manera, para disfrutar, para hacer lo que queramos, expresarte, clases de cerámica o yoga. Esas vías de escape que necesitamos todos en algún momento. La función es un viajazo y a un ritmo muy rápido.
--Y si todos lo hacemos pese a los riesgos, ¿cuán necesarias y peligrosas son esas dobles vidas?
--Es de lo que va la obra, de cómo esas vidas, en ocasiones, no te impiden vivir la vida que realmente quieres. Realmente muchas veces el problema no es esa doble vida que estás llevando, el problema es esa primera vida que llevas y que no es la que tú quieres llevar. Se trata de quitarse las ataduras sociales, las presiones, los convencionalismos. La obra lo expresa desde el humor, la ironía, y de conseguirlo. Ser quien quieres ser te quita un peso de encima.
¿Y ahora hay muchos más impedimentos a la hora de quererlo ser? ¿O hay más exigencias de lo que deberías ser? ¿Incluso que las redes lo fomentan?
--Yo creo que incluso más, las redes son un escaparate. Antes eso pasaba en salones y se enteraba tu entorno o quien se tendría que enterar; ahora mismo, ahora se entera todo el mundo. Esa cosa de proyectar, de aparentar, de querer ser, bueno, de estar todo el rato creando contenido, como le dicen, y de llamar la atención, también en el buen sentido. Muchas veces también en lo profesional, es un poco hacerse hueco. De ahí que esa sobreexposición, también es una presión social. Asimismo, tiene relación con los convencionalismos, el querer gustar a mucha gente, tener una propuesta distinta y que guste. Todo eso está a la orden de día.
--¿Lo sufre como actor?
--Como sociedad siempre nos gusta encasillar a todo el mundo, pero desde que era pequeño. Esa es la lucha también a nivel de actor, poder hacer lo que te gusta. No siempre se puede elegir, pero la tarea es intentar encontrar proyectos que sean diferentes, que te propongan retos distintos. Pero la esencia es tener confianza en uno mismo cuando cuentas las historias y saber lo que eres. Cuando empecé en Cuéntame siempre me preguntaban por el miedo a encasillar, pero siempre he dicho que no tengo nada que ver con Toni. Y bueno, el tiempo te va dando la razón, claro que has de tener la suerte de que te den las oportunidades y si no te las dan, pues ahí estás tú.
--¿El teatro le dio ese espacio?
--Sin duda. Los riesgos más grandes de mi carrera los he corrido encima de un escenario. El mayor de todos, el más bestia fue la primera función: La caída de los dioses. Eso fue romper con todo, eso era rock and roll, por lo que mostrábamos, cómo se mostraba, el personaje que interpretó Helmut Berger, travestido y luego vestido de nazi. Eso a la vez tiene que ver mucho con la literatura que yo hago.
--¿ Y la literatura qué le da?
--En la literatura he encontrado una voz. Yo soy dueño de lo que escribo y por suerte estoy consiguiendo lo que era mi sueño. Empezó como un hobby. Por suerte como actor he tenido cierta estabilidad laboral y no dependía de eso e intenté escribir lo que a mí me gustaría leer. He ido consiguiendo lectores que esperan mis libros y para mí ese es el mayor sueño. La novela tiene la intriga que a su vez tiene que ver con el morbo, con el terror, con el miedo, con esa atracción del subconsciente, que no sabes por qué te atraen ese tipo de historias. Me lo paso pipa. Y combina dos cosas muy importantes para mí: puedo meter temas de relevancia, de los que a lo mejor no se hablaría en otro género y por el otro lado hay algo de gamberro. Hay algo que se genera con el lector que te sigue y es muy bueno. Me entero gracias a las firmas y a las redes sociales, de las que no soy muy amigo.
--Y hablando de la libertad de la literatura y de la que propone Wilde en la obra. ¿Qué mensaje cree que da el montaje acerca de la libertad, por lo que todo el mundo se la pone en la boca?
--El mensaje es lucha por quitarte las ataduras sociales e intenta ser honesto contigo mismo y con los demás. Luchar por eso, porque vas a estar en paz.