Álvaro Mel ya no es ese chico de 19 años de Salamanca que se fue a Madrid para probar suerte en la vida. Tampoco el influencer que compartía su vida de estudiante de Arquitectura desde la residencia de estudiantes de Valladolid. A sus 25 años es ya un actor con un currículum cada vez mayor y con grandes nombres en su haber.
Tras su debut en La otra mirada, el mundo de la actuación lo quiere. El mismo Alejandro Amenábar lo tuvo claro y le dio el papel protagonista de la que fue la primera serie del cineasta, La fortuna. Ahora, regresa con aquellos que le dieron su primera oportunidad y se embarca sin miedo en el Paraíso de Movistar+ que cierra con un despliegue de tramas y personajes mayor que en la primera temporada.
'Paraíso'
No pudo rechazar la oferta de Fernando González Molina cuando lo llamó para Paraíso. Su personaje supone un nuevo reto para él, trabajar la sensibilidad y su lado más perverso para dar vida a Mateo, el novio de Bea.
Crónica Directo habla un día antes del estreno de la última temporada de Paraíso, que ya está disponible en la citada plataforma y que ofrece una buena dosis de ciencia ficción y espiritismo para los amantes del género.
--Pregunta: Llegó a 'Paraíso' antes incluso del estreno de la primera temporada. ¿Cómo fue eso?
--Respuesta: Me dijo Fer de vernos porque tenía un proyecto entre manos y tenía ganas de volver a trabajar conmigo. Quedamos y me explicó que había escrito el personaje pensando en mí, justamente. Me enseñó algunos fragmentos que ya había rodado y me explicó la trama de la mejor manera posible, porque es complicado, y llegué allí.
--¿Cómo ha sido este reencuentro?
--Yo trabajé ya en La otra mirada y me dijo que seguro que íbamos a trabajar juntos otra vez... y ahora, esto. Un gusto. Me gusta trabajar con él porque tiene la ilusión de un niño pequeño, porque aunque llegue con todo muy marcado y claro --ya que llevan cinco años junto con Ruth García trabajando en la serie--, la ilusión no la pierde. Es como llevar a un niño pequeño a una tienda de caramelos, le encanta lo que hace.
--¿Se ha notado el cambio de estado de la primera vez a ahora? Por aquel entonces tenía 19 años, era su primer papel como actor y ahora llega con 25 años y la experiencia de varios proyectos, entre ellos el protagonista de 'La fortuna', de Alejandro Amenábar. ¿Usted también mantiene esa ilusión?
--Una cosa no quita la otra. La fortuna fue un punto de inflexión, fue donde cogí más tablas al verme "al frente" de ese proyecto, sin perder la ilusión de ese niño pequeño. Yo también me considero un enano y considero que tengo que aprender muchísimo. Y en eso estoy, empapándome de todos mis compañeros cuando trabajo con ellos y robándoles en cuanto a aprendizaje. Es compatible ir madurando sin dejar se ser un niño pequeño.
--No tan niño es su personaje en la serie, Mateo, quien además tiene dos caras. ¿Qué se puede decir de él sin hacer destripes?
--Empieza como un personaje noble, un mirlo blanco, bueno, y la pareja ideal para Bea. Luego rompe hacia otro lugar más oscuro y sin saberlo él. Esa evolución y giros de Mateo son los que me gustan.
--¿Cómo lo trabajó?
--No queríamos tener ningún referente ni basarnos en nada ya hecho, fue desde la sensibilidad y la inocencia, por un lado. Aunque luego gira. Lo construimos desde cero.
--Además se mete de lleno en los 90, una época que no vivió muy de lleno o prácticamente muy poco.
--¡Claro! Esto pasa en el 95 y yo nací en el 96. Aun así, es mucho más fácil documentarse y entrar al trapo que si fuesen los años 20. De esto, hace media página de la historia, además no estoy tan alejado de la época y es muy fácil recuperar cosas de los 90 y estaba familiarizado con la estética.
--¿Y cómo se siente en el género fantástico como este?
