Ana Mayo: “Deseo que las redes revienten, van bien para algunas cosas pero destruyen autoestimas"
La actriz reflexiona sobre la profesión a raíz de la reversión de Cyrano de Bergerac de Antonio C. Guijosa
30 enero, 2023 00:00Ana Mayo se mete de lleno en una versión muy libre de Cyrano de Bergerac que sucede dentro del mundo de la interpretación y que se puede ver en los Teatros del Canal: Las cartas de Cristián. Las envidias y los celos suceden entre dos hombres, Cristián y Máximo. El primero es considerado un famosete de poca monta que quiere despuntar en la actuación; el segundo es muy odiado en el gremio, pero triunfa por su talento como actor.
En medio hay dos mujeres, Maggie, que intenta animar a Cristián y hacer de intermediaria, y luego está el personaje de la catalana, que matiza que “no soy Roxana”. En su caso es “el trampolín, el empuje que necesita Cristián para cambiar, para atreverse”. En todo caso es una “vieja amiga de escuela que se encuentra después de muchos años y salta la chispa y sí, le empuja de alguna manera a querer ser mejor o a querer dar su mejor versión”.
Proceso de creación
La actriz tiene claro que su persona “es bastante la voz del autor”, Antonio C. Guijosa, un obsesionado con el cuarto acto de Cyrano. Se pregunta si el pobre Cristián, en medio de la guerra, nunca quiere escribir a su amada. Y le empezó a dar vueltas. Finalmente fue su padre quien lo inspiró. El progenitor del dramaturgo sufrió un trastorno cognitivo severo y vivió cómo muchas veces le costaba expresar lo que quería decir e incluso se daba por perdido, “cómo se hace pequeño al renunciar a decir eso que quería decir...”. De ahí, que entendió el miedo y la renuncia a no tener voz.
Roxana también comparte algo de eso con Cristián. “Es la que sabe que podría hacer algo más pero tampoco se atreve. Así como Cristián sí se atreve, ella no. Ella se queda cómoda en esto, pero bueno, sabiendo que puede ser más”, apunta. “Es de estas personas que todo el rato están buscando el sentido de la vida. La que no se atreve o cree que no se merece nada o que las historias bonitas no son para ella”.
Identificación
En todo caso, el director descontextualiza la obra francesa y la enmarca en el mundo de la interpretación y todo cobra otro sentido, pero manteniendo la esencia de esos miedos que nos impiden avanzar y que ella reconoce compartir con el personaje: “Yo me siento muy identificada a veces con el personaje. Parte de ella tiene bastante de mi carácter”, reconoce.
Para ella hay dos tipos de intérpretes, los que se lo permiten y se lanzan “desde la inconsciencia”, según su opinión. Y luego están los “más reflexivos, más sesudos”, en definitiva, “los que pensamos un poco más las cosas”, detalla. Es allí cuando expresa sus miedos a Crónica Directo. “Da más miedo cuando eres consciente de las cosas. Te preguntas qué pasa si te atreves y no lo consigues, el impacto y la fuerza de la caída”.
--Pregunta: ¿Da miedo meterse en estos grandes proyectos, por eso de no perder la personalidad o fracasar?
--Respuesta: Sí. Yo he tenido oportunidad alguna vez de estar en cosas más comerciales y lo he hecho, siempre cosas pequeñas, pero es verdad que hay algo de recelo y negativa a meter en algo tan comercial que te llega y prefieres hacer una función más de autor. También hay mucho de lo que quieres contar. Luego hay compañeros que se toman la profesión de otra manera y está bien. Uno tiene que pagar facturas y hacer lo que me venga, a veces.
--¿Son grandes dilemas?
-Sí, estás ahí implicado en lo que quieres contar y te preguntas por qué soy actor, por qué soy actriz, cómo utilizo este medio para llegar a la gente, para tocar un poco el corazoncito de las personas, pues sí.
--¿Y también hay esos momentos de envidias, de recelos con el otro, de cierta hipocresía?
--Yo diría que prácticamente no. En los 20 años que llevo ya dedicada a esto, creo que una sola vez me he encontrado con un poco de resquemor, pero en general, nada. Yo creo que esto es un tópico. Han cambiado esas figuras de las divas y los divos, ya no es lo de ahora. Tampoco tienen mucho lugar ahora. Se trabaja en compañía, en equipo, la interpretación va de otra manera. Vas más al compañero, ya no vas tan solo. Creo que han cambiado las maneras de interpretar y de entender la profesión.
--La obra habla mucho del talento, ¿uno nace con él o se trabaja?
