Karmele Marchante (Tortosa, 1946) lo tiene claro. No me callo, lo dice y le da título a su libro autobiográfico en el que se desnuda para hablar de todo lo que ha vivido dentro y fuera de la tele.
No falta de nada. Infancia, juventud, religión, drogas, alcohol, Tómbola, Sálvame, amores, desamores, traiciones... Todo lo que uno puede esperar de una periodista a la que no se le caen los anillos en decir que es “feminista radical de izquierdas” e “independentista”. De hecho, comenta a este periodista que de camino se ha fijado que hay muy pocas esteladas en los balcones.
No se calla
El tema catalán la tiene algo desencantada, “congelada”, como prefiere decir ella, pero en el feminismo sigue siendo militante como lo fue en sus inicios. Reconoce que no ha sido fácil, como tampoco trabajar en el mundo del corazón. Si bien admite que ganó mucho dinero el coste ha sido muy alto.
La catalana ha trabajado en Informe Semanal y otros espacios de noticias de TVE y otros periódicos, ha estado en Irak y otras zonas en conflicto y ha luchado para defender sus principio. No lo ha tenido fácil. Ha tenido grandes compañeros de viaje, otros en cambio prefiere ni mencionarlo. Crónica Directo habla con la periodista para que nos dé más detalles.
--Pregunta: Empecemos por el principio, la marca que dejó la guerra en su familia y esa lucha entre el catalán y el castellano ¿la ha marcado? ¿Viene de allí su espíritu independentista, su feminismo? Comentaba antes de empezar la falta de esteladas en los balcones.
--Respuesta: Lo de las banderas es sólo porque me he fijado que antes había muchas y ahora no hay ninguna. Mi infancia repercute en el sentido en que fue triste y ausente de cariño. Eso hizo que tuviera que defenderme y ser una superviviente.
--Y encima va y su hermana muere muy joven.
--Yo me llevaba muy bien con ella, se murió a los 14 años en un accidente de tráfico y eso fue muy traumático para mis padres y para mí. Mi casa se convirtió en tinieblas. Ellos se aferraron a la fe y se olvidaron de mí. Eso me empezó a liberar y caí en unos pisos del Opus, como podría haber sido un lugar budista. Me lo pasé muy bien allí, convencieron a mi madre para que hiciera periodismo en Navarra, pero el Opus no pudo conmigo y a los dos años me echaron por meterme en política, por hacer viajes en auto-stop, ligar más de la cuenta... Y lo terminé en Barcelona.
--Un lugar que disfrutó muchísimo, ¿que tenía por aquel entonces la ciudad?
--Era una Barcelona fantástica. Se rompían todas las cadenas y las barreras, luchábamos contra la Iglesia, los poderes fácticos y establecidos... Todo a través del feminismo y la contracultura. Yo, como fundadora de Ajoblanco, entré con la condición de hablar sobre el feminismo. Y pese a ser de ideas de izquierdas también trabajaba para El Mundo. Era una Barcelona en la que se hacía de todo. Todo en contrapartida de lo que pasaba de la Diagonal para arriba, donde hacían la revolución en Bocaccio, donde estaba el pijerío de la gauche divine. Pero la revolución se hizo de la Diagonal para abajo, con Montalbán, Terencia Moix, Antonio de Senillosa... Fueron mis maestros.
--¿Cómo fue ser feminista durante el franquismo?
--Muy difícil. Durante cuatro o cinco años, los grises nos machacaban a golpe de porra en las manifestaciones del 8-M. Aun así, a mi entrevista de trabajo en El Mundo fui con toda la chaqueta llena de pins feministas, algo impensable ahora porque no te contratarían, pero el director se quedó tan impactado que ayudó.
--¿Entonces ahora ser feminista ayuda o sigue perjudicando?
--No, ahora está de moda ser feminista de salón. Hay muchas mujeres que se han hecho feministas en cinco minutos, eso no es el feminismo. En el feminismo hay muchas corrientes, pero yo siempre digo que soy feminista radical que es: activismo en la calle y estudio. Nada más. Ni matamos hombres ni cortamos pollas ni le metemos a nadie un cuchillo en el ojo, aunque a veces quisiéramos hacerlo (pero no).
--Y como feminista radical, ¿qué piensa de la ley del sí es sí?
--Que es super necesaria y está muy bien hecha. La secretaria de Estado para la violencia de género lo ha explicado muy bien. Ahora, cuando se aludía a personas de la justicia por hacer sentencias misóginas y machistas, salen los machirulos de la judicatura, que son de Vox o del PP y algunos reciben dinero en sobres y dictan sentencias vergonzosas, vergonzantes y crueles para las mujeres.