--Voy tachando cosas de la lista y voy rellenando géneros (ríe). Ahora, presento esta serie enmarcada en el fantástico con muchos efectos especiales. A finales de año se estrena el primer slasher [subgénero del cine de terror] español también para Netflix. Me ha encantado. Pese a no tener mucho contacto con los efectos sí hay uno en que ese efecto no está y lo has de trabajar en tu mente. Imagina todo lo que conlleva trabajar con el personaje y le añades unos efectos especiales que salen de donde salen y no los ves. Es divertido. Al final es llevar eso a la esencia de Fer, que es llegar al niño que llevas dentro, que luego te dará ese realismo y esa fantasía.
--No sé si es muy difícil para un actor que llega de mundos tan distintos como la música y las redes. ¿Se siente cómodo en la actuación? ¿Espera que sea su carrera de presente y futuro?
--Sí. Entré en este mundo un poco de rebote. Cuando estuve en La otra mirada iba a probar qué era sin nada que perder. Una vez acaba la primera temporada y arranca la segunda, voy con otro pensamiento: quiero seguir disfrutando de este trabajo, ya lo entiendo y lo respeto aún más. Así, poco a poco, lo he ido respetando más, hasta el punto que quiero dedicarme a esto toda mi vida.
--Y en este camino, ¿ha hecho algún curso o taller de interpretación o ha aprendido a base de trabajar?
--No, no he hecho nada. Respeto a la gente que lo ha hecho y quiere formarse, igual yo un día también lo haga. Sí me gustaría formarme técnicamente a nivel cámara o guion. Sí considero que hacer proyectos, trabajar con compañeros y directores diferentes te acaba formando también en igual medida. Mucha gente se forma para trabajar y yo creo que trabajar es una buena manera para formarse.
--Esto para muchos es intrusismo. ¿Molestan este tipo de comentarios?
--Sí, claro, sobre todo al principio, y lo entendía. Entiendo el pensamiento desde fuera. Yo entré con Yolanda [Serrano] y Eva [Leira] haciendo castings. No encajé para los primeros y sí en La otra mirada para un personaje pequeñito. Desde ese personaje pequeñito y con el productor de la serie, Josep Cister, que siempre apostó muchísimo por mí, vimos que igual podía trabajar de actor y, poco a poco, fui cogiendo fuerza, desarrollando bien mi trabajo. Luego llegar a La fortuna también fue un proceso de casting largo, con una productora, una cadena y un director que te tienen que validar. En el fondo, he pasado por los mismos puntos que han pasado otros actores y actrices. No creo que por tener seguidores acabes en una serie, quizás tienes un escaparate más grande. Pero si no te cuadras, hay gente que te va a echar para atrás.
--¿Cansa justificarse?
--Todo el mundo ha de tener un primer papel. Luego llegas y ya se ve. Igual hay directores de casting que han visto a alguien en redes porque hay un escaparate, porque todo es más tecnológico y encuentran un perfil que les guste. "¿Qué ha hecho antes este?", se preguntan luego muchos. Bueno, sí, pero tú como actor o actriz también hubo un momento en que no hiciste nada antes. Lo digo desde el respeto, pero creo que siempre ha de ver una primera toma de contacto.
--De niño, usted se imaginaba todo lo que ha vivido en estos últimos seis años. De mudarse a Valladolid para estudiar arquitectura, pasó a ser DJ, luego viajó a Madrid y se convirtió en 'influencer'; ahora, actor. ¿Tenía esa ilusión?
--Solo me queda ser astronauta, que es lo quería (bromea). La verdad es que no me imaginaba esto. En Salamanca, de pequeño, yo no pensé nunca en ser actor, quería ser arquitecto y nada más. Sí es cierto que, cuando se iba mi madre, imitaba a actores o personajes de la tele. Al final, vas rebotando y haces lo que tu intuición te dice y hacia de donde te va llevando la vida.
--¿Eso puede hacer que lo veamos recuperando alguna de estas facetas suyas?
--Pues mira, te hablo enfrente de la tabla de mezclas que tengo en casa. Lo tengo como hobby lo de DJ. Arquitectura no me llamó muchísimo la atención y no sé si la acabaría o más bien haría algo diferente.
--Las redes no las menciona. De hecho, se le ve algo más distante con ellas. ¿Es para sacarse la etiqueta de 'influencer' o hay algo de decepción al respecto?