--¡Ostras! He pensado muchísimo en esto, porque la función habla mucho de esto ¿Si no soy excelente, es válido lo que yo ofrezco? También del susto que te da ofrecer algo y caer en la mediocridad. Nos asusta tanto la palabra. Yo creo que con el talento pasan las dos cosas, naces con unas características, pero luego también se entrena. Esto es un oficio y aprendes. Luego ves artistas muy singulares, pero escarbas un poco y de repente, les han pasado cosas en la vida que les marca de alguna manera, que te impregna de una personalidad muy diferente. Luego hay miradas de cómo enfrentar el trabajo. Es como las habilidades sociales, puedes tener más habilidades interpretativas sin saberlo, y de repente no te dedicas a esto para nada. Y luego hay otra gente que tiene menos, pero eso también le hace diferente. Lo del talento es una cosa que me tiene un poco volada en la cabeza.
--Y con estos pensamientos en mente, ¿qué le hizo a usted meterse en esto? ¿Fue porque entrenó, porque sentía que lo tenía, o fue ese pequeño atrevimiento que dice que a veces hace falta?
--No lo sé. Fue en la adolescencia, que lo veía y tenía mucho las ganas. Además, era bastante rollera y tenía esa necesidad de inventar historias ya desde pequeña. Tenía necesidad de comunicación y de ser visto, no tanto como de exhibicionismo. Querer saber qué pasa con lo que enseño y qué te pasa a ti con lo que hago.
--Y ahora que se enseña mucho en redes, ¿cuánto y cómo enseña usted? ¿Qué relación tiene con las redes?
--Soy fatal con las redes. De hecho, es una asignatura pendiente. Hay algo que te hace pensar que esto es parte de mi trabajo, o dicen que es parte de nuestro trabajo y debería ser. Luego hay algo de cruzada. O sea, me resisto, porque en mi foro interno yo estoy deseando que esto reviente, que vuele por los aires, que se vaya todo el garete y que nuestros hijos y nuestros adolescentes crezcan libres de esto y que demos un paso atrás, de verdad. Esto es lo que yo deseo. Entonces, tengo mala relación por eso, porque para muchas cosas nos vienen muy bien las redes, pero se está haciendo mucho daño a las autoestimas. Creo que en el fondo no vale la pena por todo lo que recibimos a cambio. Hay otras maneras, además es falso lo que subimos.
--Bueno, hablando de esto y estrellas, Sara Montiel recordaba en una entrevista que a las grandes estrellas de Hollywood nunca se les veía en el supermercado y ahora se dejaban ver en todas partes. Y eso que lo decía antes de la aparición de las redes.
--Fíjate que el fenómeno este de la mitomanía nunca la he sufrido. Lo entiendo, ¿eh? Se tiene, se cultiva, y hay mucha gente que lo ve en sus artistas favoritos. Pero yo siempre he sido más como de bajarlos a la tierra, pero claro, de ahí, a esto… Mi pensamiento es, ¿a quién le interesa lo que yo estoy comiendo? Puede interesar mi trabajo, puede interesar esta función, que la vengas a ver, porque te va a mover, habla de esto, habla de lo otro, pero ¿a quién le interesa lo que yo como, dónde veraneo, si a mi hijo se le ha caído un diente o no. Me parece que es como pornográfico.
--Pues para bajar los pies al suelo y a la obra, aunque ‘Las cartas de Cristián' sucede en el marco del mundo de la actuación, ¿qué cree que le cuenta al público que evidentemente no está metida en el sector?
--Lo que el espectador se puede llevar es la voluntad de atreverse, de pensar: “bueno, aunque no sea excelente lo que yo voy a hacer, ¿es mejor que se pierda por no hacerlo?" Habla de atreverse, de releer el romanticismo este que nos ha hecho tanto daño, que nos dice cómo tienen que ser las historias de amor. Habla de la bondad, de la benevolencia al mirar al otro, la exigencia en uno mismo.
--¿Desmonta la idea de tener que ser el mejor y esperar mucho del otro?
--Esta cosa muy de peli americana de, “vas a ser el mejor”, “do your best”. Es la idea romántica esta que forma parte del nuevo romanticismo que arrastramos también de la cinematografía anglosajona y ¡es que no son así las relaciones, señores! ¡Es que hay momentos de mierda! Las relaciones tienen también eso de verle las miserias al otro y pensar que, aunque sea horrible eso suyo, yo tengo lo mío y lo acepto. Se trata de hacer el ejercicio de amar a alguien por encima de esto o a pesar de esto. Eso me parece súper bonito, me parece un acto de valentía, de apuesta muy fuerte. Es muy valiente encarar la vida así y dar este mensaje de que la vida no va de que te esfuerces para ser el mejor, sino de agarrarte los machos. Es mucha presión y las redes, volviendo a lo de antes, empujan a los jóvenes hacia eso: la presión del físico, o ser el más ingenioso o hacer el mejor TikTok… Es agotador.