--¿Y la ley trans? Porque usted es amiga de Lidia Falcón y tiene una postura muy contraria.
--Yo soy muy amiga suya porque le tengo cariño, me hice feminista leyendo un libro suyo. Ella se ha vuelto loca con lo de ley trans, pero yo estoy con la ley.
--Pero hay muchas feministas que no lo ven así.
--Son las feministas socialistas. Aquí hay un problema del poder. Ciertas feministas del ala dura del PSOE estaban en el área de igualdad del ministerio y ahora, como no lo tienen hacen y dicen cosas para confrontar. Entre ellas hacer dos manifestaciones diferentes el 8 y el 25-M.
--¿Duele esa separación?
--Es lo que quiere el patriarcado, que estemos enfrentadas y nos peleamos. Eso es muy malo.
--Si hay desencanto con cierto feminismo, el periodismo no se queda atrás. Asegura que "todo son todopoderosos gurús capaces de hundir"...
--Sobre todo el periodismo de derechas, que está todo completamente pagado y están al servicio de los intereses partidistas y políticos junto a los grupos mediáticos con los que trabajan. Yo lo he visto. Son capaces de hundir a Casado en beneficio de la burra esa de Ayuso. Son capaces de cualquier cosa.
--¿Esta posición de feminista de izquierdas le ha perjudicado? ¿O le ha perjudicado más, como explica en el libro, meterse en la prensa del corazón?
--Lo de la prensa del corazón fue un gran error de mi vida, porque se olvidó toda esa otra parte de mi trabajo periodístico. Pero me ha perjudicado mucho ser muy de izquierdas, indepe, vivir en Madrid --que es durísimo-- y ser fiel a mi ideología.
--Pero usted llega a Madrid desencantada de Barcelona, pero su vida en TVE no fue fácil.
--Barcelona me aburría, pero yo aprendí mucho en Informe Semanal pero había un directivo, misógino que odiaba a las feministas, que trataba mal a las mujeres y me hacía la vida imposible. Allí me canso, rompo el contrato con Informativos y me paso a Programas.
--Y allí conoció a María Teresa Campos.
--La quiero muchísimo. Y a mí me da mucha rabia que se hable siempre de los maestros de la radio --Luis del Olmo, Iñaki Gabilondo...-- pero nunca mencionan a María Teresa Campos, que está tan a la altura de estos o más. Es una mujer brillante, cercana, cariñosa y buena gente.
--Gabilondo es una de las personas que no sale muy bien parada en su libro. Otra es María Eugenia Yagüe.
--Sólo una pincelada. Es una periodista que es muy mala persona y no se lleva bien con nadie de la profesión.
--¿Hay muchos enemigos en el sector?
--Sí, pero una cosa es que haya gente enemiga luego están las personas malas y ella lo es.
--Hay otro que...
--Ni lo menciones, yo no lo hago.
--En todo caso habla de que su última etapa profesional no la recuerda con cariño, a excepción de Supervivientes. ¿Fue un cúmulo de malas decisiones con mezcla de personas con voluntad de desacreditarla, como comenta en su libro?
--Era un complot hacia la diferencia. Yo era independentista y la única periodista de allí y yo me atenía a mi figura periodística y femninista. Eso les molestaba. Fue un acoso y derribo de maltrato, bullying, vejaciones... La dirección lo sabía pero lo consentía.
--¿Lo denunció?
--No. Cuando di el portazo de Sálvame yo estaba muy mal. Mi tercer marido me arruinó y estaba hundida. Pero si al día siguiente de salir del programa les pongo una demanda, la gano.
--¿Lo haría ahora?
--No, porque ya no quiero saber nada de esa gentuza.
--Ha mencionado varias veces su posicionamiento independentista. ¿Le ha perjudicado?
--Sí, me ha hecho daño. ¡En Madrid! (matiza)
--Pero siendo independentista hizo campaña por Junts pel Sí, participado por la antigua Convergència. ¿No le chirriaba?
--Yo lo hice por la causa independentista.
--Igualmente dice que está decepcionada con el independentismo. ¿Por qué?
--Estoy enfriada, porque las peleas no unen y eliminan la posibilidad de llegar a una meta, que es el referéndum. Y con la gente peleada no se puede hacer nada y esto me cabrea mucho. Estoy alejada.