--Una mezcla. Las redes las uso ahora como soporte económico y no me obliga a coger proyectos y proyectos para poder comer. No me veo con el agua al cuello si no las uso. Ahora las uso con menos frecuencia, publico cosas que me gustan más, pongo cosas de arte u otras que si no gustan a la gente me da igual... Las redes han evolucionado a un punto que no era así cuando yo empecé, antes era algo mucho más natural. Yo subía fotos de mi cara sin editar, mostraba una vida de lo más normal, de un chaval en una residencia. No mostraba una vida que podría ser perfecta. Ahora ha evolucionado a eso. La gente ve las publicaciones y lo único que hace es compararse con lo que ve y eso lleva a la ansiedad y depresión de la gente.
--Sobre todo entre los jóvenes.
--A ellos es a los que más inseguridades generan. No puede ser que un chaval de unos 14, 15 o 16 años se sienta inseguro porque ve en Instagram una especie de cánones perfectos con más o menos volumen aquí o allá. Creen que eso es lo correcto porque así lo venden y al final te acabas creando un complejo innecesario, porque seguramente quienes lo tengan es esa gente que suben esas fotos porque su cuerpo no es el que es.
--A usted por eso se le enmarca en esos cánones de belleza. ¿Es también un hándicap a la hora de actuar o de que lo valoren? ¿Lucha a menudo contra las etiquetas?
--Sí, no sé, pero mi trabajo está ahí. Tengo un colega que dice que para ser actor tienes que ser guapo y no. Para un perfil, quizás sí, pero depende. Es un aspecto más, obviamente. Para el mundo de las redes sí es más fácil llegar allí siendo guapo, pero no creo que sea esencial para ser actor.
--Y tras 'Paraíso', nos habla de un slasher. ¿Qué más tiene en cartera?
--Sí, el 16 de junio se estrenó Paraíso y a final de año sale el primer slasher español dirigido por Carlos Alonso Egea para Netflix. Luego tengo otro proyecto en cartera, pero se ha de confirmar.
--¿Se lleva mal esta imprecisión de si lo aceptan o no?
--Yo he aprendido a vivir con el no, siempre con el peor escenario posible en la cabeza. Por ejemplo, en La fortuna, fue el casting más largo que tuve que pelear. Fueron tres meses, luego se cruzó la pandemia y yo me aferraba a ese 1% de que no iba a ser yo para no llevarme esa decepción. Porque antes era mucho más ingenuo y pensaba que me iban a coger tras hacer el casting y luego me decían no o nada y me llevaba una decepción. Te juega en contra.
--¿Ha recibido muchos noes?
--Sí, claro. Y cada vez lo llevas mejor. No te queda otra. Yo he llegado a hacer castings finales con tres personas y eligieron a otro. Tienen todo el derecho a hacer lo que quieran, luego está la película que te montes en la cabeza. Es verdad que, como actor o actriz, te sientes un poco como un producto que te mueven de aquí para allá, te han de decir varias personas que sí y da igual cómo te sientes tú.
--¿Cómo se lleva eso de sentirse un producto? ¿Las redes le sirvieron como escuela para ello? ¿Uno al final se ve como producto?
--En el mundo redes eres un producto y cuando entras al mundo de la actuación también. Eres una herramienta de trabajo. Por eso has de saber separar tu trabajo de tu persona. No es lo mismo Álvaro Mel en redes o actor que Álvaro García pagando las facturas de casa. El problema es que la herramienta de trabajo tuya es tu propio cuerpo donde están tus emociones. Es difícil trabajar con tus emociones y se ha de trabajar.
--Vamos, que no es tan sencillo.
--¡Claro! Porque cuando llega el sí parece todo glamur, pero ¡¿cómo no vas a celebrarlo y compartirlo?!
--Por último, lo estamos viendo mucho en series y delante de la cámara. ¿Teatro no?
--Al teatro le tengo mucho respeto y creo que para el teatro sí hace falta cierta formación. Poco a poco. Si hace cinco años no sabía que iba a acabar aquí, no tengo ni idea de dónde voy a acabar el año que viene.
--¿Y le asusta esa inseguridad o tiene un plan b?
--No me asusta. Tampoco tengo plan b superestablecido, pero podría vivir sin esto, aunque no lo establezco porque espero vivir de esto.